Capítulo 1

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Capítulo 1

Narra Kurt

Miércoles

8.30hs

―¡Oh, mierda! Ya estoy tarde ―dije observando mi reloj―. Ojalá Isabelle no se enfade.

Estaba esperando el tren en la estación como siempre, aunque ese día iba atrasado una media hora. Rachel pagaría por haberme tenido hasta las tres de la mañana contándome sobre sus vacaciones cortas con Finn, de las que acababan de llegar.

8.37hs

Por fin vi a lo lejos llegar el tren.

―¡Ya era hora! ―casi grité.

Todavía tenía el celular en la mano después de haber llamado a la oficina para anunciar mi retraso. En la otra mano tenía la agenda, la cual estuve revisando mientras esperaba. ¡Era el peor día para llegar tarde! Tenía todos los horarios repletos de tareas y ninguna se podía posponer.

El tren abrió sus puertas y cuando quise entrar casi me tropiezo con mi bufanda, que se encontraba un poco desarreglada por las corridas de la mañana. No llegué al piso pero mi agenda voló y aterrizó desparramando todos los papeles y notas que tenía en su interior.

―¡Maldición! Lo que me faltaba, perder algún número o dirección importante. Ahí sí, ¡Klempt me mata! ―hablaba conmigo mismo en voz baja.

Cuando me agaché a recoger todo, un chico se me acercó y comenzó a ayudarme. Mis ojos no podían asimilar lo que veían: parecía que tenía un dios griego delante de mí. Tenía rizos morochos y sus ojos avellana me encandilaban debajo de esas perfectas cejas triangulares. Vestía un jean un poco ajustado que no dejaba nada a la imaginación, una camisa de un rojo brillante y un moño que completaba el atuendo.

Cruzamos las miradas y nos levantamos sosteniendo ambos mi agenda. Sus ojos se clavaron en los míos y no los quitó hasta que le hice una sonrisa agradeciendo su gesto, ya que llevaba auriculares y supuse que no escucharía un "gracias". Me sonrió en respuesta y casi me derrito al ver las comisuras de su boca elevarse de esa forma tan sexy.

Guardé la libreta en mi bolso y, más o menos, arreglé mi bufanda para que el episodio no vuelva a suceder. Al tomar asiento me relajé y me dispuse a mirar por la ventanilla, pero el dios griego llamó mi atención cuando se sentó a mi lado. Acomodó su mochila sobre su regazo y colocó una guitarra entre sus piernas para mantenerla erguida y evitar que fuese un estorbo en el camino de los demás pasajeros. Me causó mucha gracia verlo mover sus pies al ritmo de la música que estaba escuchando, tan concentrado que a veces no se daba cuenta y comenzaba a cantar bajito.

Se aproximaba el momento de tener que abandonar el transporte y yo me encontraba sentado del lado de la ventanilla, por lo tanto el morocho interrumpía mi salida. Me puse incómodo cuando me di cuenta de que tendría que pedirle permiso para salir, pero no tenía mucho tiempo para pensar o me pasaría de mi estación y lo que menos necesitaba a esas horas era otro retraso de camino a la oficina.

Por fin tomé valor y toqué su hombro con mi dedo índice para llamar su atención. Él giró su cabeza hacia mí, me sonrió y volvió a sumirse en sus auriculares. Genial, no me entendió.

Lo repetí, golpeé suavemente su hombro de nuevo. Esta vez me miró confundido y, antes de que pueda volver a ignorarme, le señalé el pasillo como pidiéndole paso. Sólo atinó a correr su guitarra y contraer ligeramente sus piernas para que yo pasara por delante de él.

¡Fue lo más jodidamente vergonzoso que hice en mi vida! Sentí cómo el fuego se acumulaba en mis mejillas. Decidí pasar con el trasero contra el asiento de adelante, es decir, de frente a él, que no hizo ningún movimiento para apartarse un poco más.

Pude ver cómo fijó el avellana de sus ojos en mi entrepierna y se mordía el labio inferior.

¡Oh, por el amor de Dios! ¡Eso fue lo más sexy que jamás haya visto! Ahora no sólo ardían mis mejillas, sino que toda mi maldita cara lo hacía. Debía estar rojo como un tomate y al dios griego no parecía importarle.

Sentí su mirada sobre mi trasero hasta que salí del vagón en donde habíamos viajado y, una vez en la estación, me giré para ver al tren empezar a alejarse. El morocho me seguía mirando, lo que me hizo sonreír y, antes de perderlo de vista, me guiñó un ojo.

9.05hs

―¡Oh, Isabelle! No sabes cuánto lo siento, hice todo lo posible por llegar antes pero el tren no ayudó mucho... ―Me sonrojé al recordar al morocho y la manera en la que se mordía el labio inferior.

Creo que me sumí por un momento en ese recuerdo porque mi jefa me sacudió un poco.

―¡Oye, Kurt! ―Una vez que la miré, continuó―. Tranquilo, te avisé ayer que a partir de la próxima semana tendrías que empezar a llegar a esta hora, pero si quieres puedes hacerlo desde hoy.

Me tomé el entrecejo como si me hiciera doler la cabeza haber pasado por tanto estrés toda la mañana prácticamente sin razón.

―Yo... –Suspiré―. Lo olvidé por completo.

Dejé mi bolso en el escritorio y tomé la agenda para ordenarla después de desparramar todos los papeles de su interior. Volvió a mi mente el dios griego y no pude evitar una sonrisa.

―Dime... ―dijo Isabelle con mirada cómplice―. ¿Qué ha sucedido que andas tan distraído? Esas mejillas tintadas de rosado y esa risita tonta no te acompañan todos los días... ―Apoyó sus codos en el escritorio, en frente mío, y tomó su cabeza con ambas manos―. ¿Es Chandler el culpable de la ineficiencia de mi empleado? ―preguntó divertida.

―No, en realidad... ―comencé, pero no tenía planeado decirle que había estado coqueteando con un morocho en el tren―. En realidad, no pasó nada. Bueno, no es importante. Me refiero a que...

Se dio cuenta de que seguiría divagando así que me interrumpió.

―No tienes que contármelo si no quieres.

Dejó escapar una risita y salió de mi oficina.

18.00hs

Saqué las llaves de mi bolso para abrir la puerta de mi apartamento cuando mi celular sonó.

-¿Quieres que vaya a tu casa? Necesito hablar contigo. C-

Era un mensaje de Chandler. Él conocía perfectamente mis horarios y ni siquiera pensó en darme un respiro de un día agitado. Le respondí rápido para que no considere aparecerse en mi apartamento con la excusa de que no le contesté.

-Chand, estoy cansado. ¿No podríamos dejarlo para mañana? Realmente ha sido una jornada larga. K-

Dejé el teléfono en la mesa del comedor y luego de ponerme cómodo me dirigí a la cocina para prepararme un bocadillo. Regresé con una ensalada y un vaso de coca light, prendí la televisión y me tiré sobre el sofá a disfrutar de un merecido descanso.

Mi celular volvió a sonar pero esa vez era una llamada. Corté y a los segundos recibí otro mensaje.

-Déjame llamarte. C-

Otra vez una llamada. Atendí resignado.

―¿Qué quieres, Chandler? ―dije casi enojado.

Sólo quiero escuchar la voz de mi novio, pero parece que él no sólo no quiere verme sino que tampoco le apetece hablar conmigo ―se quejó.

―Escucha, amor. Estoy muy cansado, necesito terminar mi ensalada y correr a la cama. Isabelle agotó todas mis energías hoy...

Suavicé mi tono, después de todo Chandler tenía razón.

Quiero hablar contigo mañana. Te paso a buscar para el almuerzo. ¿Te parece? ―sugirió.

―Claro. Te quiero ―le contesté.

Yo te amo.

Me dolió no poder decirle lo mismo, así que sólo finalicé la llamada y traté de no pensar en más nada por el resto de la noche.

Perfect (NOVEDADES EN LA ÚLTIMA PARTE PUBLICADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora