Capítulo 11: Sacrificio

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"Todo a mi alrededor son rostros familiares, sitios desgastados, rostros desgastados

Muy de mañana para las competencias diarias yendo a ningún lado, yendo a ningún lado...

Sus lágrimas empañan sus lentes sin expresión, sin expresión

Escondo mi cabeza, quiero ahogarme en mi pena sin un mañana, no hay un mañana

Y me parece un poco gracioso, me parece un poco triste que los sueños en los que he muerto son los mejores que jamás tendré

Encuentro difícil decírtelo, tan duro de aceptar que cuando la gente corre en círculos.... Este es un muy, muy loco mundo...."

-Gary Jules, Mad World

Amanda

Aún no me creía que Sebastian ya no estuviera, me empezaba a habituar a las discusiones por Luna, estaba acostumbrada a que Faye me detestara, pero discutir con Sebastian por Luna era extrañamente divertido. Supongo que, aunque no lo quería por ser Strauss, ya esa parte la había ido asimilando, picarlo últimamente se había vuelto divertido porque de haber vivido juntas habría sido una hermana muy protectora y nadie sería lo suficiente para ella. Es difícil reconocer que, en algún momento de nuestro matrimonio, y la amistad que mantuvimos antes de eso, llegué a tomarle un cierto aprecio. Apenas, tampoco es que lo quisiera porque no, nunca lo quise.

Cogí la fotografía de nuestra boda que tenía guardada en un baúl en una de las habitaciones de mi piso, una fotografía que mantenía escondida de todos

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Cogí la fotografía de nuestra boda que tenía guardada en un baúl en una de las habitaciones de mi piso, una fotografía que mantenía escondida de todos. A pesar de no llegar a amarme, se le veía feliz en ella tal vez porque en ese entonces yo esperaba un hijo de él; no me gustaba que estuviera cerca de Luna, pero sé de la infelicidad de mi hermana sin él, y sabía que pasaría por un proceso horrible si algo llegaba a ocurrirle; y al final, pasó. Está pasando.

Él sí llegó a tener sentimientos por mí en algún momento de nuestro matrimonio, lo confesó, y yo le quité a un hijo que sí pudo haber llegado a querer, Luna tenía razón. Y Sebastian, Sebastian habría sido mejor padre de lo que el suyo nunca fue.

Devolví la fotografía a su lugar en ese viejo baúl de recuerdos de los que no he podido deshacerme porque también habían fotografías con Lucius y Claudia. Qué raro seguía sintiéndose no tenerlos cerca.

Había regresado a Londres la noche anterior. Sola. Dejé a Luna bien cuidada en Seattle, y no me gustó tener que despedirme de ella a sabiendas de cómo la estaba pasando.

Llamaron a la puerta, me vi al espejo, arreglé un poco mi cabello y salí.

Escuché la voz de Maura a medida que me acercaba a abrirle; debía estar hablando por teléfono con alguien. Abrí, ella entró haciendo seña con la mano de que le diera un minuto. Nos serví café, ella colgó y tomó asiento a la barra de la cocina, a mi lado.

Vestida de Luna. Tomo 2©Where stories live. Discover now