Epilogo

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Durante todo el día, tanto el Blue eyes como el Ragnaraf habían navegado hacia las aguas atlánticas sin detenerse, después de todo el objetivo principal era llegar a mar abierto; una bengala roja trono en el cielo, llamando la atención del capitán Yami, quien ordeno de inmediato que pararán el barco, el Blue eyes se acercó hasta quedar de lado derecho del Ragnaraf.

Seto tomo una cuerda y cual liana se abalanzo hasta llegar a la proa del Ragnaraf, posándose en una caída limpia delante del excomandante Yami.

—¿Por qué pides que nos detengamos?, ¡Debemos escapar! – decía Yami viendo a Seto de manera seria.

—Relájate, esos ineptos han perdido su mejor barco, así que las provisiones no les alcanzarán para aguantarnos el paso, más bien quiero saber si ¿Tienes algún destino en mente? - contesto Seto.

Yami abrió la boca para contestar, sin embargo, guardo silencio de inmediato, pues en realidad solo había pensado en escapar, y nunca en algún destino lógico.

—Eso es lo que pensé...mira...-dijo Seto señalando hacia el cielo y luego hacia el noroeste— hacia allá quedan unas islas, no son conocidas, llegue a ellas cuando escape del Rey, recorrí con paciencia cada una de ellas sin encontrar habitantes, así que las tome y ese ha sido mi escondite y el de mis hombres por muchos años, así que vamos, sigamos por ese rumbo – agregó tomando una soga de nuevo y columpiándose de regreso al Blue eyes.

La noche comenzó a hacerse presente, ambos barcos comenzaron a bajar la velocidad mientras se acercaban a un pequeño muelle, que permitía atracar ambos barcos, todo estaba alumbrado por antorchas dándole un toque elegante, las escaleras fueron colocadas, y poco a poco la tripulación fue descendiendo.

Los vítores de los piratas se escucharon por todo el lugar y frases como "¡Al fin en casa!" "Muero de hambre" y "Yo solo quiero ron" sonaron por todo el lugar.

La pequeña tripulación del Ragnaraf no dijo nada, cabe mencionar que de los cuatrocientos hombres que había servido al barco, algunos murieron a manos de Bakura, otros se quedaron en la isla de las mujeres, otros pocos no aceptaron la propuesta de Joey, solo quedaban los hombres que eran leales al capitán Yami que apenas eran quince hombres, así que Seto había cedido parte de su tripulación para que el barco pudiera navegar sin problemas.

Yami caminó al lado de Seto, observando todo a su alrededor, la isla estaba muy bien iluminada, subían por unas escaleras largas, todos los marineros iban detrás de ellos platicando y riendo de todo lo vivido, Yami incluso escucho decir a unos de ellos, "mi capitán tiene gustos muy refinados, pues no todos pueden andar con un tritón"

Al terminar las escaleras llegaron a una enorme casa, bien alumbrada, con grandes puertas.

—Órale, este lugar es enorme— dijo Joey, hablando por todos.

—Capitán, si nos lo permite, nosotros nos retiraremos a descansar – dijo uno de los piratas, para llamar la atención de Seto.

—Bien, díganles a estos hombres donde dormirán- dijo Seto señalando a los marinos de Yami.

—Por supuesto, ustedes vengan, nosotros nos quedamos acá, aquí solo duermen los capitanes y contramaestres – dijo un hombre mientras se llevaba a todos los marinos con ellos.

La tripulación vivía en pequeñas cabañas un poco más allá de la casa, cada una de estas estaba equipada, con una cama individual, letrinas, muebles para sus ropas, además de que podían bañarse decentemente, y lo que más amaban es que no tenían que cuidar la limpieza del lugar, pues su capitán había encontrado un sin número de personas cansadas de la vida que llevaban y se dedicaban a mantener limpio el lugar.

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