11. Sin Corazon

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(Anteros)

Un inmenso silencio se generó entre Eric y yo después de que el viera todo lo que había sucedido, tras descubrir que su cuerpo original seguía en el infierno y que el cuerpo que tenía era prestado de algún mortal cuyo destino era otro le causo un shock emocional.

-y ¿bien?- pregunté para romper la tensión,

Eric solo me miraba fijamente a los ojos sin pronunciar palabra alguna y era de suponerse después de saber lo que los gemelos habían hecho en esa especie de ayuda muy a su manera.

-¿Por qué accediste?- pregunto Eric en un ligero respiro.

-¿Por qué no eh de haberlo hecho?- le respondí.

Un denso aire se sintió de pronto lo que solo podía indicar una cosa, aquella mujer de cabello oscuro estaba cerca aquella bastarda mortal a la que muchos dioses odian por el simple hecho de existir al parecer este día seria largo y tedioso como aquel día 100 años atrás en el que mi vida dio un giro radical.

-Simple… tu trataste de engañar a mi señor y eso no te lo iba a perdonar tan fácil…- hablo esa mujer, la pesadilla de la humanidad.

-Pandora- Dijimos ambos y para mi sorpresa mi hermano se arrodillo en reverencia a ella

-¡Eric!- exclame y el solo se limitó a terminar su reverencia.

-Lo siento Señor Anteros, Dios del Amor no Correspondido- dijo en un tono muy sarcástico y con una falsa reverencia. – Pero el Joven Eric o más bien El cuerpo del que era ¡le pertenece a mi señor!- dijo en tono imperativo

Aquellas palabras trajeron a mí aquel vago recuerdo…. Que había prometido olvidar.

 ***

El poder del sol y la luna juntos era simplemente inimaginable, su sola presencia provoco en mí un temor nunca antes sentido, ni siquiera pude notar el momento en el que Artemisa nos había transportado al templo de la luna fue como si el templo llego a nosotros de inexplicable manera y en abrir y cerrar de ojos unas cadenas de color plateado destellante cubría mi cuerpo amordazándome sin manera de escapar, eran tan frías que causaban dolor.

-Veamos que tiene en su memoria- dijo Apolo al levitar el cuerpo humano en el que ahora habitaba el alma de mi hermano, y de la nada una especie de aura emanaba del cuerpo en el que se podían vislumbrar imágenes a los que Artemisa y su hermano quien creaba la ilusión prestaban mucha atención.

-Ahí esta- Dijo ella feliz porque estaban a punto de lograr su cometido y de pronto ella acerco su mano al pecho del cuerpo humano justo en posición al corazón y extrajo una especie de luz naranja misma que tomo forma de corazón y dos alas cruzadas.- ¡Listo!- dijo con cierto regocijo y complicidad hacia su hermano, aquella mujer de largo cabello platinado y hermosos ojos como si la luna se vieran en ellos.

Yo… no podía ni hablar ni moverme, pues poco a poco esas cadenas iban congelando mi cuerpo…

-¡Ícaro!- llamo artemisa e inmediatamente apareció una figura humana con un detalle particular, poseía alas como si fuera un ángel y un antifaz que cubría poco más de la mitad de su rostro.

-¿Su alteza?- hablo aquel sirviente cubierto de una vestimenta del color de la luna como si fuera a batalla, inmediatamente después Apolo hizo aparecer una espada que entre los dioses conocemos como el Rayo de sol y con un ligero movimiento partió por la mitad aquel objeto que había salido del cuerpo mortal que yacía junto a ellos, Artemisa tomo una mitad y se la dio al sirviente que seguía de rodillas esperando la orden.

-Ya sabes que hacer- le dijo y sin más se Ícaro se puso de pie extendió sus alas y salió volando como cometa.

La impotencia en mi era enorme había tanto que podía evitar pero para mí desgracia eran dos contra uno, cuando los gemelos recordaron mi presencia se debatieron sobre lo que sucedería conmigo.

-Cabo Sunion- dijo Artemisa sin chistar

-¿Crees que será buena idea?- Pregunto Apolo quien con un solo movimiento de mano me libero de mi prisión de cadenas frías. - ¿Qué opinas mi querido Anteros?- pregunto mientras yo me recuperaba en el suelo y trataba de incorporarme

El cabo Sunion la prisión más mortífera en la faz de la tierra, creada por el Gran señor de los mares en la que eran enviados los héroes, dioses o semidioses que intentaban traicionar a algún otro dios.

De la nada pude ver como un portal se abría y mostraba aquel pedazo de tierra en la isla en la que se encontraba el templo de Poseidón y bajo este aquella prisión sumamente mortífera para los humanos y bastamente torturadora para los dioses.  

-No, Esperen- intente rogar sin éxito alguno, mientras solo pude observar como el cuerpo de mi hermano era lanzado a la tierra, sin recuerdos de quien era… la aflicción me despreocupo sobre lo que sucedería conmigo solo pude sentir como mi cuerpo levitaba por acción y gracia de Artemisa y de un momento a otro mi cuerpo caía sobre un charco de agua en una cueva cuya entrada era cubierta por barrotes tal cual prisión.

Los días eran interminables, y las noches eran agotadoras con la marea y las olas que golpeaban con fuerza el cabo, tenía que mantenerme despierto para no ahogarme sin embargo no siempre era así, una noche sin poder contenerme caí en un profundo sueño y sin darme cuenta el agua me cubrió por completo ahogándome en el transcurso de la noche sentía ese último suspiro que daban los mortales, sin embargo una de las facultades de lugar es que al ser parte del poder divino de uno de los tres grandes volví a la vida sorpresivamente.

“Es estúpido que quieras dejarte morir…. Cuando un dios no muere” dijo la voz de una mujer en mi mente. “Esta prisión no fue hecha para inmortales como tú”- agrego aquella desconocida voz.

El atardecer golpeaba la caleta y el poderoso apolo y su palacio iluminaban el cielo con ese tono rojo intenso como muestra de su grandeza mientras yo solo podía observar mi cuerpo cansado, moribundo y hambriento me encontraba tirado apenas sostenido de una roca lo suficientemente grande como para poder reposar la mitad de mi cuerpo sobre ella.

“¿No es hermoso el Sol que brilla radiante sobre la tierra?” escuche en mi cabeza una vez más, pero no era la misma voz, esta voz era de un hombre sin embargo era muy impresionante lo aterciopelada que este era, mientras mi mente se distraía pude observar en el horizonte un par de alas como de ángel y cada minuto se hacían más grandes hasta llegar frente a mí.

Como si no fuera impedimento atravesó los barrotes de la prisión y me tomo por el brazo para luego cargarme por completo y emprendió el vuelo… su rostro me era familiar

-Tranquilo Anteros, nosotros te ayudaremos- dijo quién me había sacado de la prisión y de pronto un par de alas más aparecieron tras el cómo dos rayos luminosos de sol.

“Ícaro”

***

-El Laberinto del Minotauro- dijo ella tras sorpresiva visita.- ahí es donde encontraran lo que están buscando- agrego pandora.- sin embargo no sé cómo le harán porque yo tengo que llevarme el cuerpo de este mortal.

-Pandora espera… - dijo Eric y coloco sus manos junto a su pecho y tras un ligero destello de luz una caja sellada con un antiguo pergamino griego apareció en las manos de mi hermano.- Espero que con esto tu señor pueda esperar antes de llevarse mi cuerpo mortal.

Cuando Pandora recibió la caja una peculiar pero macabra sonrisa apareció en su rostro.

-Esto ayudara- dijo y después se dio la vuelta para ir esfumándose poco a poco… - “12 horas tienen nada más señores Eros y Anteros antes de que regrese por el cuerpo.- agrego aquella nube gris en la que nuestra visitante se convirtió.

-¿Eric acaso?- quise preguntar pero no tenía las palabras.

-Así es Eliot… - dijo tras dar un suspiro enorme, pues había cometido el acto más estúpido en esta vida le dio su corazón al dios del Inframundo. 

The Art of Not Falling in Love (El Arte de no Enamorarse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora