#3 Brujo asesino

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Seizon saltó sobre el sillón y buscó con la mano el machete de su cinturón. No lo encontró. Miró con hostilidad a Beon y al felino junto a él. Comprendió que todo había sido un engaño. Le habían desprovisto de sus armas y habían estado jugando con ella como un gato juega con un ratón antes de comérselo, y daba la casualidad que frente a ella había un enorme gato. Al final resultaba que todo era cierto, la magia existía y era usada por gente mala, por brujos asesinos.

—Cálmate chica, no queremos hacerte daño —dijo Beon con tono sereno y mostrando las palmas de sus manos en un gesto de paz.

—¡Es el felino que se llevaba mis presas! ¡está contigo! —gritó Seizon. 

Estaba furiosa y miraba de reojo la puerta por la que habían entrado, calculando el tiempo que tardaría en llegar hasta ella si el animal atacaba.

—Es un tigre, se llama Jú y es mi amigo, hemos estado juntos por muchísimos ciclos, diría que más de sesenta. No te va a hacer daño, tú tampoco se lo hiciste según me ha comentado. 

Beon hablaba con tranquilidad, temiendo que cualquier sílaba más fuerte de lo normal provocara una reacción negativa en la chica.

—Pero... 

Seizon recordó cómo el tigre le había mirado en la costa y no había mostrado ni una pizca de intención de atacarla.

—Puedes volver a sentarte en el sofá, te doy mi palabra de cazador de que no te vamos a tocar ni un pelo.

Beon sonaba extremadamente sincero, aunque claro, Seizon llevaba muchos ciclos sin conversar con nadie, no habría podido pillar una mentira ni aunque le dijeran que los perros volaban. Seizon hizo un amago de bajar la guardia, pero seguidamente se volvió a poner muy tensa.

—Dices que no me tocaste ni un pelo ¡pero desperté en la cama sin camiseta! —gritó Seizon con un tono acusatorio, parecía que aquello fuera la prueba definitiva que confirmaba que Beon mentía. 

Por su parte, Beon se puso tan rojo que parecía que le fuera a explotar la cabeza.

—T..te...tenías una herida muy fea en la espalda, tenía que tratarla. S...s...si no lo hubiera hecho podrías haberte desangrado.

Ciertamente, Seizon había visto tomates con menos color que la cara de Beon.

La expresión en el rostro de Seizon se suavizó, y quedó pensativa. Intentó juntar toda la información que poseía, haciendo especial hincapié en recordar al caído que había estado a punto de matarla. «¿En serio me salvaría alguien la vida para comerme luego? Espera, ¿ha dicho que lleva más de sesenta ciclos con ese animal? Pero si no será mucho mayor que yo...» pensó.

—Venga muchacha, siéntate, te contaré todo lo que quieras saber, te aseguro que no muerdo  —dijo con una sonrisa—. En cuanto a Jú, bueno... él sí que muerde, pero no te hará daño, puedo decirle que se vaya si te asusta.

—Si fueras un brujo asesino que quiere comerme ¿tendría alguna oportunidad de escapar?

Seizon formuló esa pregunta sin siquiera pensar, su subconsciente le había traicionado, pronunciando en voz alta lo que estaba pensando. Pero el daño ya estaba hecho, así que endureció su mirada, expectante por la respuesta de Beon.

—¿Brujo? ¿Asesino? ¿Comerte? —el rostro de Beon volvió a enrojecerse, pero esta vez estalló en poderosas carcajadas—. Comerte... —volvió a reír como un poseso—.  No recordaba que la compañía fuera tan divertida, si lo hubiera sabido te habría buscado mucho antes.

Seizon se ruborizó, visiblemente avergonzada. Su pregunta era algo serio, pero Beon se la había tomado a broma. De pronto se sintió ridícula, ignorante. Había pasado tanto tiempo cazando sola... era una experta en rastros, sabía identificar una seta venenosa sin tener siquiera que sostenerla entre sus manos y podía atinar con una flecha a una liebre en plena carrera sin mucho esfuerzo. Pero en ese momento un enorme peso cayó sobre sus hombros, se dio cuenta de que no sabía nada del mundo en el que habitaba. No sabía de dónde venía la lluvia, no sabía por qué el olor a sangre era tan desagradable, no sabía por qué debía beber agua para sobrevivir, no sabía por qué su sexo sangraba una vez al mes, no sabía de dónde habían salido las enormes construcciones de piedra que había en los bosques, aunque le hubieran servido de refugio en innumerables ocasiones, no sabía por qué debía escapar de los caídos, no sabía si existía la magia, hasta ahora.

Finalmente, se dejó caer derrotada sobre el sillón, como si el peso de todas aquellas dudas fuera real.

—Está bien. Te creo. Por favor, explícame el mundo —dijo Seizon con voz firme.

—Empezaré desde el principio —contestó Beon. En su rostro había satisfacción, pero al mismo tiempo un resquicio de duda. Es posible que esa petición fuera demasiado hasta para él—. ¿le digo que se vaya? —preguntó haciendo un gesto hacia Jú, que observaba la situación con ojos intensos y las orejas alerta.

—No, si quiero creerte tendré que empezar en algún momento —dijo Seizon mirando fijamente al tigre, que le devolvía la mirada sin parpadear—. Hola Jú, soy Seizon, siento haberte disparado una flecha antes.

El tigre rugió, pareciendo entender las palabras de Seizon, y se acercó despacio hasta el sillón donde estaba ella.

—¡Jú! No creo que a Seizon—nombre que pronunció despacio, pues lo acababa de oír por primera vez—le haga gracia que te acerques tanto.

Beon tuvo que tragarse sus palabras, pues en ese momento Seizon pasaba su mano por el pelaje del tigre, acariciando su cabeza y sus orejas. Jú ronroneó un poco, sonando como un motor encendido. Poco después pareció cansarse de las caricias de Seizon y se sentó junto a su sillón, bostezando.

—¿Y bien? —preguntó Seizon mostrando seguridad y mirando fijamente a Beon.

—Eres interesante, ciertamente—dijo Beon aparentemente sorprendido y levantando una ceja—. Está bien, parece que todos somos amigos ahora, y tú, creo que debes de saber unas cuantas cosas sobre el mundo en el que vivimos.

Beon se aclaró la garganta y empezó un discurso que duraría horas.

Era Oscura | DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora