Capítulo 13

3.1K 212 10
                                    

   — Mira Bárbara, está despertando.

   Mi cabeza daba vueltas y vueltas. ¿Cuántas horas habré dormido? Lo último que recuerdo es que estaba con Andrew y luego de eso no recuerdo más nada.

   — Miren, ya está abriendo los ojos —escucho una voz femenina desconocida.

   — Recuerda Bárbara, no hay que gritar tanto —¿Bárbara? ¿Acaso acabo de escuchar a mi mejor amiga diciendo Bárbara?

   Abro los ojos y espero unos segundos a acostumbrarme a la luz. Definitivamente estaba en un hospital, por las cosas que me rodeaban y por lo que tenía conectado a mí.

   Miro hacia delante, una hilera de personas se hacía visible. Todos con una sonrisa y pañuelos en la mano. No puedo creerlo, además de estar Samanta ahí, también estaba mi hermana. Pude notar, al lado de mi hermana, un hombre de una estatura considerable, castaño, que la abrazaba por la cintura.

   — Ginny, que suerte que estés bien —se acerca mi hermana al costado de la cama y me abraza.

   — Barb, gracias por venir —la abrazo también.

   — No vine sóla —sonríe mientras el hombre que antes la abrazaba caminaba hacia ella—. Ginny, él es Richard, mi novio y ella es Ashley —se desabrocha la campera dejando ver una pancita de cinco meses de embarazo.

   Mis ojos se llenaron de lágrimas al sentir a mi futura sobrina moverse debajo de mi mano. No podía creer esto.

   — Mamá y papá no pudieron venir, pero yo sí. Y me quedaré hasta que estés mejor —deja un beso sobre mi frente.

   — No podría pedirte eso, debe ser molesto tener que quedarte aquí tanto tiempo —digo mientras acariciaba su mano.

   — Estuve dos meses esperando que despiertes, unos días más no son nada —mi boca se abre y mi rostro se frunce.

   ¡Había estado en coma por dos meses! ¿Por qué nadie me lo dijo antes? Ok, estaba dormida, eso ya lo sé.

   — Permiso, vine a verte —la puerta se abre y del otro lado aparece Elliot con un oso de peluche en la mano y un globo con helio en la otra.

   — ¿Qué les parece si los dejamos hablar solos? —Propone Sammy sacando a mi hermana y al novio de la habitación.

   Observo por un segundo a Elliot mientras se quitaba la campera y el gorro de lana. Algunos de sus cabellos se despeinaron y fueron a su rostro, pero los acomodó con total rapidez. Llevaba un jean azul clarito y una remera blanca que se ajustaba perfectamente a su cuerpo.

   — Hola Elliot.

   — Que bueno ver que te acuerdes de mí. Me alegró mucho saber que por fin despertaste —se sienta en una silla al costado de la cama—. Venía cada día y te dejaba una rosa —miro hacia un costado, sobre una mesa había un ramo hermoso de rosas rojas—. Hoy, cuando me dijeron que por fin habías despertado, me sentí feliz.

   — Gracias por todo —sonrío.

   — No sé si me escuchabas, pero cada noche te contaba un cuento antes de dormir, te cantaba. Algunas veces traía mi violín y tocaba largas sonatas. No sé si era mi imaginación, pero te veía sonreír y sabía que me estaban escuchando. Venía cada mañana sin falta y me quedaba todo el día y parte de la noche.

   — Me asombra que hayas hecho eso aun sin tener la obligación, mereces una recompensa —río y él sonríe en silencio.

   — ¿Qué te parece salir a comer? Solos tú y yo, cuando salgas de aquí —el brillo en sus ojos me impulsó a asentir alegremente con la cabeza.

   — De acuerdo, pero solo si me dejas invitar a mí —pongo la condición. Su sonrisa va desapareciendo.

   — De ninguna manera —sonríe.

   — Oh, vamos —chillo con una sonrisa.

   — ¿Si acepto mitad y mitad estarás conforme? —Ríe mientras asiento con la cabeza con cierto orgullo.

   La puerta se abre lentamente y la figura de Andrew va apareciendo detrás de la misma. Llevaba un jean negro y una camisa blanca.

   — Hola —saluda en general—, vaya que el tráfico está fatal esta noche — sonríe.

   — Ni que lo digas —ríe Elliot—. Creo que iré a ducharme a mi casa, pero descuida, volveré a la noche a verte —se pone de pie, no sin antes dejar un beso en mi frente.

   — ¿Qué le dijiste? —Pregunto mirando a Andrew, sabía que si Elliot reaccionaba así, seguramente era obra de él.

   — ¿Yo? —Se señala con el dedo— ¿Cómo crees que yo podría. . .? Bien, digamos que le advertí el costo que tenía jugar contigo —no habla en serio ¿o sí?

   Se sienta al costado de la cama y toma mi mano. Me mira con esos ojos suyos que tanto me gustan. ¿Saben qué? No creo poder seguir así, me estoy enamorando de él.

   — Lo siento —digo mientras noto como una lágrima salía de mi ojo, él me mira confundido—. Nunca quise romper ese contrato.

   — Lo decías por eso —dice como si no hubiera entendido de qué estaba hablando—. ¿Estás diciendo que nunca debiste haberme besado? —me mira serio.

   — ¿No hay forma de seguir con esto omitiendo esa regla? Simplemente haciendo de cuenta que nunca la rompimos —omito su pregunto mientras seco una lágrima que salía de mi ojo.

   — Me encantaría que sea así con todas, pero no puedo, no quiero. Temo enamorarme —baja la mirada—. Solo espera, y pronto. . .

   — ¿Cuándo es pronto para ti? Ya deja de decir que te espere —me agito—. Yo también soy un ser humano, tengo una vida. No es fácil para mí tampoco esto del amor. Pero ¿sabes qué? Me cansé de esperar. Fue un gusto conocerte, pero ahora solo quiero rehacer mi vida. . . Sin ti —suelta mi mano y se pone de pie.

   Me rodeo con los brazos mientras trataba de que todas las lágrimas e insultos que tenía para sacar, queden dentro de mí.

   — Oye, Ginny, yo no. . .

   — Solo vete —giro la cabeza para no verlo.

   Siento como la puerta se abre y luego se cierra despacio. Me sentía terrible por lo que acababa de hacer, pero ya no podía seguir sosteniendo una mentira así. Ya está definido, no hay alguien en el mundo capaz de amar mi forma de ser.

   — Permiso, aproveché el tiempo que Andrew estuvo aquí para salir a comprar helado. Los doctores dijeron que no te haría daño un poco. Traje de frutilla, sé que te encanta ese sabor —Elliot aparece en la habitación con un tarro de helado en la mano.

   Quizás me equivoqué, quizás si haya alguien que ame mi forma de ser. Elliot, desde el día que lo conocí, nunca hizo nada para cambiarme.

   — ¿Cómo sabías que me gusta la frutilla? —Lo miro sorprendida tratando de que no se noten mis lágrimas.

   — Digamos que tienes una amiga muy poco conservadora —ríe. ¡Santo cielo! Amo su risa.

   — Gracias por todo lo que haces por mí y perdón si Andrew dijo algo que te molestó —se sienta en la silla que estaba en el costado de la cama y toma mi mano—. Quisiera devolver todo lo que tú haces por mí.

   — Un abrazo y cerramos cuentas — sonríe de costado. Río mientras abro mis brazos.

   Me acuna contra su pecho, casi podía sentir su corazón latir bajo la remera. El peculiar aroma típico de él inundó mi nariz. Añoraba ese aroma a él, extrañaba no tenerlo cerca.

   Y, al fin, creo que me equivoqué. No me estoy enamorando de Andrew, él sólo fue para mí algo prohibido, y por eso me atraía, porque siempre tuve mayor atracción hacia lo prohibido.

529Donde viven las historias. Descúbrelo ahora