Capítulo 21

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   — Ginny, Ginny. Despierta, llegamos —siento la voz de Elliot mientras sacudía suavemente mi brazo—. Ya hemos llegado.

   Al llegar a Argentina, Elliot alquiló un auto. Ahora nos encontrábamos aparcando frente a mi casa.

   El vehículo va frenando hasta quedar quieto. Me acomodo el cabello mientras que desabrochaba mi cinturón de seguridad. Elliot baja y rodea el auto para abrir la puerta de mi lado.

   ¡Cielos! Todo está como lo recuerdo. La vieja cerca de madera blanca, el roble al fondo del patio, el columpio que colgaba de él, la piscina, que estaba limpia, ya que aquí es verano. La gran fuente con un ángel en ella, ¿cómo olvidarla? Y ¿qué decir del pasillo de arbustos con formas de animales? Uno de los pasatiempos de mi padre era podar los arbustos con la forma que a él le gustaba.

   — Ven, hice una copia de las llaves hace mucho tiempo, no creo que hayan cambiado la cerradura —comenzamos a caminar por el extenso pasillo de arbustos.

   Llegamos a la casa, una estructura de dos pisos bastante grande. Todavía mantenía ese verde agua en las paredes que tanto me gustaba.

   — ¡Oh, no! Tu cartera, ahí tenías las llaves, no la trajiste —grita Elliot desesperado. No sé cómo supo que ahí guardaba mis llaves.

   — Cálmate, conozco esta casa como la palma de mi mano. Según mis cálculos debe haber, a unos cinco pasos. . . —Comienzo a contar los pasos hacia mi izquierda—. Cuatro y cinco, justo por. . . ¡Aquí! —Levanto una maceta y ahí estaba la llave.

   — Me sorprendes chiquita —ríe.

   Vuelvo a la puerta, meto la llave y esta se abre sin oponer resistencia. Un aroma a canela inunda mi nariz. Doy un paso al frente con Elliot detrás de mí.

   Todo estaba como lo recordaba. El piso negro con cuadros blancos, las paredes en gris, las cortinas de terciopelo negras. Los grandes floreros de mi madre y los cuadros sobre la chimenea con fotos que sacaba mi abuela.

   Se siente un ruido fuerte en la cocina. ¿Qué está pasando? Elliot me mira sorprendido, yo alzo los hombros, no tengo idea de qué hay allí.

   — ¿Quién está allí? —Grito.

   — ¿Es lo más inteligente que se te ocurrió? —Susurra él con una sonrisa.

   — ¡Shh! Harás que nos maten —reprocho.

   Doy un paso al frente mientras mantenía mis puños cerrados al frente de mi cara. Mis manos temblaban, aun así me mantenía firme.

   — ¿No han visto mis lentes? —Se escucha desde la cocina una voz bastante conocida para mí.

   — ¿Abuela Kathleen? —Pregunto con el pulso acelerado.

   — ¿Ginny? ¿Eres tú? —Una anciana sale de la cocina, vestía una falda larga hasta sus pies, color violeta y una camisa celeste con flores blancas— Estás algo delgada —se para delante del perchero que había en el living y lo abraza.

   — Creo que necesitará esto —dice Elliot agarrando unos lentes que estaban sobre la mesita de café.

   — Una voz varonil, ¿de quién se trata? —Se coloca los lentes—. ¡Santo Cielo! Tan solo miren a este hombre, alto, guapo, linda voz. ¿Cuándo se casan? —Mis mejillas ardieron, solo atiné a voltear para ver como Elliot se reía al borde del llanto.

   — No, Kate, él es un amigo —explico.

   — No por mucho tiempo más —murmura él. Golpeo de un codazo su costilla.

   — ¿Qué los trae por aquí? ¿Viniste a conocer a tus futuros suegros?

   — ¿Sabes cómo está mamá? —Interrumpo antes de pasar otra vergüenza o, peor, antes de que saque el álbum de fotos mías de bebé.

   — Hablé esta mañana con tu padre, el cabeza dura no quiso que vaya. Los crías toda la vida y ahora ni se acuerdan de ti —revuelve sus cabellos canosos rizados y se sienta en el sofá—. ¿A qué vienen? —Nos mira a ambos.

   Sonrío tratando de que la paciencia no se me vaya. Kathleen era la mamá de mi papá, ella era la única, de los siete hermanos, que quedaba viva y, con ochenta y siete años, deben cuidarla bien y tratarla como se merece.

   — Hice té y galletas —sonríe.

   — Muchas gracias, pero quiero ir a ver a mi madre —me acuclillo a su lado apoyando mi mano sobre su falda.

   — Lo hubieras dicho. En el garaje está el auto de tu padre.

   — Gracias Kate —exclamo mientras salía casi corriendo del living.

   Tomo las llaves del auto, que colgaban en un gancho al costado de la puerta. Abro la puerta principal y salgo de ahí.

   Abro el garaje y lo veo ahí, el auto de mi padre, tal y como lo recordaba. Era un auto bastante moderno, él era amante de los autos antiguos, por lo que tenía un auto que ahora vale mucho dinero y que, por esa misma razón, lo cuida tanto.

   — ¿Te molestaría conducir? —Miro a Elliot sonrojada. Él niega con la cabeza mientras toma las llaves de mi mano.

   Subo al auto y Elliot hace lo mismo. Dentro del mismo había un delicioso aroma a jazmín. Comienza a conducir, con el GPS del celular, porque, tanto él como yo, estábamos perdidos y no sabíamos dónde quedaba el hospital.

   — Oye, me cae bien Kate. Creo que no me molestaría tenerla como abuela —dice Elliot tratando de romper el silencio.

   — Si fuera por ella, sería abuela de medio país. Es muy cariñosa. Aunque siempre me cuidó como a su hija y me celó bastante. No me dejaba estar con chicos dentro de casa o donde ella pueda verme y, créeme, estaba por todas partes. No sé por qué a ti te aceptó así, sin quejarse ni enojarse.

   — Tengo mis encantos —sonríe mientras pasa una mano por sus cabellos.

   ¡Vaya! Me estoy empezando a volver adicta a su sonrisa. No me había dado cuenta de lo mucho que me gustaba. Y, a decir verdad, agradezco que esté aquí. Si no estuviera, yo estaría llorando porque soy una chica muy sensible y frágil. Gracias a su presencia estoy así, sonriendo y bromeando con él como si nada pasara.

   Sigue conduciendo, el hospital quedaba más lejos de lo pensado. Por suerte ya no sentía incomodidad ante la presencia de Elliot. Eso era algo bueno, o eso supongo. Lo malo sería estarme enamorando de él. Lo sé, es un chico buenísimo y, sí, es bastante bello, pero tengo miedo a salir lastimada. No sé lo que es el amor de verdad y me da miedo saberlo. Mientras tanto, estoy bien así. Por ahora prefiero mantener relaciones amistosas como la que tengo ahora con él o relaciones "prohibidas" como la que tenía con Andrew.

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