Cuando caes en el abismo de la lujuria, tus sentidos se dejan influenciar por los hipnotizantes sonidos compuestos y tu cuerpo se entrega al interprete de dicha canción. Cuando escuchas por primera vez aquella melodía caes sin remedio, hay algunos que se pueden controlar, más sin embargo, el vicio del sexo es el más adictivo cuando se trata de un encuentro peligroso y prohibido.
La noche siempre había sido un tabú, un tiempo prohibido.
Las rosas azules que plantaba todos los días eran el único testigo de su amor por la noche, cada rosa blanca era una ofrenda al día. Todos los día plantaba una de cada una, ni más ni menos; demoraba entre cada sembrado por lo menos dos horas, y siempre procuraba hacerlo cuatro horas antes del ocaso.
Cuando el sol empezaba a ocultarse en el horizonte dejando matices anaranjados y rojizos, tomaba sus cosas y apreciaba el momento exacto donde el sol se perdía, para acto seguido entrar a su pequeño hogar.
Siempre apreciaba el crucifijo de plata colgado en su puerta de madera, lo acariciaba para suspirar y entrar. Una rutina que hacía desde que tenía memoria. Tomaba un libro de su pequeña estantería, tomando asiento en el viejo sillón junto a la ventana a leer –aunque ya lo hubiera leído más de tres veces– TaeHyung siempre disfrutaba de la lectura, algunas veces recitaba de memoria sus partes favoritas en voz alta, actuando como los personajes descritos –incluso cambiando el tono de su voz a uno más agudo cuando recitaba a una mujer– para reírse de sí mismo y cerrar las blancas y delgadas cortinas cuando el reloj marcaba las siete de la noche.
Miró una última vez hacia el pasaje de arena frente a su casa, donde personas abundaban en el día, pero desaparecían por completo por la noche, más allá divisó un par de ojos carmesí, que más que asustarle le causaron curiosidad, más sin embargo cerró la cortina, sabiéndose del peligro que podría ser interactuar con los seres de la noche.
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El reloj marcaba las cuatro con veinte minutos, se había retrasado. Tomó su sombrero de paja para protegerse del sol; depositando suavemente en su canasta, junto a sus guantes y pala, las dos rosas que plantaría aquel día, plantó la rosa blanca con extremo cuidado, acariciando sus pétalos con parsimonia, para acto seguido sacar sus guantes y dibujar su huerta, con la nueva flor plantada.
Al tomar la rosa azul, su sonrisa se borró, los pétalos estaban marchitándose. Miró su reloj de muñeca, las cinco con cuarenta y seis. Aún alcanzaba a devolverse a su hogar y tomar una rosa en buen estado.
Y así lo hizo, caminó hasta su pequeña casa de una planta, con recubierta blanca y detalles en madera, un amplio jardín lleno de rosas azules y blancas, con un sendero en piedras dando a la puerta. Desapareciendo por la misma, le costó veinte minutos más encontrar la rosa perfecta para plantar aquel día –o tarde– con una sonrisa de autosuficiencia observó el cielo, mirando como el sol se hallaba en su punto más bajo, con temor rodeó su jardín y se puso sus guantes, empezando el trabajo de siembra.
Las calles se vaciaron en un instante junto a las seis campanadas de la iglesia del pueblo, su pulso se incrementó al no haber terminado, pero entendía que no podría dormir sin saber que plantó las dos rosas. Su respiración se volvió errática, sintiendo el pánico como miedo liquido en sus venas.
Cuando se iba a dejar caer en la desesperación del llanto –aún plantando la rosa– una mano en su hombro le sobresaltó, tras de él, había un joven de cabellos negro azabache –parecía un poco mayor que él– con rostro preocupado.
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Dulce tentación [YoonTae]
Hayran Kurgu¿Qué sucede cuando el deseo se mezcla con el amor? Cuando las ganas de poseer a una personas son tan grandes, las acciones se vuelven difusas y sin sentido; más cuando se corresponden, la situación se desata en una dulce locura e irresistible tentac...