Nebulosas

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-Diablos, mi cabeza- y así Marcos empezó el día- ¿Qué hora es?

Revisó su reloj: 10:57. Sí que era tarde, ¿Qué había sucedido la noche anterior?

Y entonces como una cachetada los recuerdos vinieron a él.

¿Cómo había llegado hasta ese punto? El no era sentimental. No se iba a permitir que algo tan vano y mundanal como el romance entrara en su vida.

Revisó su teléfono.

2 Mensajes

1: Victoria:

Hey que tal? Me gustó nuestra salida anoche, espero que se repita, nos vemos en el colegio ? Bye :*

2: Steven:

Hey bro todo bien? Anoche una chica me llamó para preguntar por ti, era escandalosa así que me la sacudí rápido, le di tus datos, lo siento, me cuentas luego lo de esa chica eh... Ah y no olvides que hoy es el examen bipersonal múltiple. Así que iré contigo.

No entendía que le había picado a la gente últimamente, todos estaban actuando extraño, o era él que vivía una situación extraña... Sea como fuere, se decidió a poner en práctica algo que no usaba hacía años: La estrategia del ajedrecista.

El llamaba así a una forma de metodología que indicaba, que, el mundo era como un juego, un simple juego de ajedrez, y para ganarlo, sólo hacía falta ir tres pasos delante, siempre, en todo. Así, si alguien intentaba superarlo, no podría aunque quisiera.

Decidido a esto, se levantó rápidamente a asearse, comer y hacer los deberes. Los de ese día eran sencillos: Pasear al perro y lavar su ropa, así que le dio tiempo para evaluar su aptitud para la estrategia del ajedrecista.

Un simple partido de ajedrez, aunque nada simple, se desarrollaba en su computador. Estaba a punto de iniciar el juego, puso la dificultad nivel: Locura, y se dispuso a iniciar.

Un par de movimientos de peones, jugó un poco con el alfil y el caballo culminó el trabajo. Jaque Mate. Número de jugadas: 11.

Si en 11 jugadas vencía a la más alta dificultad, no le sería problema aplicar esa estrategia en su vida. Sería sencillo.

Con la resolución en su cabeza se desvistió para bañarse e ir al colegio.

Las gotas caían por su cabello, y a su vez por su frente, para él esa era una sensación agradable, además lo ayudaba a pensar y relajarse. Hacía leves cálculos aritméticos en su mente, para él era una forma rápida y sencilla de estimular su cerebro. Luego de darse el baño, vistió el uniforme y se dirigió al colegio. Le quedaba cerca de su casa, 10 minutos. Traía el bolso de un lado como siempre, y unos audífonos pequeños. Su teléfono reproducía una música de la cual no recordaba nombre, pero como era electrónica, su genero favorito, decidió escucharla de todas formas.

Llegó al colegio, había quién hablaba, otros, jugaban, otros se besaban, otros gritaban, él, se sentaba en un columpio viejo y que ya nadie usaba a leer un libro. El columpio estaba corroído y oxidado por el tiempo que tenía, más de alguna forma al balancearse en él, no emitía ruido alguno, como si sintiera el dolor mas no quisiera expresarlo.

Él leía un libro titulado: El Conde de Montecristo, escrito por Alejandro Dumas. Inmerso en la escritura no se percató de que Steven lo observaba, francamente, a Steven, Marcos le parecía un poco raro.

-Hey Marcos!- dijo golpeándolo en un brazo.

-Sí, hola- respondió retirándose los audífonos.

-Estás listo para la prueba de hoy?- dijo impaciente su amigo.

-Sí es sencillo.

-Para ti todo es sencillo Marcos.

-El conocimiento es algo relativo.

-Supongo. -Oye y cómo está tu m...

Esta chica no dejaba terminar a nadie.

-¡¡¡Holis Marcos!!!- dijo mientras corría a darle un abrazo, con una gran sonrisa dibujada en su rostro.

En ese momento Marcos la observó inerte con una mirada inexpresiva, a continuación giró en su columpio y se colocó de un lado, puso el pie a propósito en el piso, lo que hizo que ella tropezara, sólo que a punto de caer Marcos sujetó su brazo y la levantó por él, colocándola unos pasos enfrente de donde estaba él sentado.

Steven observó con asombro la maniobra de su amigo. Le asombró más ver que conservaba su mirada fría y calculadora, lo que implicaba que no tuvo que hacer un gran esfuerzo.

-Buenas tardes Victoria, deberías dejar de correr. No es lo tuyo- dijo Marcos.

-Ah... Sí, bueno es verdad...- tartamudeaba Victoria.

-Wow Marcos por poco haces que se caiga ¿¡que te pasa!?- Habló de repente Steven, molesto desde luego.

-¿C-como que casi "haces" que me caiga Marcos?- Decía la pelirroja que empezó a adoptar una expresión molesta, cualquiera pensaría que su cabello estallaría en llamas de repente.

Ambos empezaron a decir cosas a las que Marcos ni siquiera prestó atención.

-Verán- dijo Marcos, haciendo silenciar a ambos- Si Victoria venía corriendo a esa velocidad a abrazarme lo más probable es que se hubiera lanzado encima de mí, esto hubiera podido ocasionar tres cosas:

-1: Que al lanzarse, la fuerza resultante me enviara hacia atrás, haciendo que ambos nos cayéramos.

-2: Que tropezara con algo que no hubiera sido mi pie y se golpeara de gravedad.

- Y 3: Que con nuestro peso junto hubiera roto el viejo columpio y eso hubiera ocasionado graves daños, sin contar las reprimendas escolares.

-Así que sí, lo hice a propósito ¿Quejas?- con eso culminó Marcos y en ese preciso instante sonó el timbre de entrada, más con lo que dijo Marcos, la mente de todos fue a parar a las nebulosas, y Marcos sólo podía pensar en una cosa:

-Siempre 3 pasos adelante.

Steven sólo podía pensar en una cosa:

-Es increíble. Marcos dijo una mentira, obviamente no quería el abrazo de Victoria, pero la disfrazó mejor que nadie, ¡es una mentira compuesta de verdades! Este chico es más listo de lo que sé, lo peor es que no tengo objeción alguna. Me dejó indefenso verbalmente.

Y Victoria sólo podía pensar en una cosa:

-Eres listo Marcos Steffano- El segundo nombre de Marcos- pero voy a conquistarte.

Con eso en la mente de cada uno, se fueron, para entrar a sus respectivas clases.

No Es Cuestión De AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora