XIX. Está enamorado de mí

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Apenas regresó Julia, Edward desayunó lo más rápido que pudo para volver a salir con destino a la casa de May Chang.

Tenía suerte de tener a Alphonse de hermano, había pensado que se lo pondría más difícil, pero era una excelente persona que le comprendía y quería a pesar de todo. Y él no podía dejar de sentirse un poco mal, pues a pesar de tener el apoyo de su única familia, todavía le ocultaba ciertas cosas.

Como que todo aquello ya se le había ido de las manos.

Mustang le había pedido que fuese su novia. Mas él era un chico y no había forma de que pudiera aceptar algo como eso. Haberle permitido besos y caricias a ese hombre quizás le llevó a pensar que podría obtener de Edith algo más, y de aceptar un noviazgo, de seguro retomaba la idea de llevársela a la cama. Lo mejor sería hablar con Mustang y decirle de una buena vez toda la verdad. Nada bueno iba a salir de tantas mentiras, ya se las arreglaría después para conseguir dinero.

Fuera de la casa de May parecía todo en orden, mas al dar un paso dentro de ella, un perfume de inigualable belleza natural invadió sus pulmones.

—¡Te envió rosas! ¡Rosas rojas!

Le recibió ella con una enorme sonrisa y llena de emoción le mostró la extensa sala que se encontraba completamente abarrotada de arreglos florales.

—Llegaron apenas te fuiste. Tal vez pensó darte la sorpresa cuando despertaras, claro él no sabe que siempre te vas muy temprano, así que la sorprendida fui yo. Roy Mustang es todo un príncipe ¿Seguro que no pasó nada más anoche? —una sonrisa pícara apareció en los rosados labios de la oriental.

Edward tan sólo pudo negar con la cabeza incapaz de soltar palabra alguna, ante la impresión que le causó ver tantas rosas juntas y el saber que eran suyas le hizo suspirar profundamente. Luego miró el arreglo del centro, llevaba una pequeña tarjeta impresa con elegantes letras doradas, que tomó y leyó.

"Tal vez esto te ayude a decidir antes, Edith

Roy Mustang"

Un increíble nudo se instaló en su garganta y sin que pudiera evitarlo sus ojos se llenaron de lágrimas. Lágrimas que evitó a toda costa que cayeran. Pero ¿por qué?, ¿por qué se sentía terriblemente mal por haber ilusionado a Mustang de esa manera? Mustang no tomaba a ninguna mujer en serio y de seguro que a más de una le ha de haber roto las ilusiones también. Pero ni siquiera así sentía que el empresario mereciera todo ese engaño.

Al verle tan consternado May deshizo su sonrisa y quiso cambiar de tema— por cierto, ¿cómo te fue con tu hermanito? —al menos su voz consiguió que Edward aterrizara de nuevo.

—Tenías razón. Todo se solucionó —le respondió con voz ahogada y tragándose el llanto contenido luego soltó demasiado serio— May, necesito que me hagas un favor.

+++

Había sido un favor muy sencillo el que Edward le había pedido a May. Le pidió citar a todos los involucrados en todo el embrollo para una reunión esa misma noche.

—Bien, cariño —fue Ling el que rompió el intenso silencio en que se habían encerrado los cinco en la llamativa sala de la casa— ¿Qué es eso tan importante que querías decirnos? Además claro, de presumirnos tus flores.

—¡No les llamé para presumir! —Contestó de inmediato Edward mirando un tanto molesto al oriental.

—Después de tanto tiempo tan sólo ha conseguido que el jefe termine obsesionándose más con Edith —Falman reaccionó de inmediato desde el sillón donde se encontraba.

Mi verdadero nombre es EdwardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora