1. Final Inesperado

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Tengo tendencia a ser sonambula.

Una agraciada mañana de fin de semana los pajaros cantaban, los perros de mi jodido vecino que sale a ejercitar a las cinco de la madrugada corrian, los autos andaban por la calle sin, lamentablemente, atropellar a alguien.

¿Y yo? Yo pues había matado a alguien. ¿Quién? Ni idea, ¿cómo? Menos lo sabía, ¿cuándo? En algún momento durante la noche.

Había despertado con las manos manchadas de sangre, mi ropa y sabana roja, hasta tenía manchas en mi rostro. Y al tener historial de despertar a media noche y hacer locuras, pues supuse lo peor. Mis padres me contaron que hubieron algunas veces que me levanté en la noche y me puse a cepillarme los dientes, así que tal vez había matado a alguien con mi cepillo dental. Lo primero que hice fue revisar si había sido a alguien de mi familia. Mis padres había dejado una nota sobre el refrigerador indicando que salieron a comprar el desayuno, así que ambos estaban bien. Tuve que haber matado a alguien de fuera.

Pero, ¿cómo regresé a mi cuarto? Quizá un testigo/complice me trajo de vuelta. Pero si me guió hasta mi habitación tal vez es alguien que me conoce, lo que significa que puede entregarme si quisiera. Por otro lado, podría ser que esa persona se ocupara de ocultar el cadaver y encubrirme. Habían tantas preguntas y tan pocas respuestas.

Rápidamente me levanté, agarré la ropa sucia y la envolví en la misma sabana ensangrentada de mi cama. Si algo me enseñó ver CSI y Mentes Criminales, es que si cometes un delito debes deshacerte de la evidencia lo más pronto posible. Pero no podía salir a arrojar las telas al jardín del vecino con sangre en el rostro y cuerpo. Sabrían automaticamente que es sospechoso.

Así que tomé una corta y veloz ducha, me lavé las manos y las piernas que también tenían sangre. Yo era una sonambula asesina pesima ya que me había llenado toda de sangre. Al salir revisé que no tenía más y vistiendo otra pijama metí la ropa sucia a una bolsa de basura y la amarré. Luego empecé a arrastrar la bolsa por el pasillo hacia la puerta trasera pero a mitad del camino escuché el auto de mis padres estacionarse.

Entré en pánico y, cuando escuché que bajaron del vehículo, me resigné a que supieran que su única hija de a penas catorce años era una asesina serial. Mi madre entró a la cocina cargando bolsas con ingredientes y me vió parada ahí con una bolsa negra de la que sobresalían partes de tela roja.

Entonces bajó la vista a mis piernas y suspiró.

-Oh, mierda, Mindy. Debo decirle esto a tu padre.

-Perdón, mamá -dije en completa vergüenza.

¿Qué clase de asesina es descubierta por su propia madre en la primera mañana luego del asesinato?

Ella se giró y desde la puerta gritó:

-Norman, debemos regresar al supermercado. A Mindy le llegó su primer período.

Espera, ¿Qué?

***

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