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No sé a quién escribo,
solo escribo lo que me exigo,
lo que mi propia alma me pide
aunque un nombre no revele
y mi corazón no lo susurre
porque ni él sabe
a quién de menos echa.
Sus sonrisas son estocadas
directos a mi corazón,
y ha sonreído tanto
que parece una venganza.
Lo brillantes estrellas fugaces
recorren con velocidad mi cabeza
sin dejar algo en concreto.
Pero en realidad son meteoritos
que incendian a su paso
cada milímetro de memoria,
que me arde y me quema,
consumiéndome por dentro,
como una interminable tortura,
del que no pasan las horas.
Suele hacer frío
y no sé que prefiero...
Su recuerdo me quema,
pero él mató mi sonrisa,
mató mi imagen en su cabeza.
No quiso acordarse de mi
porque le dolía,
aunque no como a mi,
porque nadie me echa de menos,
ni me recuerdan con cariño.
No sé a quién escribo,
aunque lo sospecho,
aunque puede que sea
un mensaje en general
para todos aquellos amores
que me dejaron pasar,
por mi culpa o no.
Nunca encagé en un puzle determinado,
y sigo buscando al indicado,
esa ficha complementaria.
Las tres de la mañana
es buena amiga para esto,
es una buena hora
para escribir los sentimientos,
porque es cuando
los ataques de sinceridad
con fuerza dan
y se filtran más,
aunque siempre llego
diez minutos antes
o más tarde.
Nunca estoy a tiempo.

El Aullido Solitario del Alma (Poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora