#1 Seizon

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Las huellas la llevaban directa a ese lugar. Árboles de tronco estrecho se arremolinaban en todas direcciones formando un espeso laberinto, el suelo húmedo y encharcado hacía sencillo seguir la pista a casi cualquier ser vivo gracias a las profundas pisadas que inevitablemente quedaban grabadas en el fango y que tardarían horas, o tal vez días, en desaparecer. Más adelante había un pequeño arroyo, que en algún momento años atrás debía haber sido un río, pero ahora su agua lodosa fluía con dificultad condenada a desaparecer.

—Donde hay agua, hay vida —susurró Seizon para sí misma.

Llevaba días sin comer algo consistente, tan solo un par de pájaros le habían servido para saciar el hambre mínimamente. Nunca había tenido problemas de existencias, era perfectamente capaz de cazar cualquier animal, pero recientemente le había salido competencia. Un gran felino, a juzgar por sus enormes huellas, había aparecido, demostrando ser más eficiente y más veloz que ella cuando se trataba de cazar buenas piezas. Su mera presencia había espantado a gran parte de la fauna local, así que tanto el felino como ella, se habían visto obligados a desplazarse hacia otro lugar. 

Seizon nunca se había visto en una situación tan extrema, por lo que había tenido un pequeño episodio de ansiedad la noche anterior. Si no se calmaba y mantenía la cabeza fría, sería su final. Si no daba caza al felino, este seguiría arrebatándole las presas y ahuyentando a otras tantas, por lo que debía actuar rápido y acabar con él antes de que su hambruna la dejara sin fuerzas y se convirtiera en una simple presa más.

Avanzó sigilosa entre las zarzas y las ramas, siguiendo una especie de sendero que el felino debía haber dejado al atravesarlas. Aunque el camino era relativamente fácil de transitar, en ocasiones se veía obligada a usar su machete para abrirse paso y poder seguir adelante. Cada pocos metros se quedaba totalmente quieta, observando su entorno, escuchando los sonidos de la naturaleza, esperando encontrar algún sonido que no encajara. 

Tras unas cuantas horas de caminata, encontró algo extraño en el rastro. A las huellas del felino se la habían unido otras totalmente distintas, pero de un tamaño parecido. A juzgar por su forma, parecían de alguna especie de reptil, pero eran demasiado grandes como para ser de algo que Seizon hubiera visto antes. El fango estaba removido de una forma que Seizon jamás había visto en un rastro, era como si alguien hubiera estado arrastrando algún objeto grande por ahí. Precavida, decidió sacar una flecha de su carcaj y preparar el arco para defenderse de cualquier ataque inesperado.

Siguió las huellas hasta toparse con un río, mucho más caudaloso que el arroyo que había visto al principio. Los dos tipos de huella desaparecían en la orilla, dando a entender que ambas criaturas se habían metido en el agua. Repasó con la mirada el caudal del río, en busca de alguna señal de vida, acto seguido barrió con la mirada la orilla opuesta del río, buscando el punto donde debían proseguir las huellas. Encontró mucho más que eso, lo encontró a él.

Allí estaba el gran felino, relajado, bebiendo agua junto a los restos de una serpiente que le debía haber servido de aperitivo. Sus patas llenas de barro y su lomo ligeramente sucio no eran suficientes para aplacar su imponente belleza. Con un pelaje anaranjado, adornado con franjas negras, debía ser el animal más bonito que Seizon había visto nunca. Empezó a moverse a lo largo de la orilla hacia él, despacio, consiguiendo que los pasos no emitieran ni el más mínimo sonido, algo que había aprendido con los años. Cuando por fin se encontraba frente a frente con él, separados por unos seis metros de río, el felino levantó la cabeza y la vio. Sin embargo, en lugar de salir corriendo o de intentar ir a por ella, se quedó quieto, expectante, mirándola fijamente, como valorando si resultaba una amenaza o una merienda. A esa distancia Seizon no fallaría su flecha. Había cazado aves que volaban a más de 30 metros de altura, así que esto era un blanco fácil, muy fácil. Tensó la cuerda de su arco, apuntando directamente a la cabeza del felino, pero se quedó paralizada. No era capaz de dejar ir la flecha. Había estado sola tanto tiempo... este animal resultaba lo más parecido a compañía que había tenido en años, al verlo sentía compasión, era un cazador, como ella, que luchaba por sobrevivir.

Era Oscura | DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora