Desilusión

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-No voy a hacer esto. Así no se hacen estas cosas... Debo pedirle disculpas en persona- Marcos se decía a sí mismo- Pero... ¿Y si ya no quiere perdonarme?

En su mente había un légamo, cuyo propósito era imposibilitar el devaneo que Marcos al parecer intentaba buscar. ¿Era eso? ¿Romance? ¿O sólo el sentido del deber? Ese desvelo, ese desasosiego por vincular sus sentimientos epidérmicos con sus emociones más profundas hacía que el joven Marcos, no supiera si el handicap se inclinaba más hacia su cerebro o hacia sus sentimientos inconclusos.

Con cara parsimoniosa, se paseaba de un lado a otro de la habitación, procurando interpolar sus objetivos infructuosamente. Se acariciaba la barbilla, como si de un nigromante se tratara, la mas mínima nimiedad en su plan podía hacer que todo se viniera abajo, y, la pingüe cantidad de cosas que podrían hacer que no funcionara cada vez aumentaba en número. Él no pensaba perdonar a su últimamente pérfido cerebro, ya que no estaba funcionando como debía. Se rascaba la nuca con tal fuerza, que el que lo viera pensaría que se excavaría una oquedad en el cráneo con sus propias manos.

Si bien Marcos Solía ser el más inteligente y preparado para todo, estaba hundido en desilusión hacia él mismo. Se estaba convirtiendo poco a poco en presa para sus emociones, él estaba muy claro de eso, mas no quería que fuera diferente. Él sólo había llegado a sentir amor por una persona además de a su madre, para la corta edad que tenía en ese momento sabía que era así. Desde pequeño siempre supo apreciar las cosas más allá de lo que cualquiera lo haría. Tenía gran perspicacia sin duda, eso lo hacía diferente, y no diferente como especial, diferente como raro.

Bajó de su cuarto a la sala, se sentó en el sillón y observaba las nubes que amenazaban con lluvia a través del vidrio enorme que dejaba ver hacia fuera, más que no dejaba ver hacia adentro.

La primera gota cayó en el vidrio, escurriéndose hacia abajo por el gran ventanal, así la segunda y la tercera, hasta que ya era incontable el número de las mismas. Los truenos resonaban por toda la casa, crujiendo como un trozo de madera al romperse. Marcos inmerso en sus pensamientos observaba cada gota caer por la ventana. El adoraba ese clima pues le hacía sentir a gusto. Sus manos se entrelazaban una a la otra mientras se colocaban sosteniendo su mentón. Tanto tiempo pensando una misma cosa... Dándole vueltas... Victoria influía en su mentalidad claramente, pero la incógnita en la ecuación era si era de forma positiva o negativa.

-Oye- Su mamá lo veía con los ojos entrecerrados.

-¿Ah? Dime mamá- Decía Marcos prestándole atención a Jazmín.

-¿Quieres chocolate?- Decía con una sonrisa enorme y susurrando como si fuera un secreto, aún siendo sólo ellos los habitantes en la casa.

A Marcos se le formó una sonrisa por el ofrecimiento de su madre.

-Claro, vamos te ayudo.

Luego de hacer el chocolate caliente se sentaron en la sala a beberlo mientras hablaban.

-Bueno sí, Jean Paul te mandó saludos, dijo que iba a trabajar.

-Me alegro de que haya encontrado trabajo de nuevo, eso está muy bien.

-Sí pero ya sabes cómo es él, nunca tiene un trabajo por mucho tiempo... A veces creo que simplemente no le gusta conservar un mismo trabajo, hay gente a quien le aburre, ya sabes la rutina y eso.

Marcos dió un sorbo a su chocolate mientras observaba el ventanal y los árboles de afuera, meciéndose con fiereza y sin embargo firmes en su posición.

-Sí bueno, puede ser pero también hay gente que no puede organizarse bien y simplemente son despedidos o dejan el trabajo por cuenta propia por el agobio. Sea como sea supongo que le irá bien en la lotería jajajaja- El vapor que expedía el chocolate empañaba los lentes de Jazmín.

-Sí jajajaja.

-Marcos hijo, estás algo pensativo, ¿Qué tienes?

Marcos no iba a negarle nada a su madre, él nunca sentía la necesidad de ocultarle nada.

-Observa el siguiente caso hipotético: Una persona utiliza a otra para sacar beneficio de cierta ocasión, la persona utilizada obviamente se siente ofendida por haber recibido el mal trato y simplemente decide alejarse del primero por... Quizá porque siente que podría ser ofendida una vez más- La madre de Marcos escuchaba atentamente- ¿Debe la primera persona disculparse por aprovecharse de la segunda, siendo que quizá la segunda ya no quiera oír disculpas? Si es así, Debería el primero consciente de su error intentar socializar con el segundo, ¿Por deber o por iniciativa propia?

-Mmm...- La madre de Marcos limpiaba sus lentes con los ojos cerrados, para luego colocárselos a Marcos y dejar sus ojos color oliva al descubierto- Observa, ¿ves bien con estos lentes?

-No mamá por supuesto que no.

-Pues de igual manera, como me lo estás planteando la persona que fué usada no sabe porqué fue usada, no conoce con qué intención se le ha usado ni tampoco dio su permiso para ello, por lo tanto le queda sentirse ofendida aún teniendo la vista nublada, mas o menos como tú ahora, la persona no sabe el porqué de la situación, pero sabe que ella nunca consintió eso. Si bien pudo preguntar, no lo hizo y espera una seña de arrepentimiento del contrario, si esa seña nunca llega, la persona dará por hecho que su presencia no era bienvenida. Por lo tanto sí, el grandisimo abusador que usó a otro debe pedir perdón- Marcos se sonrojó al escuchar que su mamá le llamaba "grandisimo abusador" aún sin ella saber que se lo decía a él- y la segunda, es decisión de la persona, ella misma debe decidir si socializar o no con la otra. Pero lo mejor sería que lo hiciese por iniciativa propia, de lo contrario sería hipócrita... ¿No crees?

Marcos estaba perplejo ante la explicación de su madre, pero no le sorprendía, después de todo, su mamá siempre había estado allí para apoyarlo y aunque no tuviera una respuesta para todo, de alguna u otra forma encontraba una solución.

Marcos amaba a su madre.

-Sí tienes razón, gracias mamá.

-De nada hijo... Ahora dame mis lentes que me dejaste ciega.

-Jajajaja está bien toma- Marcos le puso los lentes a su madre y ambos dejaron el chocolate en la mesa.

-Y ahora...

-No... No mamá ¡No!

-Sí claro que sí.

-Mamá, no te atrevas.

-Muy tarde.

Jazmín se movió poco a poco en el sillón hasta alcanzar a Marcos y...

Empezó a hacerle cosquillas.

-¡Noooo! ¡Mamá! ¡Nooo jaja! ¡Nooo jajajajaja! ¡¡¡JAJAJAJA NOOO MAMÁ!!!

No Es Cuestión De AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora