¿Herramienta?

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-¿¡Me acabas de usar!?

Ella ni siquiera sabía cómo sentirse, se sentía usada, despreciada, minimizada, casi como una simple herramienta.

-¿Y eso?

Sintió escalofríos. No de emoción, de adrenalina, ni siquiera de miedo. Era tristeza. Una gran tristeza la invadía. Más aún al percatarse de su mirada fría que a ella se le antojaba muy desinteresada. Muchas cosas pasaron por su mente. Pensó en golpearlo, llorar, molestarse, sólo ponerse a pensar, esperar a que él se arrepintiera, pensó muchas cosas. Y se dió por vencida. Ya no seguiría intentando. Ella estaba enamorada de alguien que no sentía lo mismo. Él era un ser sumamente frío y descorazonado, no se seguiría humillando sólo para recibir tal desprecio.

En la mente de él, por otro lado, un tornado de emociones se formaba, no sabía si se sentía bien o mal, no sabía si disculparse por usarla o sólo ignorarla, el escribía, totalmente seguro de que las letras que su mano redactaba casi con vida propia eran exactamente las que el examen requería, pero él no estaba prestando atención a eso. Sólo pensaba en qué haría. Ignorarla era lo mejor. ¿Lo era?

Una voz en su cabeza negaba esa afirmación.

El sólo la quería lejos después de todo... Pero... ¿Acaso era eso cierto? Eso lo atormentaba fuertemente, ¿Porqué lo atormentaba? Muchas preguntas sin respuesta se formaban en su mente. Él odiaba eso. Sentía como si alguien estuviera poniendo un taladro en su cabeza. Sólo, debía seguir con lo que hacía. Sí, la ignoraría, ella se sentiría mal y todo se acabaría. Jaque Mate.

Ella no dijo palabra alguna en toda la hora.

El estómago de él se revolvía con fuerza, fue el primero en culminar el examen. Veinte minutos antes. Observaba su reloj pidiendo que terminara la hora. ¿Porqué diablos se sentía así? La incomodidad lo estaba matando. Ella no decía palabra alguna. Sólo estaba allí, haciendo garabatos en los sitios blancos que relucían en la desgastada mesa. En un momento dado él la observó. Una leve, cristalizada, fría, y salada lágrima se extendió con suavidad por su mejilla. Justo la que él había besado momentos antes.

Se sentía mal. La cabeza le daba vueltas, sentía que su estómago se estrujaba con ferocidad. No sabía porqué se sentía así. No sentía nada por ella... ¿O sí? No podía ser. No iba a pasar eso de nuevo.

Sus dedos estaban haciendo movimientos hiperactivos contra la mesa, su cabeza empezaba a punzar, lo que él pensaba que era en su contra.

Él intentaba develar que sentía.

Ella estaba ahogada entre su decepción.

Los minutos parecían hacerse horas, la necesidad de decir algo se hacía constante en la mente de él. Ella sólo podía pensar en lo tonta que había sido al pensar que estaría con él.

Él le daba vueltas a la hoja de examen, cerciorándose de que no hubiera nada mal. El esperaba al menos un error en el que concentrarse para olvidar así fuera por un minuto lo que estaba pasando. Pero no, todo estaba perfecto y en orden. A veces el odiaba su propia inteligencia. Intentaba mantener la calma para que ella no se diera cuenta de su descontrol actual.

Ella no dejaba de pensarlo. Fue un error, así ella lo sentía. Su resolución radicaba en alejarse, no intentarlo más, a la larga dejaría de sentir cosas por él. Su nombre se repetía incontables veces en su mente: Marcos, Marcos, Marcos, Marcos. Una y otra vez. Una lágrima había salido de ella. Se la secó rápido para que él no notara la tristeza que la embargaba, pero a fin de cuentas... ¿Qué le importaba a él?

-Muy bien, entreguen sus exámenes- La profesora dictaba el final de la prueba.

Todos empezaron la entrega. Algunos lo hicieron neutrales, esperando un buen resultado, otros lo hicieron con aires de superioridad, intentando resaltar que tendrían "buen resultado", otros a duras penas lo entregaban, aceptando la baja calificación que recibirían, Marcos, ni siquiera se molestó en dárselo a la profesora, sólo lo dejó allí en la mesa para que la profesora lo recogiera. Sonó el timbre. Hora de salir.

Ambos salieron juntos y sin decir palabra. Caminaban entre la desesperada ola de gente que quería salir. De un momento a otro, Victoria adelantó el paso perdiéndose entre la gente, sólo quería irse y terminar con todo eso. Marcos se percató.

Su mente estaba siendo acribillada por sentimientos inseguros, observó mientras Victoria se iba. Pensó y pensó y no encontraba qué hacer ante la situación.

Miró a todos lados buscándola con la vista pero no lograba encontrarla. No sabía que hacer. No sabía si buscarla o quedarse. Estrategia, estrategia, estrategia. Nada. No tenía nada. Por primera vez en su vida dudaba de hacer un movimiento. Esta chica lo estaba volviendo loco, pero ¿Porqué? Ni siquiera tenía claro si sentía algo por ella.

¿¡No lo tenía claro!? ¡Él no podía sentir nada por ella! Pero a la vez sentimientos de culpa y de querer buscarla se hacían presentes, confundiéndolo más y más.

Apresuró el paso intentando buscarla entre la gente y no podía divisarla. Fue así hasta que salió del colegio y la vió.

Ambos divisaron miradas.
El flujo del aire se detenía.
El tiempo parecía frenarse.
Sus corazones latían más rápido.

Estaban estáticos como si de estatuas se tratase, ambos con un mismo fin: Esperar el movimiento del otro.

Rey y reina enfrentados.
En una cruel batalla.
Podría ganar cualquiera.
O podrían perder los dos.
Posibilidades infinitas.
Como las galaxias y sus estrellas.
Esas que son incontables.
Números inalcanzables.
Mas en este tablero los números son sencillos.
Sin ninguna otra pieza presente.
Sólo dos.
Dos almas.
Observando al pasado.
Esperando al futuro.
Temiendo al presente.

Él no tenía palabras o quizá las tenía más no las decía por no saber qué sucedería. Ella sólo esperaba que él dijera algo, una simple señal habría bastado. Pero no. Nadie dijo nada. Los segundos golpeaban como bofetadas en la cara. Ella se cansó. No podía soportar más esto.

-Ok lo entiendo- Fue lo último que dijo Victoria antes de irse, renunciando a todo por lo que había luchado ese corto pero sustancioso tiempo. Y es que ella seguía una filosofía: "Si al principio no sale bien, ¿Porqué creer que a la larga será diferente?"

Y así, se terminó el juego. Incluso antes de empezar. Un jugador se había retirado. Él también se fue, por el otro lado. Y eso fue todo. Se había acabado.

No Es Cuestión De AjedrezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora