-Capítulo VII-

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A la mañana siguiente, el sol ya se abría paso, para despedir a la noche y con sus rayos despertar a todos los seres vivos que yacen sobre el planeta.

Seto no pudo dormir mucho esa noche, pues lo sucedido no lo dejaba en paz, pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta al abrirse, dejando ver a Mai y Anzu, que pasaban por ella.

-Veo que has despertado, vendrás con nosotras – dijo Mai, acercándose a Seto para desatarlo.

Seto obedeció, volteo a ver a Mokuba y vio que estaba dormido, que bueno, al parecer nada lograba perturbar el sueño de su hermano, luego volteo a ver a Yami, y vio que Anzu lo despertaba.

— Capitán, levántese, necesitamos que nos acompañe – dijo la chica.

Yami abrió sus ojos con pesar, pues aun se sentía cansado, era raro, ninguna herida por muy mortal que fuera lo había hecho debilitarse tanto; se levantó, agarrando con su mano izquierda la parte del abdomen donde estaba la herida, hubiera caído al suelo de no ser porque Seto lo sujetó con fuerza.

— Soy capaz de sostenerme por mi mismo – dijo Yami, apenas en un susurro, pues la poca fuerza que tenia no lo dejaba hablar más fuerte, pero su orgullo no permitía que nadie lo ayudará.

— Si lo que digas – dijo Seto, ayudándolo para que pudiera caminar.

— ¿Por qué mejor no lo cargas? – dijo Mai, viendo la escena.

— Eso nunca, para eso tiene pies, anda camina - dijo Seto.

— Exacto, puedo moverme solo – dijo Yami, dando pequeños pasos, mientras Seto lo seguía sosteniendo para que no callera – Eso incluye el que pueda caminar solo – agregó.

— Aja – fue la respuesta de Seto.

Mai y Anzu por su parte, trataban de no reír ante la escena, pues esos dos eran bastante orgullosos.

Al caminar por los pasillos a paso lento, por Yami, Seto observo hacia el jardín el cual era adornado con varias flores de todos tamaños, colore y formas, además tenía un césped verde que le daba un toque elegante al lugar, pero lo que llamo su atención fue la estatua de una mujer, muy bella si podía opinar, que se encontraba justo en el centro, de un tamaño colosal.

― ¿Quién es esa mujer? – pregunto Seto, sin dejar de ver la estatua.

― Es la diosa Mistyx ― respondió Anzu, bajando su mirada.

Llegaron a una habitación, Mai toco a la puerta y entro.

—Ya estamos aquí, mi reina – dijo mientras hacia una pequeña reverencia.

Entraron a la habitación, Yami pudo sentarse con ayuda de Seto en una silla que estaba ahí.

— Puedo sentarme sin ayuda – dijo Yami, haciendo que Seto solo rodara los ojos, vaya que ese niño era terco y necio.

— ¿Se preguntarán que hacen aquí?-comenzó a hablar Kisara.

Ambos hombres solo asintieron, kisará volteo a ver a Mana, para que esta pudiera empezar a hablar.

— Hace muchos años – comenzó diciendo mana, mientras formaba una nuble blanca, que pasaba escenas de lo que ella hablaba. — En esta Isla se adoraba al Dios el mar Poseidón, este nos brindaba comida, salud y felicidad a cambio de hacerle tributos a él; sin embargo la Diosa Mystix, celosa de Poseidón invadió esta isla, obligando a todos los habitantes a adorarla en lugar de a él, como era de esperarse todos nos reusamos a tal cosa, pidiendo a Poseidón que se la llevará, pero el Dios nunca contesto, al ver nuestra negativa, la Diosa decidió hechizar esta Isla, convirtiendo a todos los hombres en bestias salvajes, y a nosotras con la juventud eterna quitándonos además el derecho de procrear nueva vida; no nos quedo otra alternativa más que adorarla, con la esperanza de que algún día, se nos libre del tan grande castigo – dijo la sacerdotisa.

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