Ámbar.
A la mañana siguiente, todos estaban en fila frente a ella. Anderson estaba a su lado, ordenando y agrupando a los muchachos, y aunque parecieran muy experimentados, el mayor no pasaba de treinta años. Muy jóvenes.
— Muy bien muchachos, haremos lo siguiente. Habrá dos grupos de exploración. El primero ira en dirección norte, y el segundo cubrirá un área de noventa grados desde la posición del norte. Divídanse en grupos de cinco. Solo dos grupos. Sahara...
Ella empezó a organizarlos.
— Ahora, escogeremos a otro grupo, que será el que vigile esta zona, en específico. Uno interno y otro externo. El primero se encargara de vigilar a cien metros. Cualquier avistamiento de enemigos debe ser informado a nosotros. El segundo estará más cerca, a cincuenta metros de distancia de la casa. ¿Entendido?
Ellos asintieron.
Al igual que los grupos de exploración, se dividieron en dos grupos de cinco. Al final, quedaron seis soldados.
— Bien, Zac y Andrea, vendrán conmigo, Bastian y Leandro irán con Ámbar y los otros que quedan, estarán con Sahara ayudándola en todo lo posible.
Una estrategia casi perfecta.
— Bien, iremos en dirección sureste a unos quinientos metros. —Ámbar vio como Leandro fruncía el ceño, pero él no cuestionó sus decisiones. Perfecto—. Mantengan en todo momento contacto telepático. Cualquier problema, del que requiera salir de inmediato, ¿Bastian?
— Listo y preparado. —respondió él—.
— Perfecto. Vamos.
No perdieron el tiempo. La velocidad de los tres era asombrosa. Pero Leandro les ganaba la carrera, y cuando ámbar lo miró, él apartaba el viento de sí mismo.
Inteligente.
Cuando llegaron a los quinientos metros, se dispersaron. Lo primero que Ámbar vio fue un conjunto de cabinas de diversos colores. Con el mayor sigilo, camino entre las cabinas. No había una entrada visible por la cual pasar a las cabinas, por lo que ella subió al techo.
Diviso una escalera, que bajaba, así que inspecciono el lugar, y no había ninguna mente. Bajó. Dentro, era silencio. No había nada a parte de polvo y algunas cajas de metal.
Cuando Ámbar intentó destapar una de las cajas, está no lo hizo. Al parecer, estaba sellado. Si era algún tipo de armamentos, no tenía ninguna intención de meterse en los asuntos de otra gente. Pero para saberlo, tenía que abrir la caja. Utilizando lo poco que tenía de Telekinesia, intentó ayudarse, pero tampoco sirvió. Aplicó más fuerza, y ahí la caja cedió.
Dentro, había restos de armas. Casquillos de balas, carcasas de pistolas.
Sería una pérdida de tiempo buscar en cada una de las cabinas. Por lo qué, Ámbar salió de ahí y continuó buscando. Antes no se había fijado en la enorme construcción que se alzaba en frente de ella. Era el mejor lugar para guardar algo que fuese muy importante.
Adentrándose en el lugar, lo revisó.
El primer salón no tenía muchas cosas. Algunos escombros de paredes, tubos y otras cosas. Avanzó y se encontró con un pasillo. Varias puertas a los lados. Pero, de una de ellas, vino un quejido.
Poniéndose en estado de alerta, continuó caminando y pegó el oído de la puerta.
Escucho unos quejidos, seguidos de sollozos suaves. Haciendo una inspección telepática, solo había una mente, por lo que, con el mayor sigilo entró.
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Corazón de Hielo (COMPLETA)
Ciencia FicciónMe llamo Ámbar, y Soy una chica de 17 años. Todos, y cada uno de esos años, los he vivido en dolor, agonía, y sufrimiento.Sin nadie que me ayudase, sin nadie que me diera consuelo. Pero, después de tanto dolor, aprendes a ignorarlo. Y te conviertes...