XXVIII. ¿Aborto?

967 102 180
                                    


El rostro de Edward se reflejaba en la ventana del tren, mientras su mentón descansaba sobre su mano derecha.

"¡Mírame cuando te hablo, basura!"

—¿Por qué me trató de esa forma? ¿Por qué? Si se supone que me quería.

"¡Te odio! ¡Te desprecio! No vales nada ¡¡¡NADA!!!"

—¿Tan hondo lo herí para llegar a odiarme de esa manera?

"¿Te divertiste mucho jugando conmigo? Viendo mis reacciones de ¿estúpido enamorado?"

—¿O es que me odia tan sólo por el simple hecho de ser hombre?

"¡Maldito perro callejero!, ni en sueños te hubieras podido conseguir un hombre como yo"

—Claro que, siendo un hombre tan importante, pasearse con un travesti tomado del brazo, no es lo que todo el mundo espera de Roy.

"¡Señor Mustang! para ti, espero que recuerdes cuál es tu lugar"

—¡Qué iluso fui! Todo estuvo destinado al fracaso desde el principio. El Casanova de Fuego no podía terminar atado a un hombre. No lo haría, ni siquiera por Edith, aunque la siguiera amando.

Apartó la vista de la ventana y miró con fijeza la imagen en el papel.

—Sí, aunque él me odie, a Edith la sigue amando, enfrenta a la prensa como todo un caballero y nunca habla mal de ella; y a los eventos, está asistiendo completamente solo.

Tenía un largo camino para seguir pensando en Roy Mustang, pero él ya no quería hacerlo, tenía que olvidarlo, y aunque le doliera, necesitaba esforzarse para que Alphonse no se diera cuenta de nada, así que al notar que regresaba pasó de la página de sociales y comenzó a revisar las solicitudes de empleo en el periódico. Había puesto mucho empeño por disimular todo lo que le pasó en Aquroya, desde que Ling le enseñara unos trucos con el maquillaje para poder esconder sus marcas, hasta tener que cubrir por completo su cuerpo en el norte, en donde el clima le resultó favorecedor.

—¡Mira hermano, te compré los que te gustan! —ofreciéndole una bolsa con panecillos el menor de los Elric le sonrió.

—Gracias Al, pero no me apetece nada en estos momentos.

—Vamos hermano, estás más delgado que nunca, pareciera que ahora tan sólo comes lo indispensable para sobrevivir, antes ni siquiera lo hubieses pensado ¿Acaso en tu nuevo puesto les prohíben engordar?

Edward recordó que tenía un largo camino por recorrer así que no podría evitar las interminables preguntas que su hermano menor le haría, entonces decidió dejar satisfecha la curiosidad que Alphonse demandaba. Pues como bien lo conocía no se detendría hasta llegar a la verdad.

—Al, no me están transfiriendo a ningún lugar... renuncié —su hermanito casi se atraganta con su panecillo al oírlo.

—Pero tú dijiste... —aún con pan en la boca.

—No se me ocurrió otra cosa para hacerte venir —y decidido a dejar la conversación en ese punto, Edward volvió sus ojos al periódico y comenzó a marcar con un lápiz los anuncios que llamaban su atención.

Mas Alphonse tan sólo siguió mirándole con recelo y conforme su pan se acababa su ceño se iba frunciendo más y más. Hasta que sin nada más que distrajera a su boca, decidió regresar al tema.

—He estado esperando pacientemente a que me digas qué fue lo que te pasó en ese viaje al que fuiste con el hermano de May, desde eso te comportas como un muerto en vida. Y ahora ¿renuncias?

Mi verdadero nombre es EdwardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora