Tierra

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Abro un ojo y, en silencio, observo mi entorno. Mientras mis ojos se acostumbran a la oscuridad, me guío por una brecha de luz que se filtra entre las cortinas.

A mi alrededor distingo varias hileras de hamacas de colores desteñidas por el tiempo y el Sol.

El Sol. 

El motivo por el que estoy aquí. Por el que todos estamos aquí.

La calle se ha vuelto peligrosa.

Los Idos se han hecho con el control, y arrasan todo en busca de quién-sabe-qué. Obedecen devotos los caprichos de sus mentes distorsionadas y atacan a todo lo que se mueve. Incluso se atacan entre ellos, y dejan los cadáveres alineados en la acera, con una ralla roja en la mejilla.                                                                                                                  Sangre.                                                                                                                                      Han cubierto calles y calles de este modo, y siguen haciéndolo.

Por otro lado están los sectarios, que deambulan por las zonas con menos Idos desarrollando sus rituales y ceremonias. Por ahora conocemos cuatro sectas importantes: Cramd, Sdoi, Runo y Treror. Los Cramd creen que hay que aprovechar al máximo lo que nos queda de vida, y se la pasan bebiendo, bailando y divirtiéndose. Quizá parezca buena idea, pero llegan a extremos de tirarse desde un quinto piso para sentir la adrenalina, o de bañarse en gasolina y atravesar corriendo unas brasas encendidas.

Los Sdoi creen que todo es un castigo de Dios y que sólo nos perdonará si le demostramos que le somos devotos hasta la muerte. Literalmente. Creo que no hace falta contar más.

Los Runo creen que no merece la pena vivir y que, hasta la catástrofe final, debemos limitarnos a existir. No hablan. Visten de gris. Y llevan el pelo rapado.

Los Treror, como los Runo, creen que no merece la pena vivir, pero se consideran a si mismos los encargados de cumplirlo. Es decir, matan gente. Dicen que solo merecemos vivir mientras tengamos un cometido pendiente. La Misión de todo Treror es matar a diez personas. Claro que si matas más, no pasa nada. Pero si matas a diez ya puedes morir en paz.


Por todo esto no podemos salir a la calle. Por todo esto estamos aquí. Somos la resistencia.


Las hamacas, colgadas de las bigas y ganchos que pueblan el tejado, se balancean un poco, más por sus ocupantes dormidos que por cualquier corriente de aire inexistente. Mis pupilas se acostumbran a la poca luz y puedo distinguir las paredes, cubiertas de estantes polvorientos. En ellos hay mantas plegadas, armas y víveres.

Sí, armas.

Ahora uso armas.

Dios mío, es una locura.

Cuando los Idos empezaron a recorrer calles y avenidas atacando a todo el que veían, a unos cuantos nos trajeron aquí, con más gente de otros lugares donde ya habían atacado, que ya llevaban refugiados unos días. 

Dirijo mi mirada al rincón donde guardamos nuestro bien más preciado, nuestra pequeña emisora de radio. Gracias a ella estamos en contacto con los rebeldes de la ciudad, que son muchos más y están bien organizados. Están construyendo una nave. Y les queda mucho trabajo. Nosotros, como las otras resistencias de otros pueblos pequeños, les ayudamos. Hacemos pequeñas "misiones" en busca de comida, piezas o combustible. Salimos de noche, no porque sea menos peligrosa, sino porque de día nos abrasaríamos. Ahora ya es casi imposible salir con el Sol en alto. Vivimos de noche.

Empieza el movimiento a mi alrededor, la gente se levanta y charlan entre ellos. Ya no entra luz a través de las cortinas. Ha oscurecido. Y eso significa que hay que levantarse.

En media hora ya estamos todos vestidos y hemos desayunado. De los veinte que somos, hoy cinco saldrán a por comida.

Me toca.

28 de enero de 2018

La Nueva EraWhere stories live. Discover now