#5 Cadenas

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Seizon dejó apresuradamente el plato de serpiente sobre la mesa y miró a Beon, buscando en su mirada la confirmación de que aquel sonido no había sido su imaginación. Beon la miró durante un momento apretando los dientes y luego suspiró.

—No te preocupes, es culpa mía —dijo frotándose el mentón con los dedos—. Debí ajustarle mejor la mordaza.

—¡¿Qué?! ¡¿Tienes prisionero a un caído?!

La complicidad que Seizon había sentido un instante antes con Beon volvió a derrumbarse. Había capturado a una de esas criaturas y la había mantenido amordazada. Se hizo una imagen mental de un caído atado, amordazado, siendo golpeado y torturado de las peores formas imaginables, sufriendo. Miró a Beon con fuego en los ojos. Él parecía no saber cómo sobrellevar la situación. Recordó que desde que había despertado en esa destartalada cama hacía pocas horas y lo había conocido, había desconfiado de él en varias ocasiones, pero Beon siempre había tenido una explicación que la había convencido. Tal vez este era otro ejemplo más, tal vez tuviera una explicación razonable para tener cautivo a ese caído. Puede que lo hubiera encontrado malherido en el bosque y hubiera decidido salvarle la vida, tal vez lo había amordazado por su propia seguridad, para que no alertara a sus amigos, y no para torturarle. Después de cavilar todas las posibilidades en escasos segundos, Seizon decidió darle un voto de confianza a Beon antes de salir huyendo de la casa de un maníaco. Otro grito volvió a resonar.

—Beon, quiero que me lleves con él —dijo Seizon.

No era una sugerencia, era una orden. En el tono de esa frase había implícita otra segunda frase, «llévame o tendremos problemas».

—No creo que sea una buena idea...

Las palabras de Beon salieron atropelladamente de su boca, se daba cuenta de que no había forma alguna de convencer a Seizon de no ver a ese caído. Se había ganado su confianza, pero una vez más, pendía de un hilo. No dejó un solo segundo para que Seizon pudiera protestar, y acto seguido añadió «sígueme».

Salieron de la habitación y giraron a la derecha, avanzando a lo largo de un pasillo cuyas paredes, suelo y techo estaban hechos de metal, tan oxidado como en el resto de la casa. Seizon no había tenido demasiado tiempo para pararse a pensar qué tipo de sitio era ese, había quedado extasiada con el fuego que Beon había sacado de su mano cuando lo había conocido y había dedicado el cien por cien de sus pensamientos a aquella magia. Pero ahora podía parar de pensar en la magia —la luz— y pensar detenidamente en otras cosas. Esa no era una casa convencional, ella había estado en muchas casas en los bosques, eran grandes estructuras de piedra con puertas de madera para separar las distintas habitaciones, además solían estar decoradas con distintos colores. Aquella casa no se parecía a nada que hubiera visto antes. Tenía largos pasillos llenos de puertas a ambos lados, algunas de ellas tenían una especie de manivela circular en el centro. La mayoría estaban abiertas o entreabiertas, así que al pasar por delante de ellas había echado una ojeada discreta, comprobando que todas eran idénticas por dentro. Solo tenían una litera y una pequeña mesita al lado, justo como la habitación en la que ella había despertado.

A medida que avanzaban por el largo corredor, los gritos sonaban cada vez más cercanos. Beon se detuvo frente a un agujero circular en el suelo. De este nacía una escalera metálica que se perdía hacia abajo, en la oscuridad. La escalera estaba formada tan solo por dos barras de hierro unidas por escalones, que por supuesto estaban oxidados y parecían de todo menos seguros.

—Es aquí abajo —dijo Beon señalando la escotilla.

Ciertamente, los gritos salían de ese lugar, de eso no cabía la menor duda. Beon instó a Seizon a bajar con un gesto de los brazos.

Era Oscura | DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora