XII. Plan B

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Después de hablar con el jefe Havoc, a Edward le habían permitido entrar a ver a Alphonse una vez más y se sintió verdaderamente aliviado al escuchar que su salud evolucionaba favorablemente, pues de seguir así, pronto podrían trasladarlo a un cuarto.

Julia prometió estar al pendiente de todo lo que Alphonse fuera a necesitar en ausencia de Edward; cuando casi tuvo que suplicarle para que se fuese a descansar un poco. El rubio debía presentarse temprano a su trabajo y tenía dos días sin descansar apropiadamente.

La pequeña casa que rentaban los hermanos Elric estaba muy lejos de la zona de los hospitales y el transporte público se tomaba toda una eternidad en llegar hasta allá. Estando demasiado cansado y por temor a quedarse dormido, Edward prefirió ocupar su mente en algo lo suficientemente inquietante como para llevarse su sueño. Pegó la cabeza a la ventana del colectivo y mientras observaba cómo su cálida respiración empañaba el cristal, se preguntó: ¿Por qué Mustang no querría elegir a otra? ¿Por qué?

"¿Tendrá alguna sospecha y quiere preguntarme directamente? Sé bien que unos cuántos millones y tráfico influencias bastarían para aplastarme como a una cucaracha, si llegara a descubrirme... Pero, ¿lo haría? En verdad Roy Mustang, ¿me destruiría? ¿Podría llegar a ser tan cruel...?"

Las incesantes preguntas no dejaban de generarse en su cabeza, a la vez que observaba cómo el estilo de viviendas cambiaba drásticamente de una colonia a otra. Señal inequívoca de que ya se acercaba a su paradero.

"No, eso no es lo que va a pasar porque no le daré la oportunidad. No volveré a hacer esto jamás. Así, él nunca lo sabrá y todo quedará en el olvido. Aunque después, al recordarlo inesperadamente en alguna ocasión, seguramente terminaré riendo a carcajadas que luego tendré que explicar con algún pretexto tonto, pues nadie, absolutamente nadie más debe enterarse de esto"

Al entrar a la casa, lo primero que hizo fue aventar la mochila en algún sitio, menos mal que pudo deshacerse del efectivo en la misma clínica, haciendo el pago correspondiente a la operación. Andar por las calles con tal cantidad de dinero hubiera sido demasiado arriesgado. Ansioso por un buen baño que lo relajara, agradeció tener un poco de gas para calentar al menos una cafetera y poder subir un poco la temperatura del agua. Estaba maldiciendo el que las uñas falsas no le permitieran agarrar un cerillo cuando el vibrador de su móvil le hizo sobresaltar y aunque terminó por tirarlos todos, enseguida se dispuso a contestarlo. Eran contadas las personas que tenían su número, apenas y completaban los dedos de una de sus manos, pero la más importante de todas, era la enfermera que cuidaba de su hermano en la clínica y había jurado llamarle a la más mínima emergencia. Así que con el corazón ya latiéndole en la garganta checó el identificador de llamadas y suspiró de alivio cuando era otro nombre conocido el que se mostraba en la pantalla. Mas al imaginar lo que quería, no dejó de sentirse fastidiado por ello.

—Espero que no siga insistiendo con lo mismo.

—El señor Roy Mustang quiere comunicarse contigo, Edith —le informó el hombre al otro lado de la línea y sin darle tiempo de asimilarlo, Havoc le terminó pasando el aparato a su jefe.

—¡Buenas tardes preciosa! ¿Cómo has estado? —Esa grave y cautivadora voz sólo podía pertenecerle a...— ¿Hola? ¿Edith? ¿Me escuchas? —Edward se quedó completamente congelado, sin duda era él, esa era ¡su voz!

—Se... señor Mustang —Edward tragó saliva obligándose a contestar con la mayor seguridad que pudo— ¡Buenas tardes! Estoy mejor, gracias por preguntar.

—Me alegra oír eso —susurró tranquilo Mustang desde la línea— me quedé con pendiente anoche. Me disculpo de nuevo por no haberte brindado la atención debida.

Mi verdadero nombre es EdwardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora