Capítulo 1.

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(Madrid, 19:30h) Allí estaba él, un moreno de ojos marrones ipnotizantes, sentado en el banco de un parque solitario al que nunca iba nadie. Ya era rutina; ver caer las hojas de los árboles, escuchar el ladrido de los perros del vecindario a lo lejos, derramar una que otra lágrima y hundirse en sus pensamientos. Y era esto último lo que el canario estaba haciendo, cuando algo, o más bien alguien, rompió esa rutina.

-Agoney-

Aquí estaba otra vez, como siempre, escapando de nuevo del mundo real. De los malos comentarios de la gente, aunque había también muchos buenos. Pero soy de los que se quedan con lo negativo. Estaba esperando que algo cambiase mi vida, y parece que el universo me había escuchado. Escuché cómo las hojas del suelo crujían, y al levantar la vista vi a un chico rubio, de ojos color miel y una de las sonrisas más bonitas que había visto en mucho tiempo. Tenía un tupé rubio impactante y muy bien peinado, y un cuerpo bastante musculoso. Me quedé mirándole y vi cómo este se acercó a mi.

-Raoul-
Desde que me mudé aquí no tengo apenas amigos, así que cada tarde paseo por la ciudad. Hoy decidí ir por un nuevo camino, ya que odio las rutinas. Así que me dirigí a un parque en el que parecía no haber nadie. Cuando estaba paseando, vi a lo lejos a un chico sentado en un banco. Decidí acercarme, y a medida que lo hacía pude observar lo guapo que era. Tenía el pelo castaño y unos ojos marrones preciosos. Llevaba la barbita recortada y el pelo despeinado. Nunca había visto unos rasgos tan bonitos. Parecía triste, así que decidí hablarle.

-Raoul: hola... qué haces aquí sólo?
-Agoney: Emm hola, simplemente pienso.
-Raoul: pues no deben ser pensamientos buenos, se nota que estás triste-dije mientras me sentaba a su lado.
-Agoney: no es que me esté yendo muy bien, la verdad - me mira- por qué te has acercado a hablar conmigo?
-Raoul: porque tienes unos rasgos muy bonitos -sonrío- Y me gusta alegrar a la gente.
-Agoney: Vaya, gracias.

Los dos chicos estuvieron un rato hablando. Se contaron de dónde eran y algunas tonterías de sus vidas, y cuando se quisieron dar cuenta, iban paseando los dos juntos riendo a carcajadas hasta llegar a casa de Agoney.

-Agoney: Ha sido todo un placer, me has alegrado la tarde. Gracias por haberte acercado, Raoul.
-Raoul: Gracias por haberme dejado Acercarme, Agoney.

Los chicos se abrazaron, intercambiaron sus números de teléfono y cada uno se fue a su respectiva casa, agradeciendo por haber encontrado a alguien así.

No sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora