Prólogo

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Estaba caminando por las frías calles, rumbo ah la guardería de Max. Hoy era mi primer día como mesero en una cafetería al norte de la ciudad y para ser sincero me encontraba sumamente nervioso. Encontrar trabajo había sido muy difícil y mas para alguien que no ah terminado sus estudios. Me convertí en padre ah los 16, dejando por completo mi vida para dedicarme ah mi pequeño arándano día y tarde.

Habían pasado tres años desde entonces y nunca me había arrepentido de mi decisión. No podía simplemente ignorar ah ese pequeño ser que había sido botado como si no valiera nada, una de las noches mas frías de Nueva York escuche ese llanto que pedía calor a gritos, ya tenia un par de horas cuando lo encontré mal enredado en una bolsa de basura impidiéndole moverse y con sus labios completamente azules por la temperatura a su alrededor.

Lo tome entre mis brazos cubriéndolo con mi chaqueta para llevarlo al hospital lo mas rápido que mis piernas me lo permitieron. Localice a Cat, la mejor amiga de mi hermano, para pedirle ayuda con el bebé, cosa que no pudo negarme al ver su estado.

Dos horas.

Había estado dos horas esa noche en espera de noticias, pero nadie se acercaba a mi. Mi mente se carcomía pensando lo peor, pensando que había llegado muy tarde y ya no había esperanza, que todo se había terminado. Mi vista comenzaba a tornarse borrosa por las lágrimas que amenazaban por salir, pero estas se volvieron de felicidad media hora más tarde cuando la chica me dijo que estaba estable.

Cuando lo vi, toda tristeza y preocupación se había esfumado por completo dejándome una gran sonrisa. El día siguiente me había llevado al pequeños Max a casa sin tomarle importancia a los regaños de Cat. Sabia perfectamente lo que pasaría si lo dejaba en manos del hospital y no podía permitir que mi arándano terminara en un orfanato cuando podía estar conmigo.

Rogarle que no dijera nada fue difícil, pero al final logre convencerla y mi hermano no se entero hasta un año después. 

Mi vida contaba con altos y bajos, pero pensar en mi hijo me daba la fuerza suficiente para seguir y encontrar una solución por más bajo que cayera. 

- Hemos llegado - dije bajando a Max de mis hombros quien, no tardo en hacer un puchero.

- Quiero volver a casa - se cruzo de brazos mientras le daba una pequeña sonrisa .

- Lo se - respondí colocándome a su altura - pero papí debe trabajar para comparte un helado cuando vuelva - 

- No quiero un helado - sus pequeños ojos azules comenzaron a cristalizarse - Te quiero ah ti -

Mi corazón se estrujó al verlo soltar una lágrima, y sin pensarlo lo abrace besando su mejilla - Te prometo que te divertirás mucho - murmuré - solo serán unas horas, por favor Max... hazlo por mi -este asintió varios minutos después.

Me había acostumbrado los ultimo meses a estar con él todo el tiempo y dejarlo en un lugar con completos desconocidos era algo difícil, sin embargo, realmente necesitaba este trabajo.

•••

Izzy me había convencido para tomarme el día libre mientras Rafa estaba en el colegio, por mas que me negué no logre convencerla para que se retractara. Quedamos de vernos en una nueva cafetería ah unas cuadras de su casa.

Mi hermana volvió de su luna de miel hace un par de días y Jace lleva casado por lo menos tres años. Yo, en cambio, estaba soltero desde que encontré ah Rafa en uno de mis viajes por Buenos Aires. Su adopción había sido un gran reto para ambos, sobre todo cuando mi madre insistía en que mi hermano lo adoptara al tener una vida estable en sus primeros meses de matrimonio.

Chocando con el destino - MalecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora