22-10-2016

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   Hola, diario. Buah, que pereza tener que hacer esto todos los días. Bueno, hay que echarle ganas, no quisiera suspender. Aunque tampoco es que mis notas sean las del Putidylan.

   Es temprano. Tengo sueño. Tengo frío. Tengo hambre. Me hago pis. Yo y todo mi curso estábamos en la salida del campamento en el que llevamos desde el antes de ayer.

   "Tienes ojeras, ¿anoche no dormiste?" habló Kendal a mi lado, estirándose como un gato.

   "Me quedé hasta tarde escribiendo en mi diario" dije algo adormilado.

   Ante la expresión de mi amigo, comprendí entonces que yo, efectivamente, no le había comentado que empezaría aquel trabajo mandado por Matilde. Le aclaré entonces mi posición.

   "¿Y por qué lo haces? Sabes que nadie lo está llevando a acabo, ¿verdad?" cuestionó, enarcando las cejas.

   "Bueno, supongo que de cierta forma, me hace ilusión" sonreí sin poder remediarlo. "Me siento un crío escribiendo en él" admití, observando a mi amigo a la espera de su punto de vista.

   "Pues, oye, disfrútalo" me animó al tiempo en el que un autobús se situaba frente a nosotros. Nuestro pasaje de salida de este lugar del demonio llegó.

   Mi curso subió al autobús. Kendal y yo ocupamos el mismo lugar en el que llegamos al campamento. Busqué con mi mirada a Marta y, no te voy a mentir, disfruté cada minuto del trayecto observándola a su costa. Llámame acosador, pervertido, raro y lo que quieras; pero jamás conseguirás que deje de mirar a esa torpe chica.

   Un rato después ―tiempo que se me pasó volando― llegamos a nuestro instituto. Los alumnos comienzan a descender del autobús por la puerta principal y la de emergencia. El segundo autobús que transportaba a la otra mitad del curso aparca destrás del nuestro y veo como, de su interior, el Putidylan y el Cabroneón bajan con su grupo de amigos.

   No puedo evitar fruncir el ceño. Se supone que ellos deberían haber viajado con nosotros, ¿cómo es que les permitieron colarse en el otro transporte? Dejo de darle importancia cuando Kendal me toma del brazo.

   Bajé junto a mi mejor amigo y empezamos a caminar, hablando acerca de esta experiencia. Seguimos avanzando hasta que divisamos un descapotable rojo, algo abollado y rayado. Nos detuvimos frente a él, me acerqué a la puerta del piloto y golpeé la luna suavemente.

   "Hola, querida abominación" se burló mi hermano mayor, bajando la ventanilla de su coche. "Odio que me toque venir a recogerte, me quitas tiempo con mi novia" masculló, aunque tengo la sensación de que no le importa tanto ocuparse de mí.

   "¿Qué hay, Zed?" saluda Kendal, abriendo con total confianza una de las puertas traseras e introduciéndose en el vehículo.

   "Pues bien, esperando con ansias que llegue esta tarde. Voy a una fiesta con Melissa" comenta y yo sé que se refiere a su novia, una chica rubia muy mona.

   Tras imitar a Kendal y subir al asiento de copiloto, Zed pone en marcha el coche. Pasamos por la casa de Kendal y le escucho recordarme algo. Lo ignoro porque por su culpa, sumada a los cozados de un cotilla Zed, voy a olvidar todo lo que tengo que escribir en ti. Ya sé que el coche de mi hermano no es el mejor lugar para escribir un diario, pero lo prefiero ahora que cuando tenga las manos ocupadas y pueda quitármelo a la fuerza.

   Empiezo a marearme de tanto escribir, será mejor que te continúe contando el día de hoy cuando llegue a casa. Hasta luego, diario.



   Hola de nuevo. Solo te diré que estoy escondido en el baño de mi casa. Sí, lo sé, qué original. ¡Es que no me quedaba otra elección! Ahora mismo estoy que me subo por las paredes, realmente ha pasado algo vergonzoso. Y, cómo no, el que siempre sale perjudicado soy yo.

Diario de un pervertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora