8-Cambios de humor

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Pasaron 3 meses. Laura ya mostraba barriga y en casa estaban muy emocionados. Cada mes, iban al hospital para revisar que todo fuera bien y la pareja estaba ilusionada con todo el proceso. Obito era, quizás, demasiado sobreprotector. Por lo que Carla cuidaba de Laura mientras Obito iba a trabajar y así pasaban un tiempo juntas. La rubia se lo pasaba bien.

—¡Mira! ¡Acabo de encontrar un fanfic en Wattpad de Kakashi! Espero que sea bueno, la mayoría que encuentro tienen ortografía penosa...

—¿Y por qué no escribes tú uno? A lo mejor te dan muchos votos.

—Si tuviera una historia con Kakashi como tú con Obito...—murmuró molesta, pero luego se formó una sonrisa en su rostro—. Imagínate... las dos con barriguita... y nuestros hombres a nuestro lado, dándonos apoyo...

Laura reía. Las imágenes que se formaban en su cabeza eran muy divertidas. Así pasaron la tarde, imaginando cómo serían las cosas si estuvieran allí los cuatro. Entonces, Obito llegó del almacén bastante cansado. Cerró la puerta algo arisco y dejó las llaves en el recibidor.

Cuando llegó al salón, vio a las dos riendo, a lo que se metió en la habitación para ducharse y cambiarse de ropa. Laura y Carla pararon de reír y se miraron sin saber qué había pasado. Normalmente él solía venir alegre, pero hoy era completamente diferente.

—Ahora vengo—habló Laura y Carla estuvo de acuerdo.

La castaña llegó hasta el baño y tocó la puerta. Al no contestarle, ella se preocupó y entró en el baño.

—¿Obito?—preguntó preocupada.

—Ahora no, Laura—habló serio.

—Oh, bueno... Yo estoy con Carla en el salón, cuando quieras hablar... me lo dices.

—Sí.

No dijo nada más, así que Laura volvió algo extrañada al salón. Carla la miraba interrogante pero ella se sentó con cuidado sin decir nada. Estaba demasiado serio, ¿le habría pasado algo en el trabajo? Estaba tan absorta en sus pensamientos, que no escuchaba a Carla.

—¿Me vas a decir algo o qué?—oyó al fin.

—Esto... No sé qué le pasa. No ha querido decirme nada.

—¿Quieres que os deje solos para que habléis más en privado? A mí no me importa. Además, creo que esto es importante.

—Claro... Gracias—sonrió haciendo que su amiga la abrazara.

—Cualquier cosa, me llamas. ¿Vale?

Laura asintió y se despidió de Carla, volviendo al salón. Suspiró esperando que Obito terminara de ducharse y acarició su barriga, preocupada. Cuando Obito salió de la habitación, ella se giró a mirarlo. Al ver un gran moretón bajo su ojo, ella saltó del sofá preocupada, llegando hasta él.

—¿¡Qué te ha pasado!? ¿Y ese golpe?—preguntó alterada.

—No es nada...

—¿¡Qué no es nada!? ¡Yo no lo veo así!

Obito respiró hondo y desvió su mirada afectado. Aquel día no había acabado nada bien y no quería preocupar a Laura, por el bebé. Pero sabía que lo haría cuando viera el golpe y se preocuparía aún más si no le decía nada.

—Yo... Un compañero de trabajo nos estaba insultando, a los dos. Decía que yo te estaba utilizando y que tú habías sido lo suficientemente estúpida como para caer en mis engaños. Que yo seré un vagabundo toda mi vida y tú una... palabra muy fea, por abrirte de piernas a uno.

Laura se sorprendió por aquello. Aquel hombre era un idiota que no sabía cerrar su boca y sólo decía tonterías sin sentido.

—No pude evitar pegarle... y él me devolvió el golpe—murmuró, y luego suspiró—. Me han despedido...

—Obito...—susurró y lo abrazó con fuerza. Él la correspondió afectado y hundió su cara en el cuello de ella—. Que sepas, que no tiene que afectarte lo que digan los demás. Tú sabes perfectamente nuestra historia y que no fue así...

—Lo sé, pero no iba a dejar que se metieran contigo y no hacer nada.

—Ya... Y te lo agradezco—sonrió con los ojos aguados—. Además, no te preocupes. Seguro que pronto encontrarás algo...

Él sollozó. Era el sueldo que tenían ambos mientras ella estaba embarazada. Él era el pilar de aquella casa en ese momento y había cedido a sus impulsos. Se castigaba por eso.

—Lo siento...

—Tranquilo, ¿Sí?—habló ella acariciando su mejilla—. Podemos apañarnos hasta que encuentres otro trabajo. No pasa nada... Míralo por el lado bueno, así podrás estar más tiempo conmigo.

Obito rió a pesar de la situación y acarició el pelo de Laura, aliviado.

—Gracias por estar a mi lado... Gracias...—murmuró y ella sonrió, separándose de él y dándole un pequeño beso—. Te quiero...

—Y yo también te quiero.

[...]

Días después, ella despertó temprano. El sol acababa de salir, dejando un tono anaranjado en el dormitorio. Al verse en el espejo, notó que tanto su rostro como pecho y piernas habían aumentado. Se sentía pesada, fea y gorda. Bufó molesta y luego se puso de perfil, admirando su barriga.

Ya tenía 6 meses de embarazo. Aún le faltaban otros tres meses de dolores de espalda, cansancio y hormonas revoltosas. Estaba agotada y ya no lo soportaba más. Alejando aquellos pensamientos, sintió como Obito la abrazaba por la espalda y acariciaba su barriga.

—¿Qué ocurre?—preguntó él.

—No sé cómo puedes quererme estando así de gorda... ¡Mira! ¡Mi cara y mis piernas hinchadas! ¡Mis pechos han crecido un montón y me siento incómoda!

—Pero no pasa nada, eso te hace más hermosa. Llevas a nuestro hijo en el vientre...

—¿Qué quieres decir?—preguntó alterada—. ¿Antes era más fea?

—¡Yo no he dicho eso!—reprochó Obito extrañado.

—¿Y ahora me tachas de mentirosa? ¡Hoy estás que te sales! ¡Mejor me voy!—habló molesta mientras se dirigía a la cocina.

Obito estaba sorprendido. ¿Qué le ocurría? Entonces recordó: Habrá un momento en el que se alterarán sus hormonas y no la aguantarás. Marta ya lo había avisado y le agradecía. Ahora lo que tenía que hacer era no hablar mucho para no meter la pata. Se miró en el espejo desanimado y confundido, y lanzó la sábana hasta él para taparlo.

Se encaminó hasta la cocina y la vio comiendo un sándwich, decaída. Él suspiró y se acercó a ella, colocando su mano en el hombro de ella. Laura dejó la comida en el plato y lo miró con ojos llorosos.

—Sea lo que sea lo que te haya ofendido, lo siento.

—Ya lo sé... ¡Son las malditas hormonas! Perdóname Obito... soy un desastre.

—No pasa nada—sonrió—. Igual que tú estás para mí, yo estoy para ti. ¿Está bien?

Laura asintió llorando y se tiró hacia Obito, que la rodeó con sus brazos cuidadosamente. Finalmente, los dos acabaron en el sofá con un bol de palomitas viendo películas románticas y dejando que ella se hartara de llorar porque él había llegado al aeropuerto buscando a su amada, que se iba a otro país, para que se quedara con él. Obito tenía su brazo rodeando el cuello de Laura mientras ella se sonaba los mocos.

—Es tan bonito...

—No sé muy bien qué decirte...—susurró él con una ceja alzada.

—¡Pues que nuestro encuentro fue mucho más emotivo, Obito!—sollozó ella.

El pelinegro resopló resignado y miró a Laura, que cogía otro papel del paquete de pañuelos. Acarició su mandíbula y la hizo mirarlo.

—Que sepas que estamos viendo películas baratas de amor bastante repetitivas. ¡Ni si quiera son originales! ¡Ninguna es más emotiva que la nuestra, porque la nuestra es la mejor!

—¡Sí!—gritó ella de acuerdo, estirando sus brazos hacia arriba. Obito rió por su comportamiento. Estaba rara, pero no dejaba de ser la misma—. Te quiero mucho, Uchiha.

—También te quiero, García—susurró en su oído, antes de besarla.    


Oportunidad al Amor [Kakashi Hatake] [Obito Uchiha]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora