—¡Buenas noches, Córdoba! Bienvenidos a Stereo Hearts. Soy Marlene y volveré a hacerles compañía en esta velada —estaba diciendo mi compañera a través de mis auriculares.
Era tan extraño escuchar el programa mientras deambulaba por las calles de la ciudad y no estando dentro de la estación. Pero Guido me había prohibido ir hasta que se solucionaran las cosas. Nadie de ellos había entendido bien qué había pasado por varios días. No fue hasta que Marlene ató algunos cabos y descubrió lo mío con Celeste.
«Lo mío con Celeste.»
Una risa amarga se me escapó. ¿Acaso realmente había creído que podía tener una oportunidad con ella? ¿Qué ella se fijaría en mí?
Y, aun así, como una estúpida polilla que va hacia un foco, yo había caído por ella.
Había luchado tanto tiempo con aquellos sentimientos. Después de tanto tiempo esforzándome en mantener a todos alejados. Después construir una muralla tan alta entre mí y las personas que creí que nadie la atravesaría, que nadie saldría herido. Pero ella había atravesado todas mis defensas y me había destruido.
Me había usado.
Sólo me había querido para olvidar los problemas con su novio.
Porque, ¿qué otra cosa podría ser? Ella no podría haberse enamorado de alguien como yo, de alguien que la había tratado de la manera en la que yo la traté. No, a menos que fuese idiota y masoquista. Y ella era todo menos idiota.
No estaba prestando atención por donde caminaba hasta que un eco de mis auriculares llegó desde afuera. Cuando me los quité, pude escuchar que el programa sonaba en un pequeño bar de barrio. El olor a comida chatarra se escapaba por la puerta, recordándole a mi cuerpo que no había cenado.
Aunque solía ser reacio a comer en lugares desconocidos, un cartel anunciando un menú vegetariano terminó por tentarme.
Sin embargo, la sorpresa mayor me la había llevado cuando, al entrar, una cara conocida me reconoció.
—¿Casiano? —preguntó Elliott, el novio de Celeste.
★★★
El sándwich de pollo parecía no tener el mismo sabor de siempre, pero sabía que debía estar delicioso, yo era el problema. Después de todo la tarta de ayer y todas las comidas de la última semana habían perdidos cualquier gusto.
Una semana...
Había pasado una semana de la boda de la hermana de Cele. Una semana desde que aquel tío, Casiano había subido al escenario y descaradamente había cantado aquella canción. Una semana desde que la había perdido.
Ninguno de los dos se comunicó con el otro en todo este tiempo. Ella seguramente debía avergonzada y culpable. La conocía, ella siempre cargaría con más culpa de lo que le correspondía. Y yo... Al principio me había sentido tan molesto, tan traicionado, que, cuando todas esas malas emociones pasaron, mi orgullo me impidió intentar aclarar las cosas, y luego llegó la vergüenza.
Todo era tan problemático.
Estaba a punto de pedir una señal a los cielos para saber qué hacer cuando él apareció por la puerta.
—¿Casiano? —exclamé al ver a aquel muchacho de aspecto aterrador.
No solo era la gran cantidad de tatuajes y perforaciones que portaba, o su largo cabello rubio y ropas negras. Lo que intimidaba era su mirada, tan fría y soberbia que parecía estar pensando en diferentes maneras de hacerte desaparecer de su camino.
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Las canciones de Celestina
Storie d'amoreCada medianoche, en una radio independiente, comienza el programa de La Celestina. Una misteriosa locutora de la que nadie conoce su identidad, pero todos confían en sus infalibles consejos. Desamor, miedo, alegría, arrepentimiento, duda, valor... L...