8.- Cuando Todo Fue Un Error

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*Anteros*

 "Asi que esto es el dolor"... solo podia escuchar el sonido de los latigos al hacer contacto con mi espalda, era inevitable el no gritar o pedir que se detuvieran, tomando en cuenta que era un peculiar artefacto que quemaba como si el sol estuviera tocando mi piel y el aquel eco que se producia al alejarse se llevaba con sí la poca dignidad que me quedaba. 

"¿Hasta cuando se detendra?" me pregunte mientras escuchaba murmullos y risas, unos comentando sobre el porque del castigo y otros simplemente por el morbo de ver estaban ahi, todos fieles a quien sentado en una especie de trono de intenso color dorado observando como se cumplia el castigo que el mismo me impuso.

-¡Ya Basta!- grito desde su asiento para despues levantarse al momento que sus rayos y luces hacian reverencia hacia el, pude observarlo caminar hacia mi, viniendo de frente con un elegante porte e imponente actitud de superioridad, creo que se debia al ser hijo de Zeus.- Dime pequeño Anteros...  ¿Porque quieres mi llave?- pregunto muy intrigado. 

Sin embargo habian sido tantos los azotes que ni fuerza para hablar tenia y unos ligeros balbuseos salian de mi boca sin lograr nada. 

-Ya veo... no hablaras... - dijo mientras se alejaba nuevamente de mi, era curioso como todos sus leales peones no lo veian a la cara, como los mortales que no podian ver directo al sol, sus ojos eran tan azules como los de su padre. pero con un ligero destello rojo entre ellos.- Se muy bien porque quieres la llave- grito desde donde se encontraba-  y solo podras tomarla si hacer que Orfeo regrese a su templo aqui en el sol- agrego antes de desaparecer en una especie de rayo de luz que me cego por unos minutos, tras marcharce podia escuchar como sus leales rayos de luz se iban y me dejaban ahi sin mas.

-¿Anteros... Estas bien?- escuche una voz bastante joven y docil.- ¿Anteros?- reítio muy preocupado, pude sentir su mirada llena de tristesa pero tambien senti una mirada llena de odio, o mas bien celos. 

-Aristeo...- exclamo el dueño de la mirada de odio- Sera mejor que dejes al prisionero en paz.- agrego y se acerco a mi para despues tocarme la frente y senti algo realmente extraño, una especie de calor pero bueno, no ardia, no quemaba, no heria, era mas bien algo calido.- Listo Anteros, ya puedes huir- dijo quien extreaordinariamente me habia devuelto la fuerza vital.

sorprendido pude abrir los ojos los cuales no tenian ni la mas minima intencion minutos antes, y ahi estaban los unicos dos presentes frente a mi, de quienes sus nombres ya sabia, sin embargo no su procedencia. 

"Aristeo y Eleuter"

***

*Eros*

La tarde estaba ardiente, y no a manos de Placer, si no que el sol estaba mas radiante e imponente que de costumbre, tal y como su gran guardian, el Dios de la Luz y el Sol Apolo... habian pasado mas de 3 dias desde que la chica se perdio entre el espacio y el tiempo a manos del mismo dios que hoy hacia sufrir a los mortales junto con sus leales sublitos los rayos del sol, como si fuera un castigo peor que vivir en el infierno los mortales huian hacia sus edificios construidos para protegerse y encerrarce en cuartos con maquinas que producian frio. 

-¿Que te parece gracioso E-R-O-S?- escuche a mis espaldas en plena calle llena de mortales, lo que me sorprendio puesto que a diferencia de mi hermano quien me llamaba Eros solo cuando se enojaba. 

Al voltear no pude reconocer a la persona que estaba frente a mi debido a que una especie de capucha le cubria parte de la cara, sin embargo la voz me era familiar en muchos aspectos.

-¿Quien eres tu?- pregunte acercandome a la persona quien se alejaba por instinto.

-No te acerces- interrumpio y puso una mano de frente a mi y pude sentir como de el salio cierta calides unica, fue entonces cuando lo recorde, de alguna manera recorde quien era el sin siquiera saber porque lo recordaba.

The Art of Not Falling in Love (El Arte de no Enamorarse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora