XV: "Hollywood relationship"

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"No, no, no, maldición", repetía en mi mente mientras luchaba por sacar mi móvil de la bolsa, se sentía más tensión que nunca, Corbyn me miraba esperando que contestara la llamada mientras la canción de aquel día sonaba. Pude sacarlo, y en la pantalla estaba el nombre de Daniel, vaya destino. Contesté.

— Hola Maggie, ¿dónde estás?

— Hola Danny — Contesté y Corbyn rodó los ojos inmediatamente — David me ha llamado, voy a la disquera.

— ¿Y sabes dónde está Corbyn?

— Conmigo.

Se escuchó un quejido del otro lado del teléfono.

— Qué extraño — dijo y pausó — ¿está todo bien?

Corbyn abrió la puerta del auto y se despidió del conductor, sin fijarme mucho alrededor, imité la acción y salí mientras le aseguraba a Daniel que todo estaba bien. Una vez que cerré la puerta, el auto arrancó y Corbyn ya había entrado.
Maldije por lo bajo mientras cortaba la llamada, parecía que Corbyn me estaba llamando de alguna manera, vamos, no es tonto, ambos sabemos que día escuchamos aquella canción. Pensé que tal vez quería hablarme, y tal vez la llamada lo detuvo.

Entré cabizbaja a las oficinas y me seguí por la rutina, ya era imposible encontrarme a Corbyn, la disquera era inmensa, y nunca vamos al mismo lugar, sin embargo, ¿podría ser posible que me esperara? Sé que ya he mejorado mucho desde la ultima vez que estuve cerca de Corbyn, pero quiero que me lo diga a la cara, que se quite de juegos y a mí de dudas, ¿hice algo malo? Tenía muchas ganas de preguntarle, luchaba con mi mente intentándome convencer que preguntarle no era lo correcto, tal vez no lo era, pero era lo que quería.

— ¡Maggie! Quita esa cara preciosa, que es de los mejores días de tu vida — alcanzó a decir Madeline, la secretaria de David, antes de desaparecer por el otro pasillo.

No hice mucho caso a ello, ella siempre es muy optimista, y sostiene que cada día debería de ser el mejor día de nuestras vidas y demás filosofía que parecería extraída de un libro de los cuatro acuerdos.

Toqué la puerta de la oficina de David esperando el permiso para entrar, lo obtuve de inmediato y sin pensarlo, abrí.

Lo primero que ví fue unos ojos azules bastante familiares, éstos me miraban con sorpresa, pero podía notar una pizca de pena en la mirada que deseaba aparentar seguridad. Muchas preguntas rodearon mi cabeza, no estaba enojada, aunque probablemente así parecía con el ceño fruncido. Ignoré aquellas dudas y salí un poco del trance en el que me encontraba, aunque aún no recuperada del todo.

— Hayes — dije y sonreí — ¿qué haces aquí?

Me acerqué y lo saludé como siempre, el sonrió sólo un poco, haciendo notable la emoción que carecía. Voltee a mi alrededor, sorprendentemente estaban dos personas que nunca había visto antes con David y la encargada de las estadísticas, quien resultaba ser una versión de mi antigua manager "controladora de vida", pero un poco más amable.
Me disculpé por ignorarlos hace unos momentos, los saludé cordialmente y me senté del otro lado de la mesa en la habitación, justo frente a Hayes. Probablemente era aquella típica junta que aveces tenía con la otra manager, donde no se trataban asuntos importantes para mí, pero tenía que estar presente.

No me dejé convencer de ese pensamiento, y levante mis manos mientras hacía un ademán hacia Hayes, intentando hacer que me dijera sobre qué trataba ésta repentina junta. No estuve muy segura si entendió o no, pero antes de que hiciera un gesto, la señora desconocida de aproximadamente cuarenta años habló.

36O DAYS » R E E S C R I B I E N D O Donde viven las historias. Descúbrelo ahora