Me quede sentada en el mueble de mi sala con la vista fija en el horizonte. En la pared blanca frente a mí donde el televisor cogía auge como si fuera el rey de mi sala. Nunca me ha gustado tenerlos en mi habitación, ocupan espacio y si quiero ruido solo coloco el reproductor del teléfono. Y no sé cómo es que pienso en ello. Me dejo consentir por Miranda, vino de volada como una loca hasta mi casa luego de que la llamara. Ella se sienta a mi lado y la oigo suspirar, incluso removerse, ella siempre se pone en ese plan cuando las palabras no le salen.
A mí tampoco me salen.
—¿Estas segura? —pregunta por tercera vez.
Yo asiento y trato de relajarme. Al principio me dio miedo, luego coraje y ahora último estoy entre la decepción y el enojo y es que la persona que me ha escrito durante tanto tiempo ha usado la foto de mi jefe. Todo este tiempo he creído como una idiota que el mismo hombre que me ha escrito durante tantos años es el mismo que en los últimos meses ha sido el director de la revista donde trabajo.
¡Vamos, Sam! Esto es ridículo. ¿Acaso no me di cuenta? Sí, me pareció extraño que justo me escribiera estando frente a mí. ¿Por qué lo dejé pasar si era muy obvio? Tuve la oportunidad de enfrentarlo.
—Pude haberlo enfrentado —susurro. Miranda me ve con esos ojos grandes llenos de dudas—. Ayer. Hablaba con Tomás y... Él me escribió —Estoy enojada; en realidad estoy que doy asco.
—Está bien.
Veo a Miranda con indignación.
—Te dije que pude haber terminado con todo y preguntarle a quién sea que fuera este... Este... Hijo de la gran... Y no lo hice —Las palabras no me salen para insultarlo ¿Me habrá drogado en algún punto vía internet? Me rio, qué locura imagino.
—Sí lo sé, y está bien. Tenías a quien te importaba frente a ti. No importaba nada más. Además eso podía ser un mensaje retrasado.
Lo medito, asiento, sí es posible. Lo deshecho.
—¿Te habrá enviado la foto porque no quería que supieras quién es?
Sí, Miranda, aunque suene descabellado para ti, es así.
—No hay duda. Ha de ser un viejo pervertido en busca de quien sabe qué...
—Pero... Pero no tiene sentido, Samy. —La escucho con cierto tono de frustrada—. A ver, que muy viejo verde es por no dar la cara, pero si es un desconocido como sabe quién eres. Es obvio que te conoce, que es alguien de tu entorno.
—¿Un acosador? —pregunto. Seré idiota.
—¿Has visto a Oscar?
La pregunta me cae de la patada, pero sí, lo he visto y no es que haya querido, pero han sido ya dos veces. Se aparece cual snoopy a hacer idioteces o pedir dinero como si se lo fuera a dar.
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El loco mundo de Samy A
ChickLitSamantha Argento es divertida, extrovertida, amante de su trabajo y protectora de sus amigos. A sus próximos treinta años, Samy ha perdido una relación de años y ha conseguido una a través de la red, pero ¿Qué hace una mujer como ella buscando el am...