Capítulo 11

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Capítulo 11

Narra Blaine

Lunes

10.45hs

Dos golpecitos en la puerta de madera oscura bastaron para escuchar desde el interior la voz que me dio permiso de ingresar a la oficina.

¡Adelante!

Tomé el picaporte y me abrí paso a la habitación tímidamente. Sebastian se concentraba en un libro que descansaba en su regazo mientras apoyaba los pies en el escritorio negro que nos separaba.

Jamás lo hubiera pensado, pero así, ensimismado en su mundo como estaba, hasta se podía decir que se veía sexy. Su cabello, cuidadosamente peinado hacia arriba, combinaba a la perfección con su piel y con la casi imperceptible sonrisa de lado que iluminaba su rostro.

Me detuve por un momento observando la paz en sus facciones. Era raro encontrarlo tan tranquilo, sobre todo cuando estaba cerca de mí. Siempre llevaba la situación a la tensión y el malestar. Entonces me acordé del sábado. Él se había comportado de una manera extraña y amable a la vez, casi parecíamos viejos amigos. La única explicación que podía encontrarle era que se había dado cuenta de lo miserable que sería su vida si seguía haciéndose odiar por cada persona que se cruzaba en su camino, cosa que era poco probable si tenía en cuenta que era Sebastian de quien estaba hablando.

―Oye, no tengo todo el día ―anunció aún con la vista en las hojas de su libro.

Me asusté un poco ante la distracción que me produjo su voz y dejé que los folios y las carpetas que traía en las manos se me cayeran.

―Disculpa, Seb. Sólo pasaba a dejarte los informes que me pediste hoy temprano.

Me puse en cuclillas para recoger todo. Apresurado hice una pila con las hojas en el suelo y me erguí dispuesto a alcanzárselas a Sebastian, pero al hacerlo tuve que retroceder un paso, sorprendido de tenerlo de pie frente mío, a sólo unos milímetros de distancia.

―No sabía que eras tú, Blainie.

Los músculos de mi espalda se tensaron y un dolor punzante cruzó mi pecho. No me había dado cuenta en ese momento, pero empecé a aguantar la respiración en un intento por contenerme.

Sebastian siempre me llamaba así, aunque después de la otra noche creí que podía dar por sentado que la relación entre nosotros había cambiado. Él lo usaba para molestarme desde que se percató de mi reacción cuando alguien me llamaba de esa forma, aunque no era posible que Sebastian supiera por qué me molestaba tanto. Esa palabra me hacía sentir enfermo y ni siquiera yo conocía la razón.

Tragué dificultosamente la saliva que se había acumulado en mi boca mientras observaba la sonrisa venenosa que se dibujaba en el rostro de Sebastian. Se acercó a mí ese paso que yo había retrocedido y me tomó por la mandíbula con una de sus manos.

―Me encanta que me visites ―dijo fijando su vista en mi boca.

Pude distinguir sus intenciones de besarme justo antes de que lo haga. Lo empujé alejándolo de mí.

―¡Sebastian! ¿Qué mierda te sucede? ―le pregunté totalmente indignado por su actitud―. Creí que... Yo creí que ya habíamos superado esto...

Él se rió y regresó a su asiento detrás del escritorio.

―¿Esto?

Su rostro reflejaba que la situación lo divertía y eso sólo logró que mi enojo aumentara.

Perfect (NOVEDADES EN LA ÚLTIMA PARTE PUBLICADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora