04 - Perderse

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El mar era el lugar favorito de Flor. El color azul la transportaba a un estado de relax y reflexión.
Caminó horas y horas por la orilla. Se desconectó de todo. Recibió decenas de llamadas, la mayoría de su novio, pero no atendió a nadie. Solo habló con la única persona que logró ponerle los pies sobre la tierra. A pesar de que no la conocía, Jazmín había logrado en ella mucho más que todas las personas de su entorno.
Pero todo los momentos de placer suelen terminar cuando uno debe volver a la realidad.
Esa misma tarde, Flor se subió a su auto y volvió a su casa.
Al llegar, pensó que no encontraría a nadie, pero en el extremo de la mesa del comedor estaba él.

"Daniel, pensé que estarías afuera."

"Yo pensé que si desaparecías tres días me ibas a avisar."

"Te dejé una nota."

"Una nota no es suficiente. Estábamos todos preocupados. Me preguntaban a mí y yo no sabía que decirles. Me sentí un estúpido diciendo que no sabía dónde estaba mi novia."

Flor en otro momento se hubiese sentido culpable. Otra vez ella provocando en los demás una preocupación. Pero por primera vez pudo liberarse de esa carga. Todos se preocupaban por su ausencia pero no por ella. A algunos les preocupaba quién manejaría el hotel si ella no estaba. A Daniel le preocupaba qué responder si le preguntaban por ella. Nadie se preocupó en saber el motivo de su ausencia.

"Podrías mostrarles tu resumen de tarjeta y decirles que no sabías porque estabas ocupado en otro asunto."

"Mirá, con respecto a eso..."

"Daniel. Te dejé tres días enteros para que me inventaras una excusa sobre lo que hiciste. Pero ¿sabés una cosa? No me importa. No te voy a creer. Y no me enojo. Yo no quiero seguir viviendo lo que los demás quieran. Estoy harta, estoy cansada. No quiero más mentiras, no quiero más disconformidades. No quiero más esta vida falsa."

Daniel sintió el cambio en Flor. Realmente creyó que hablándole podría enmendar lo que había hecho. Tenía pensado decirle que habían estado distanciados tanto tiempo que cometió un error. Le pediría perdón y sabía que Flor lo perdonaría. Ella siempre perdonaba. Y a pocos meses de su casamiento, resultaría aún más fácil. No podía terminarse todo.

"Flor, calmate. Estás muy nerviosa y no sabés lo que decís."

"Nunca tuve las cosas tan claras. Daniel, quiero que te vayas de mi casa."

Daniel no entendía nada. Miraba desorbitado a una Flor entera, segura, parada frente a él con los brazos cruzados. Si bien se conocían hace mucho, Daniel hace tiempo ya no sentía estar enamorado, si es que alguna vez lo estuvo. Pero su vida era muy cómoda. Tenía casa, tenía un trabajo que le consiguió su suegro, tenía un buen auto. Cada tanto se veía con aquella secretaria nueva, como lo había hecho durante los últimos años con la que se le había presentado la oportunidad. Salía con sus amigos y no le rendía cuentas a nadie. Pero ahora esa vida pendía de un hilo. Ese hilo que estaba a punto de cortarse.

"Por favor mi amor. Pensemos. Tiene que haber una solución. Tenemos todo para ser felices."

"A veces no se trata de tener todo. Yo estoy rodeada de todo eso que vos ves, pero sin embargo no soy feliz. Y vos tampoco. Vos no merecés vivir en una mentira y yo no merezco vivir sometida. Si es por ese 'todo' del que hablás, quedate tranquilo que no vas a perder nada. Ni tu trabajo, ni tu auto, ni tu libertad. Ahora te pido que te vayas."

Notar que Flor no hablaba desde el rencor, lo hizo tranquilizar. Y por primera vez entendió a Flor. Entendió que ninguno era feliz así. Se acercó a ella en silencio y la abrazó. Besó su frente, le volvió a pedir perdón, tomó algunas de sus cosas y se fue.

Flor se sintió triunfante pero también abatida. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Cómo le explicaría al resto lo que había hecho? Miró la hora, tomó el teléfono y solo pudo hacer una cosa.

"Jazmín."

"Buenas tardes. Diga su nombre y..."

"No juguemos más Jazmín. Hoy no."

"Flor. ¿Estás bien?"

"Necesito verte."

"No."

"¿Por qué no?"

"Porque no corresponde."

"Jazmín, por favor."

Jazmín se moría de ganas por verla. Pero sabía que era muy arriesgado. Por primera vez empezó a tomar consciencia de que sus conversaciones con Flor estaban al filo de lo correcto. Respiró profundo mientras pensaba.

"Soy una estúpida. Solo soy una clienta para vos. Quedate tranquila que no te molesto más."

"¡No! Flor ¡Esperá!"

Pero ya había cortado. Jazmín se desesperó tocando todos los botones para encontrar su número, pero no quedaba registrado. Se quedó una hora más esperando que vuelva a llamar, pero eso no sucedió.

Al día siguiente, Jazmín llegó como todos los días.
Saludó rápidamente a los pocos rostros que registraba y fue directo a su escritorio. Pero para su sorpresa, alguien más lo ocupaba, un joven que Jazmín nunca había visto.

"Disculpa, soy Jazmín. Creo que te equivocaste, este es mi lugar."

"Hola Jazmín, soy Damián. Qué raro. Mariana me dijo que me siente acá, hoy es mi primer día."

"¿Mariana te dijo eso?"

Sin saber por qué, a Jazmín comenzó a hacérsele un nudo en el estómago.

"Del Río. Por favor a mi oficina"

Jazmín volteó y efectivamente era la voz de Mariana, quien ya estaba marchando a su oficina.
La siguió despacio, en silencio, con varias miradas clavadas en ella. Seguramente no era común que la supervisora te llamara a su oficina y de seguro, no era por nada bueno.
Entró atrás de ella y se sentó en la silla de enfrente. Mariana, sin mirarla, le entregó una hoja.

"No voy a dar muchas vueltas. Acabo de venir del correo, esta es una copia de la carta documento que enviamos. Estás despedida. En una semana podés pasar para cobrar lo que te corresponde."

Estás despedida eran las únicas palabras que Jazmín oyó. ¿Despedida? ¿Por qué? ¿Qué había hecho?

"Antes de que me pidas explicaciones, que lamentablemente tengo que darte por cuestiones burocráticas, te informo que todas tus llamadas fueron controladas."

"¿Y que tiene de malo?"

"¿Cómo que tiene de malo? ¿Hace falta que te explique que rompiste con todos los protocolos? Seguramente no lo sabés porque ni debés haber leído el manual. Pero te excediste. Tus llamadas llegaron a nuestros supervisores y no están para nada conformes con que una empleada se quede horas hablando con una mujer para fines personales."

"¿Fines personales? ¿Usted qué sabe?"

"Usted sabe bien a qué me refiero. Pero su vida personal no puede meterse en el trabajo. Por favor señorita, junte sus cosas y retírese."

Jazmín salió de esa oficina sin saber qué hacer. Juntó sus pocas cosas que allí tenía y salió andando.

Ahora ¿Cómo iba a hacer para encontrarla?

Inercia - Flozmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora