Parte segunda.

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DongHyuck estaba plenamente consciente de que no se tiraría del puente si Johnny le rechazaba. Tampoco es que le ardiera el pecho cada vez que lo miraba, pero había una verdad innegable.

John Seo era el tipo más atractivo que había conocido en toda su vida.

YoungHo estaba apoyado sobre la isla, con un libro se Byron entre sus manos, recitándolo en voz alta por un pedido de su madre, a quien parecía gustarle mucho que su hijo mayor le leyera poemas en inglés.

DongHyuck estaba sentado al lado de su mamá, con su codo apoyado sobre el posabrazos de la silla y su rostro sobre su mano. Cuando terminó de leer, YoungHo tomó su taza de café y le sonrió a sus dos espectadores.

— ¿No quieres con algo, YoungHo-ah? — preguntó.

— Está bien, está bien.

— ¡Ah, DongHyuck-ssi preparó algo para comer! ¿Te importa si empezamos sin MinHyung?

— Ah, no. No. Adelante. Antes de que se enfríen.

Los tres se acercaron a la mesa, y la expresión de Johnny ante la primera probada de aquel postre que él había hecho, le causó cierta alegría. Era obvio que le había gustado.

— Esto está delicioso, querido — canturreó la mujer. — Ay, éste niño, tarda como tres horas para bañarse.

— ¡Mark! ¿Te dormiste en la ducha o qué? — exclamó Johnny.

Casi diez minutos después, Mark apareció con el cabello aún mojado, salpicando su playera roja de gotitas de agua. Su mamá lo miró con mala cara.

— ¿Por qué no te sacaste el pelo?

— Me estaban gritando para que bajara.

— Es porque tú amiguito vino aquí desde hace como media hora y lo tienes esperando.

— Además porque me voy a comer todo esto y no quedará nada para ti — añadió Johnny, llevándose otra de esas tarteletitas dulces a la boca.

Mark y DongHyuck cruzaron miradas, sintiendo como si hubieran anotado un punto para su equipo.

MinHyung le había dicho que si quería llegar al corazón de Johnny, entonces tenía que pasar por su estómago primero. Pero, cuando el canadiense probó aquel postre, no pudo evitar soltar un sonidito de puro placer, porque, qué diablos, era lo más delicioso que había probado en su vida.

— ¿Dónde lo compraste? — preguntó, apenas terminó de masticar. — Creo que tienen el secreto de la felicidad eterna aquí dentro.

— Yo los hice — todos parecieron asombrados.

— No seas mentiroso, mira lo lindos que están, imposible — comentó, medio ofendido por su mentira, mirando a la tarteleta como si fuera el amor de su vida.

— ¡Te digo que los hice yo! Tengo que cocinar para mis hermanos y a ellos les gustan las cosas dulces, así que tuve que aprender a la fuerza.

— Voy a mudarme contigo — aseguró el más joven de los hermanos.

Obviamente, ninguno de los dos notó la mirada que le echó a su madre, YoungHo, con una ceja enarcada. La mujer lo miró del mismo modo, ambos asintieron y siguieron comiendo.

El mayor sacudió sus manos y se limpió la boca con una servilleta.

— Bueno, voy a salir un rato. Los veo más tarde, chicos — besó a su madre mientras metía su teléfono en el bolsillo.

— Dile a TaeIl que venga a comer un día de estos, o pasaré todas las vacaciones sin ver su linda carita.

— Iba a ir con Chittaphon y YoonOh a ver una película... Pero le diré — habló entre risas, sacudiendo la mano para despedirse de los dos muchachos.

— Entonces yo iré a comprar las cosas para el almuerzo. Los dejo solos, así que no rompan nada.

— Mamá, no tenemos cinco años.

— Ayer rompiste mi taza favorita.

— ¡Se me cayó, fue sin querer!

— Eso te pasa por flojo, tuviste que haber lavado tu taza.

— ¡Mamá! ¡Deja de avergonzarme delante de DongHyuck!

El chico solo se reía en silencio.

— ¿En serio cocinaste tú? — le preguntó en cuanto su mamá desapareció.

— Ya te dije que sí, tonto — DongHyuck rodó los ojos.

— ¡Es que es demasiado rico! Podría vivir a base de esto toda mi vida.

— No sobrereacciones, Mark, o me terminaré avergonzando — le dio un golpe en el hombro. Mientras juntaba las cosas y decidió lavar él el platón, así MinHyung no rompía nada.

celestina millennial / markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora