La búsqueda

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Quincuagésima tarjeta del demonio y una me parecía más horrenda que la anterior — después de que Miranda sacara las que valían la pena— ¿De qué año eran en tal caso? Dejo la de color crema con letras en negro sobre la mesa y refregué mi sien

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Quincuagésima tarjeta del demonio y una me parecía más horrenda que la anterior — después de que Miranda sacara las que valían la pena— ¿De qué año eran en tal caso? Dejo la de color crema con letras en negro sobre la mesa y refregué mi sien. Veía a Ernesto tan feliz perdiendo el tiempo en el teléfono que me encantaba la idea de decirle que me diera espacio o que me sacara.

La mujer que atendía se había apoderado de Miranda, parecía una víbora mostrando una nueva por cada caja que salía a saber de dónde. Me gustaron unos cuantos, eso sí, pero ya estoy un poco agobiada. Y miranda también. Lo veo en su cara, sonríe solo porque la mujer lo hacía y para no quedar mal, en su interior seguro gritaba ¡Trágame tierra!

La vi moverse por un pasillo en busca de otros. Aproveché el momento para sentarme al lado de Miranda respirar hondo y hacer una salida magistral. Esa no era la única tienda, nos habían absorbido y ya ameritaba salir de ahí, aparte de que el aroma a esencia estaba fuerte.

—¿Decidirás al fin o prefieres seguir viendo?

Miranda mira las tarjetas y hace un mohín.

—No sé, no estoy segura. Esta es linda.

Me muestra una linda tarjeta de grabados en el mismo tono y letras doradas.

—Pero estas cuatro también.

Ladeo la cabeza. Sí, son lindas, pero es suficiente.

—Considero que tomes una foto y decidas mejor luego de ver, no sé, en cualquier otro lugar. Si te gustan más las de aquí, volvemos ¿Qué dices?

—Quieres salir corriendo ¿Verdad?

—¿Acaso tu no?

—¡Me muero por estar fuera de aquí!

Dicho eso nos levantamos, despedimos a la amable señora y salimos como alma que lleva el diablo. No puedo estar más gustosa de respirar otro aire. Un poco más y salgo asfixiada.

Decidimos pasar a comer helados. Yo me deleito con uno de chocolate con maní —me gusta el maní, qué decir—, mientras que Miranda pide uno de cocosette con fresa. Ella suele hacer combinaciones raras, pero Ernesto le gana ¿pie de limón con limón? Mayor acidez estomacal.

—En fin, hoy en día hay muchas innovaciones, por ejemplo: se pueden enviar invitaciones vía correo —Le digo como opción a las miles de tarjetas. Ella pone cara de pensativa y trato de recordar qué clase de matrimonio le gustaría a ella.

Definitivamente: Clásico.

Que sea en la playa es algo nuevo, seguro motivada por tanta telenovela o porque lo vio en algún lugar, pero lo de ella es lo tradicional y las tarjetas lo son.

—O puedes quedarte con las tarjetas —dice Ernesto al notar el silencio.

—Bien —responde Miranda.

El loco mundo de Samy ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora