•Día 8: Cómo se conocieron•

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El día que se conocieron para ella había sido mágico.

Siempre se enamoraba. Le decían que era una chica enamoradiza. Ella ya lo había aceptado. Qué podía hacer, se enamoraba mucho. Creía en el amor a primera vez. Tal vez era eso lo que hacía «enamorarse» tan rápido.

Pero esa vez fue diferente.

Burbuja tenía una imaginación única. Leía muchas novelas, en especial románticas. Soñaba con besar a un chico en la lluvia, en besar a alguien comiendo espaguetis como en la película La dama y el vagabundo, e incluso ir de compras con ese alguien especial.

Amaba ver una y otra vez El Titanic. Le fascinaba ver a Jack y a Rose. O ver Love Rosie, decía que el final era un diamante en bruto. Bueno, ya saben de lo que hablo.

A Burbuja le encantaba hablar del amor.

Ese día lluvia muchísimo. El color gris pintaba los cielos. Grandes sonidos se escuchaban en las nubes. Personas iban con paraguas de aquí para allá, algunos iban con bolsos sobre sus cabezas. El noticiero nunca avisa a tiempo.

Burbuja, junto con Bellota, esperaban en una esquina, cerca de una panadería. Bellota iba con su gorrito de lana negro y unas donas en su mano derecha. Según ella, nunca se debe desperdiciar una oportunidad única como tener una panadería al lado suyo. Burbuja tenía puesto una bufanda azul oscuro, regalo de su abuela. Se miraba sus uñas semi pintadas, ella se había pintado por la mañana pero de lo apurada que salió de su casa se le fueron despintando.

—¿Nos va a buscar o qué? —bufó Burbuja de la espera.

—Se paciente. Siempre es puntual. —dijo Bellota después de masticar un pedazo de dona.

Y estaba en lo cierto. Un minuto después Butch apareció con su 4x4. Casi de lo rápido que había venido las enchastra de agua sucia. Baja la ventanilla y aparece esa sonrisa característica de él.

—¿Y?, ¿van a venir? —dijo apoyando en codo en la puerta del gran vehículo.

Bellota sonrío y se acercó hasta darle un beso en los labios. Burbuja suspiró de felicidad. Eran una pareja perfecta.

—Esta vez te tardaste. —dijo Burbuja. —Pero me alegra que hayas venido a buscarnos.

Se subieron. Bellota se había sentado adelante junto con Butch. Y Burbuja se sentó en la parte trasera, detrás de Bellota. La alarma de la camioneta sonó. Luego las chicas se ataron los cinturones de seguridad para hacer parar ese maldito ruido.

—Bellota, ¿no tendrás quitaesmalte no?

—Creo que sí. —murmuró Bellota mientras veía el perfil de su hermoso novio.

Burbuja rió y se imaginó a ella misma en una situación parecida. ¿Sería tan pegada a su novio? Seguro que sí.

Cuarenta y cinco minutos después llegaron a la casa de la morena, o mejor dicho al departamento. Sí, Bellota vivía en un departamento junto a su hermano mayor Dai.

—Perdonen el desorden. —dijo Bellota. —No, mejor ni les pido disculpas, me conocen demasiado bien. Nunca limpiaré algo.

El lugar no estaba desastroso pero le faltaba un poco de limpieza. Claramente para la opinión de Burbuja porque para Butch le daba exactamente lo mismo.

—Por mí está bien piki. —dijo Butch mientras besaba la coronilla de Bellota. —¿Vamos al cuarto?

—C-claro. —dijo con unos ojos de enamorada derretida. —¿Te molesta Burbuja?

—No hay drama. Ya veré cómo divertirme. —Pero antes, ¿el quitaesmalte?

—En el baño. —respondió.

A Burbuja en serio no le molestaba. Eran novios. Tenían que amarse.

Burbuja abrió la primera puerta para entrar al baño, donde estaba el lavamanos. La puerta donde estaba la ducha estaba cerrada.

El baño sí estaba desastroso. Había cremas, espuma de afeitar, pasta dental, algunas bases y hasta máscara de pestañas, todo desordenado.

Burbuja se convencía a ella misma no tocar nada. Sabía que si lo hacía Bellota se enojaría mucho, demasiado. No le gusta que nadie le toque nada.

—Dónde habrá dejado el quitaesmalte. —se preguntó a ella misma.

De la puerta cerrada salió dejando ver a un Dai con una toalla en la cintura. Burbuja se dio vuelta y lo primero que vio fue esa toalla blanca en su cintura. Se sonrojó de sobremanera.

—Ehh, ¡lo siento! —dijo muy apenada. —N-no sabía que estabas aquí.

El chico sonríe. Nunca en su vida había visto a aquella muchacha. Su hermana nunca le presentaba a sus amigas. Bellota le había dicho que nunca se acercara a sus amigas, y eso se cumplía cómo ley.

¿Sobre protectora? No. No con su hermano sino con sus amigas. Sabía lo idiota que podía llegar a ser Dai.

—Yo no sabía que había tal belleza en mi casa. —dijo Dai provocando un supersonrojo a Burbuja. —El quitaesmalte está aquí. —y de un estante sacó una botella con forma de mujer, con un líquido azulado.

Burbuja levantó el rostro y lo miró. Pareciese que nunca había visto tal hombre. Cabello despeinado, torso hermosamente perfecto y un rostro realmente sexy. Sin duda, se había vuelto a enamorar.

—G-gracias. —murmuró mientras tomaba el envase con el líquido extraño. El pequeño roce de ambas manos, provocó un impulso eléctrico a ambas personas. Fue algo inexplicable, algo realmente mágico.

Ese día Burbuja no quiso lavarse las manos...

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¡Holas!
Espero que les haya gustado el capítulo. No sé ustedes pero me sentí identificada con Burbuja, me enamoro mucho. Graciass por todo.
EDITADO

30 Días de azúcar, flores y muchos colores [TERMINADA] [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora