III. De Nuevo En Casa

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—¡Termínalo!— le exigió Veigar. Enfrente de él estaba alguien de su misma estatura, tenía un uniforme de técnico y un bigote bien parecido, estaba atado con cadenas verdes a la pared.

—No quiero...— respondió aquel con una voz poco chillona.

—No tienes otra opción— replicó Veigar con brazos cruzados.

—Dame una garantía de que... De que ellos volverán a recordarme...— mandó con desesperación.

—Uy, eso si que no— masculló vascilante. —Solo negociaremos tu libertad— aseveró dándole la espalda.

—¿Pero por qué?— interrogó, trató de liberarse pero era inútil. —¡Tú me habías prometido que si obedecía lo harías!

—Si hubieras accedido antes... Creo que sería diferente...— insinuó con pesadez.

—¡Aún puedes hacerlo! ¡Tienes los códigos!— exclamó el prisionero con rabia mientras se movía bruscamente, tratando de liberarse pero como siempre era en vano.

—Pero, no puedo hacerlo... Y nunca lo haré. — alegó juguetonamente.  —Ellos nunca más se volverán a acordar de ti.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Maldita sea!— gritó con furia y desesperación. Rápidamente Veigar volteó.

—Porque ya no pueden recordar cuando ¡están muertos!— respondió, seguido carcajeó. El otro individuo estaba sin habla. Su mirada se dirigía al suelo, era como si ya supiera la respuesta pero se negaba en aceptarla. Una profunda rabia se clavó en su corazón, pero al estar atado de manos, literalmente, no podía hacer nada.

—Conformate con que tu pueblucho te recuerde.

¡El pueblo! Estarán desprotegidos... Tengo que...

—Está bien, acepto tus términos— afirmó. —Con la condición de que me dejes en libertad.

—Sabía que cederías...

~×~

—Hola de nuevo chicas— saludó Janna al entrar a la sala.

En la habitación había un sofá en donde yacían sentadas una chica de cabello rosado con el cabello suelto, una pelirroja de coletas con fastidio en su rostro y una chiquilla de cabello azul también con coletas, las tres esperaban a que llegara Janna.

—Hola anciana— bufó la pelirroja. —¡Jinx!— reprendió la chica de cabello rosado.

—No importa Luxanna— mencionó  sonriendo. —El lenguaje que usa solo es para denotar su inmadurez— añadió Janna con una sonrisa.

El gesto asqueado de la pelirroja no se esperaba en aparecer.

—Entonces... ¿Donde está la quinta?— preguntó la chica de cabellos azulados.

—Atrás de mi, es algo tímida pero tendremos tiempo de conocernos después — dijo Janna, la chiquilla de cabello verde estaba agarrada de un pierna de ella, las tres se acercaban.

—¿Ahora que sigue?— preguntó Luxanna. Lulu se integró al cuarteto.

—Darles su fragmento de estrella— la muchacha se dirigió a una mesita, sobre él estaba un cofre. Lo abrió revelando cinco rombos cristalinos de diferentes colores, uno morado, otro azul, un verde, un rojo y finalmente uno rosa. —Tomen el suyo— mandó y todas obedecieron, al tomarlo se dieron cuenta que tenía una cuerda, lo curioso de ésta era que se podía manipular de forma que se hiciera un collar y era bastante flexible.

—Necesito que las junten para vincularlas— cada una juntó su mano una tras otra formando una estrella de cinco picos, las gemas empezaron a brillar tenuemente y después se apagaron. —Listo.

La misma y opuesta miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora