Arias, al agua

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Me quedo por media hora viendo el agua salir de la regadera

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Me quedo por media hora viendo el agua salir de la regadera. Necesito salir del baño y arreglarme, pero solo pensar en la cercanía con Tomás me deja medio atontada y seguramente con una cara de bobalicona que no saldría ni con todo el maquillaje que quisiera. Agradezco que la semana se fuera tan veloz y el viernes estuviera ya en puertas. Que digo puertas, estoy sobre él. Decido quedarme un rato más para lavar mi cabello y por un día llevarlo al natural.

Claro, más tarde a la peluquería. Como siempre.

Termino de salir, voy directo a la habitación y me muevo escuchando a the weekend. Sus canciones son movidas en ocasiones, en otras son alguna mezcla de quien sabe qué. El disco pasa rápidamente y ya me veo moviéndome con Olly. Dejo de andar como pato por la casa y dedico mi atención a la ropa. Algo en mi fuero interno me dice que necesito un par de zapatos nuevos. Deberé consultarlo con las tarjetas. Termino de escoger una camisa de manga larga color blanco, una chaqueta color rosa y jeans prelavados que llegan justo a mis tobillos. Maquillo mi rostro de idiota y viene a mi mente la mirada de Tomás. Ese instante en que esta tan cerca de mí que puedo respirar su aire.

Se me va el lápiz labial y solo cuando vuelvo en sí es que miro donde ha parado ¡A desmaquillar, rayos!

Para la ocasión termino por pedir un taxi... Sí, voy con retraso. Eso no habla bien de mí, pero las cosas como son: si no fuera por Tomás ya estuviera en la oficina.

Miro a todos lados antes de entrar a la oficina; Majo llega diligentemente con una sonrisa de oreja a oreja que me hace pensar en... en nada. Me arrastra hasta dentro y me pide que me siente a su lado. Lo hago, me puede el pensamiento de que quizás esté "algo" entusiasmada.

—Dijo que sí.

¿Eso qué significa?

—Sabes, de hoy. Samantha, no te hagas

¡Oh, de hoy!

—¿Y por qué diría que no? —pregunto irónica.

—Bueno, él me ha dicho que no siempre va a discos ni nada, creí que se negaría.

Con la cara que tiene dudo que nunca antes haya ido a uno.

—Majo, enfócate. O se hace o se es, pero ambas sabemos que no todo lo que pescas es oro puro ¿sabes qué te digo, no? —pregunto. Ya ese chico me trae de cabeza, no puedo pensar en tanta alma buena, no, eso no debe ser así.

Ella asiente y sus ojos iluminados dejan de brillar. Temo que se ilusione demás y él sea solo una capa de quién sabe qué con deseos de ya sabemos qué. Me encanta verla tan feliz, pero empiezo a sentir cierto recelo, por lo que me parece prudente hacerla tocar el suelo y velar por ella. Al final soy como una madre putiza. Joder.

Cuando al fin sale de mi oficina me enfoco en lo prudente. Por supuesto hago que mi equipo se enfoque en lo mismo y el bueno de Esteban ¿o era Santiago? Lo que sea, les ayuda en lo que posible. Me siento como reina y señora de la zona; tanto que puedo extenderme a mis anchas hasta que veo a una persona non grata acercarse a la puerta ¿quién lo dejaría pasar?

El loco mundo de Samy ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora