Parte 28

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No es una buena idea aparecer en un instituto con un arma de fuego escondida bajo el cinturón. La gente podía pensar que mis intenciones eran las de provocar una masacre.

Obviamente, no soy ningún asesino, ni nadie tan perturbado como para matar sin remordimientos y a sangre fría a gente inocente.

Creo que era innecesario explicar este punto.

No obstante, confieso que mis planes no eran del todo lícitos. 

Antes de entrar, me cercioré de que el seguro de la pistola estaba echado y atravesé la puerta principal.

El rostro de Chelsea, impreso en folletos y carteles varios, teñía el instituto. El título rezaba "Se busca" y venía acompañado por un número de teléfono. 

No tenía intención de entrar en ninguna clase. Así que, hasta el cambio de hora, permanecí en la zona de esparcimiento. 

El timbre sonó a los pocos minutos. De repente, una jauría de alumnos salió de sus respectivas aulas inundando los pasillos de voces, golpes y trompicones.

Busqué a mi objetivo entre la multitud. Afortunadamente, no me llevó demasiado tiempo en encontrarlo.

Jacob se hallaba cerca del baño, hablando distendidamente con dos de sus compañeros de equipo. No parecía muy disgustado por la desaparición de Chelsea y eso me enfurecía todavía más.

Me acerqué al pequeño grupo y le solicité hablar en privado.

Él me miró con desdén, como se mira a un insecto antes de ser aplastado.

Luego se divirtió burlándose y riéndose de mí. Sus camaradas le acompañaban las gracias como auténticos lameculos.

Pasé por alto sus impertinencias y le dije seriamente que quería hablar sobre los Spencer.

De repente, sus dos amigos se quedaron mudos, se intercambiaron miradas de puro pánico y se alejaron de nuestro lado.

Para según que cosas, los Spencer eran sumamente efectivos.

Me sorprendió ver que Jacob también se había asustado.

Entramos a los aseos y esperamos a que los estudiantes abandonaran los pasillos para sumergirse de nuevo en las clases.

Tomé la palabra.

Le comuniqué mi interés por los Spencer. Le comenté que como era posible que él los hubiera nombrado impunemente. Sin sufrir repercusiones, sin ser raptado o quien sabe si algo peor...

Me dijo que no sabía lo que estaba diciendo, que él jamás había hablado sobre ellos.

Le amenacé. Le dije que no jugara conmigo, que no fingiera, y mucho menos, que no se atreviera a mentirme a la cara.

Jacob tartamudeaba, tenía miedo, podía verlo en sus ojos.

Conversar sobre los Spencer provocaba una peculiar sintomatología en los habitantes de este pueblo.

Me dijo que llegaba tarde a clase y que esperaba de todo corazón que mis palabras fueran mi castigo. Deseaba que algo terrible me sucediera a mi también.

Le informé de que no saldría de allí hasta que me contara toda la verdad. Entonces él se dirigió a la puerta propinándome un fuerte empujón y...

Fue el momento en el que desenfundé mi pistola.

Le amenacé de nuevo.

Quería la verdad, le dije. Quería respuestas sobre los Spencer.

La Casa de los SpencerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora