Naruto Namikaze; un hombre exitoso cuyo pasado todavía le atormenta, decide nunca volver a enamorar a una mujer de la cual no esté verdaderamente interesado. Esa promesa le ha costado años sumido en la soledad, aislado en su torre de marfil y vivir...
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Muchas veces creyó que había tocado el fondo, pero nada de lo vivido antes tenía comparación con naufragar en medio del dolor y la decepción. Entre el cansancio y las pocas esperanzas, Hinata creyó que estaba a punto de trazar el punto final de su vida, de llegar al final de ese sendero tan lleno de dolor. Sin embargo, en medio de ese oscuro desasosiego logró implorar por la vida de su angelito, todo valdría la pena si gracias a su sacrificio lo lograba salvar.
La paz que experimentó cuando por fin dimitió, cuando al fin lograron romperla y hundirla, era oscura y tenebrosa... hasta que una luz cegadora iluminó su vida con palabras cargadas de apoyo, de amor. El toque de un ángel la hizo abrir lentamente los ojos para toparse con aquellos tan hermosos, tan azules, tan llenos de amor y culpa... tan él.
Escuchar su voz y su toque, sus caricias llenas de aquel sentimiento que llenaba de vida su alma era como el agua fresca que necesitaba para continuar atravesando ese desierto de angustia, pero fue el roce de los labios de ese ángel, esos labios tan dulces, tan suaves... tan conocidos, lo único que logró inyectarle la fuerza necesaria para continuar luchando, para seguir viviendo, pues un angelito la esperaba y ella quería verlo sonreír, ser feliz.
La oscuridad volvió a cernirse sobre ella, pero en esta ocasión ya no había miedo, decepción. Solo un tenue tinte de luz que le devolvía la esperanza y las ganas de vivir.
Sus párpados fueron abriéndose lentamente, con cuidado ya que sentía su cuerpo tan cansado, tan pesado que solo ese movimiento era demasiado esfuerzo para ella. Vio muchísimas máquinas pitando, paredes blancas increíblemente limpias y aroma a desinfectante floral, agradable. Una mujer acaparó su campo visual sonriéndole con los ojos a través del tapabocas y el gorro celeste con flores que llevaba. Hinata sintió su toque en su rostro y aunque le extrañó, encontró esa caricia demasiado relajante.
―Hola, hermosa ―susurró la mujer―. ¿Cómo te sientes?
Trató de responder, pero la garganta estaba tan seca que no podía, no sin esforzarse por hacerlo.
―Tranquila ―La médica tomó su mano con delicadeza―. Estarás bien, ahora estás en buenas manos, solo tienes que luchar por recuperarte.
―Mi... bebé... ―Logró decir con su voz increíblemente ronca y pastosa a través de la mascarilla de oxígeno que la ayudaba a respirar.
―Él también está recuperándose ―Hinata sintió lágrimas de alivio en las comisuras de sus ojos―. Lo lograste, preciosa. Lograste salvarlo. Ambos tienen al mejor personal médico de todo Londres atendiéndoles. Ahora tu deber es recuperarte para que puedas estar con él ¿Lo harás?
Asintió muy lentamente y volvió a perderse en la inconsciencia. Su cuerpo estaba tan agotado que decir dos palabras era demasiado extenuante para ella.
