Capítulo 6: "Cuando se fue."

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18 de enero, 2015.

Estacioné frente a la casa y me quedé por varios minutos mirando nada más que el volante del auto. Todavía se escuchaba de fondo las canciones que había grabado mi hermana para mí en un CD, quizá había sido una especie de plan para hacerme llorar porque solamente sonaban canciones tristes, pero hasta el momento ninguna había logrado hacerme derramar una sola lágrima.

Con lentitud, tomé las llaves y apague el vehículo. Ni bien había apoyado un pie sobre el asfalto, noté que la puerta de la casa se abrió y mi madre salió, me miraba apenada y tan solo torcí los labios en respuesta.

A medida que me acercaba a la entrada, podía observar cómo los brazos de mi madre se separaban para luego rodearme con fuerza. Me aferré a su cuerpo con firmeza, temiendo que ella también me dejara solo y rato después pude, con mucho esfuerzo, alejarme de la calidez que me generaba abrazarla.

—Haz, cielo...—Susurró suavemente. Levanté la mirada y me pareció muy curioso que yo tuviera que quitar las lágrimas de sus ojos, pero solo lo hice y no dije nada en su lugar. — Solo quiero que sepas que, si necesitas, estaré siempre aquí. Sé que él es una gran chico, pero quizá no era el indicado, cariño.

— Estaré bien, mamá. — Le sonreí, todavía sin mostrar los dientes. No era una sonrisa que sintiera, al fin y al cabo. — Hoy no cenaré. Espero que lo entiendan. — Deposité un beso en su mejilla y me dirigí escaleras arriba.

Caminé por el pasillo de la planta superior hasta dar con mi cuarto y allí me encerré. Por el momento, la luz del día seguía iluminando la habitación así que ni me molesté en acercarme al interruptor. Me acerqué a la cama y no tarde mucho tiempo en sentarme. Comencé a quitarme la campera y en el momento en que la tenía fuera de mis hombros, observé cómo un pequeño papel color celeste caía al piso. Eché un vistazo a mi alrededor, por si alguien sabía de qué se trataba todo esto pero efectivamente me encontraba solo.

Lentamente me incliné y tomé aquel sobre entre mis dedos. De un lado no decía nada, pero por el otro estaba firmado por Niall. El papel que envolvía el contenido fue rápidamente roto por lo que, enseguida me deshice de las hojas que estorbaban.

"Haz, sé que odias cuando la gente mete mano entre tus cosas pero me veía obligado a poner esta carta en tu campera. Sabía que si te la daba en mano, la leerías en frente mío y ninguno de los dos lo podría haber soportado. Hay muchas cosas que quiero decirte pero no sé cómo así que las escribo, entonces no me verás llorar porque no encuentro las palabras adecuadas. Una parte de mí, la parte física, se irá en ese avión con mis padres a Australia mañana, pero necesito que te des cuenta que la otra parte, mi espíritu, queda contigo en Inglaterra. Confieso que estoy aterrado, no sé si irme es lo correcto pero realmente espero que todo esto que estamos viviendo, sea por una razón. De todas formas, puedo asegurarte que te recordaré cada día que esté lejos. Me enseñaste mucho a través de estos años juntos, esta relación fue un gran aprendizaje y tan solo deseo no olvidarme ni de un simple detalle. Ojalá todas las personas tuvieran la misma suerte que nosotros, cariño. Cuídate mucho, y yo prometo hacer lo mismo.

Con mucho amor,

Niall."

Por un par de minutos, mi mirada se mantuvo fija en aquellas palabras cargadas de tanto significado. Llegué al punto donde ni siquiera podía diferenciar una letra por sobre la otra, todas se veían exactamente iguales. De a poco doble aquella carta y la guarde dentro de uno de los cajones de mi mueble.

Una vez que me di la vuelta, examiné mi cuarto y me percate de cuán vacío se sentía en realidad. Había fotos de cuando era pequeño colgadas en la pared, álbumes viejos guardados en cajas, libros escondidos entre hojas de la universidad, y aquella campera negra colgada con delicadeza en la silla. Suspiré con amargura y proseguí a esconder todo lo que me recordara a él debajo de la cama, guardando cada objeto delicadamente.

Apenas dos golpes ligeros sobre la puerta me sacaron de mi mundo. Fije la mirada en la madera y luego de haber susurrado un "pase", cuatro cabezas rubias se asomaron.

—Haz...— Habló Anna , la más pequeña.

—Pueden pasar, pequeños demonios. — Les sonreí con confianza y antes de que me pudiera dar cuenta, tenía a mis cuatro hermanas abrazándome.

—¿Estarás bien, Haz-Haz? — Esta vez fue Nicole quien murmuró. Corrí el pelo de su rostro y asentí en respuesta.

—No se preocupen por mí. Mientras las tenga a ustedes, estaré más que bien.

Y de alguna manera, habíamos terminado los cinco en mi cama. Me habían dejado en la punta y con suerte, mi brazo llegaba a abrazar a tres de ellas. La noche lentamente caía y mis ojos todavía no se habían cerrado. Ya no me acordaba cuánto tiempo llevaba viendo a las cuatro niñas pero sólo sabía que si alguna de ellas estuviese en mi situación, haría lo que sea para sacarles una sonrisa y no dejarlas decaer.

Me senté despaciosamente en el colchón para luego levantarme por completo. Las nenas estaban durmiendo con profundidad así que tomé la primer manta que encontré y las tape para evitar que pasen frío esta noche. Apenas hube depositado un beso en la frente de cada una, tomé la chaqueta y las llaves de la casa para poder salir.

Procure ser silencioso al bajar las escaleras pero, de hecho, mis padres seguían despiertos. Me asomé por la puerta de la cocina y ambos sonrieron en mi dirección. No era una sonrisa de felicidad, más bien era de pena y eso no me hacía sentir mejor.

—Saldré esta noche, para despejarme. — Mascullé. — Las niñas están en mi cama durmiendo, dejen que se queden allí, no es problema.

— ¿Estás seguro que lo que necesitas es salir? — Indagó mi madre. Me conocía bien.— ¿Quizá un chocolate caliente con galletas?

— No tiene diez años, Karen. — Respondió mi padre. —Ve tranquilo, hijo. Avísanos si algo sale mal, ¿vale?

Asentí levemente y sin demorarme un minuto más, me puse la campera, guardé las llaves del auto y avancé hacia la puerta. Giré el picaporte y cuando iba a tirar de éste, sentí como algo se aferraba de mi pierna. Me volteé asustado y divisé a Nicole agarrada de mi pantalón.

— ¿Nicky? — Murmuré, confundido. Cuando logré que se soltara, me agaché para poder verla directo a los ojos. — ¿Está todo bien?

— ¿Volverás esta noche, Haz? — Vi sus pequeños ojos verdes cristalizarse y se me partió el corazón.

— Yo...eh, — Sentí mi cabeza ir a diez mil por horas y antes de que pudiera darme cuenta, había cerrado la puerta de la entrada y me quedé frente a mi hermana. — Supongo que no me iré.

Brisa de Invierno |NARRY|Where stories live. Discover now