Capítulo 4

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Capítulo 4

Narra Kurt

Jueves

11.49hs

Atendía llamadas para Isabelle desde temprano y agendaba en su organizador electrónico todas sus tareas; aunque parezca que ella sólo se dedica a dirigir a sus empleados en realidad se la pasa de reunión en reunión, hablando con diseñadores, empresas, tiendas, contadores. En serio puede ser agotador de sólo pensarlo.

De pronto, veo que la cabeza de Isabelle se entromete en mi oficina de manera muy graciosa. Daba la impresión de estar espiando.

―Chandler está esperándote afuera, cariño ―me avisó.

En su rostro había una leve mueca de preocupación. Me masajeé las sienes suspirando, era increíble lo asfixiante que podía ser.

―¿Ya es la hora del almuerzo? ―le pregunté mientras ella se habría paso en la habitación y se sentaba frente mío.

― Uhm... Aún faltan unos diez minutos. ―Miró su reloj y luego levantó su vista hacia mí―. Ve, no hay problema.

Suspiré más profunda y exageradamente. Chandler me exasperaba con su actitud.

―Oye, ¿qué sucede? ―Esa vez Isabelle no reprimió su curiosidad, o más bien su preocupación―. No te vi muy bien los últimos días, ¿han peleado con Chandler?

―No, pero no falta mucho para que eso suceda ―le conté acomodando el bolso en mi hombro preparado para irme.

―Me dirás lo que pase al volver, ¿verdad? ―quiso saber mi jefa, solía ser muy insistente.

―Claro...

Rodé mis ojos riendo por sus ganas de saber más y me retiré.

11.55hs

Chandler estaba aparcado esperando a que yo saliera. Decidí terminar con eso lo más rápido posible. Mi plan era subir a su auto, hablar con él para dejarle las cosas claras sobre nuestra relación y largarme de allí.

―Hola, amor. ¿Cómo te fue en el trabajo durante la mañana? ―preguntó él y me dio la impresión de no tener ninguna intención de charlar sobre lo que nos estaba pasando―. ¡Hey! ¿No me das un beso?

―Escucha, Chandler...

Suspiré. Era lo único que él provocaba en mí desde hacía un tiempo: ganas de suspirar.

―¡Oh, no! No, no, no... ―interrumpió―. Iremos a comer, yo invito ―dijo y me sonrió, estaba intentando evitar cualquier tipo de conversación.

―Pero en serio necesito decirte esto... ―quise continuar y no me lo permitió por segunda vez.

―Me lo dices cuando estemos allí.

De pronto estaba completamente serio y parecía enojado. Entendía que él hacía su mejor esfuerzo pero yo ya no quería continuar fingiendo estar bien, por eso no me hice cargo de su reacción.

Condujo hasta Breadstix sin decir una palabra y, una vez allí, me dejó eligiendo una mesa para sentarnos mientras él iba hacia el baño. Tomé mi celular para saber la hora.

-Aún no te ha secuestrado, ¿no? R-

Rachel estaba al tanto de Chandler y de que pasaría por mí al trabajo, y quiso saber cómo iba todo.

-Me está evitando todo el tiempo. K-

―¿Con quién hablas? ―preguntó Chandler cuando llegó mientras sonreía con falsedad.

Obviamente estaba celoso, siempre era así de controlador.

―Sólo es Rachel... ―le resté importancia y guardé el teléfono para que no genere otra distracción. Chandler me alcanzó uno de los dos refrescos que trajo con él a la mesa y bebí unos tragos para aclarar mi garganta―. ¿Puedo hablar ahora? ―dije casi de mala gana.

―Claro.

Tomó una de mis manos y la unió con la suya sobre la mesa, haciendo pequeños círculos con su pulgar en mi palma, parecía que buscaba la manera de recordarme por qué aún estábamos juntos.

―Bueno ―inhalé y exhalé llenando mis pulmones de aire, intentando tomar valor para continuar―, no es fácil. ―Me costaba mirarlo a los ojos pero podía notar que Chandler estaba serio y me prestaba mucha atención―. No sé por dónde empezar.

―No puedo ayudarte, no sé de qué quieres hablar. ―Se hizo el desentendido de la situación de manera inocente.

―Está bien. ―Hice una pausa―. Esto ya no puede continuar. ―Solté la mano que él acariciaba de su agarre y manifesté con ella un ademán señalándonos a ambos.

―Disculpa. ―Miró su propia mano solitaria, la bajó de la mesa y se puso nervioso―. No... No entiendo a qué te refieres...

―Chandler, hace un tiempo que ya no es lo mismo...

En su rostro apareció la desesperación y sus ojos se llenaron de lágrimas a punto de derramarse por sus mejillas. De pronto, recordé la sensación que me provocaba verlo así algunas semanas atrás, cómo se me estrujaba el estómago y la forma en que juraba hacer lo que sea sólo por verlo sonreír una vez más. Intenté reproducir ese sentimiento, pero ya nada de eso quedaba en mí.

―Dime qué debo hacer ―pidió Chandler dejando escapar las primeras gotas saladas de sus ojos―. Haré cualquier cosa, Kurt. Cualquier cosa.

―No es tu culpa... Yo... Simplemente ya no siento lo mismo por ti. No creo que podamos seguir con esto.

―¿Ya no me quieres? ―preguntó dolido entre sollozos―. ¡Dímelo! Mírame a los ojos y dime que no me quieres.

―Te quiero, Chandler, pero no de la misma forma.

Intenté poner mi mano sobre su hombro para ofrecerle algún consuelo y él se corrió bruscamente.

―¡No necesito tu compasión, Kurt! ―Acogió su rostro entre sus manos y no reprimió más su llanto―. Lo siento, yo... No entiendo. ¿Por qué ahora?

―Chand, no encontraba el momento, no... Tú no me dejabas, no me permitías decirlo ―me excusé.

―Kurt, yo te amo.

Esas palabras me paralizaron. Su rostro se encontraba colorado y sus ojos ya comenzaban a hincharse. Observé su cabello rubio, que tantas veces acaricié para tranquilizarlo cuando lloraba de esa manera, y no pude evitar hacerlo una vez más. Me senté a su lado, lo abracé y lo obligué a depositar su cabeza en mi pecho.

―Lo siento. No quería que esto sucediera ―me disculpé pasando mis dedos entre sus mechones rubios.

―¿Kurt?

Se incorporó en su asiento, me miró a los ojos y tomó mi rostro con una de sus manos.

―¿Si? ―le permití continuar sin negarme al contacto de su palma en mi mejilla.

―¿Podemos volver a intentarlo? ―Fijé mi vista en él unos segundos, preguntándome si sería correcto hacerlo y finalmente descubrió lo que debía decir para convencerme―. Te necesito.

Cerré mis ojos y uní nuestras bocas en un beso sin pasión. Una lágrima rodó por mi rostro. Yo no lo amaba pero él me necesitaba y aún no estaba preparado para soportar la culpa que me producía verlo sufrir.

Entrelazamos nuestros dedos al tomarnos de las manos y nos dirigimos a la salida del lugar. Al hacerlo, llegué a ver cómo una muchacha se acomodaba en el escenario para cantar y recordé mi encuentro con el dios griego ese día por la mañana.

"Nos vemos a la noche"

Me mordí el labio pensando en sus rizos morochos y decidí cumplir con mi promesa.

Perfect (NOVEDADES EN LA ÚLTIMA PARTE PUBLICADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora