Capítulo 10

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   Durante el viaje ambos estuvimos escuchando la radio, sin nada que decirnos. Yo prefería callar, ya que no encontraba un tema de conversación apto para el momento.

   Por fin llegamos, el restaurante era muy bello por fuera, adornado con luces rojas y las ventanas cubiertas por una fina tela dorada.

   Parados frente a la puerta del restaurante estaban Samanta y Andrew. Ella estaba elegante con un vestido rosa chicle y un recogido que mantenía sus cabellos en un fino rodete sobre su cabeza. Y en cuanto a él, bueno ¿qué puedo decirles? Tenía un jean negro ajustado y una chomba azul marino que lo hacían bastante atractivo. ¿Qué estoy pensando? Es el novio de mi amiga.

   Elliot baja del auto y da la vuelta para abrir la puerta de mi lado. Me tiende la mano para ayudarme a bajar, yo la tomó tratando de no verme nerviosa.

   Cierra la puerta con delicadeza mientras yo comienzo a caminar hacia donde estaba mi amiga.

   La saludo con un beso en la mejilla y veo como Andrew prepara su mejilla para que la bese, pero, en cambio, yo estiro mi mano dirigiéndole un "Hola" por lo bajo. Su cara de asombro se veía a cien kilómetros de distancia.

   — Hola, buenas noches —se acerca Elliot y saluda con un apretón de manos a Andrew y a Samanta.

   Casi podía ver los corazones en los ojos de Samanta al ver a Elliot ahí, eso me impulsó a que tome su mano y entrelace sus dedos con los míos. Elliot solo miro nuestras manos y sonrío. Samanta soltó un largo y silencioso "Ahh" expresando ternura y Andrew me miraba sorprendido.

   Samanta entró al restaurante de la mano de Andrew y yo me quedé por un segundo parada ahí afuera, mirando el suelo.

   — ¿Entrarás o te quedarás aquí? —Pregunta Elliot, sacándome de mis pensamientos.

   — Sí, vamos —le sonrío y comienzo a caminar hacia la puerta de entrada.

   Ambos entramo, inconscientemente, con las manos entrelazadas. Al sentir sus dedos presionando sobre mi mano, la alejo enseguida viéndolo con timidez. Nos acercamos a la mesa donde Samanta y Andrew se encontraban esperando.

   — Por fin vienen —exclama mi amiga, para nada disimulada.

   — Olvidé el monedero en el auto —levanto el monedero que tenía en mi mano. Era una mentira válida para no tener que quedar como una loca diciendo: me quedé tildada viendo el piso.

   Elliot ríe en silencio, al parecer está dispuesto a cubrirme con la mentira. Eso hace que largue una carcajada que mi amiga no tardó en interpretar mal. Lamentablemente, para mi suerte, Andrew también interpretó mal la situación. Ignorando la risa de Samanta, ambos tomamos asiento.

   El camarero se va con nuestro pedido, mientras otro traía una botella de vino con cuatro copas. La deja suavemente sobre la mesa mientras la destapa.

   — Bueno, como la otra noche, quiero brindar por Ginny, por este nuevo festejo de cumpleaños —pronuncia Andrew mirándome de reojo mientras levanta la copa.

   — Salud —respondemos los tres chocando nuestras copas.

   Tengo que admitir que, la cena, fue un éxito. Los cuatro reímos y charlamos como si nos conociéramos de toda la vida. Me alegró ver que Elliot se llevó bien con Samanta y su novio al instante, aunque sospecho que a Andrew no le cayó muy bien mi compañía, pero lo disimuló bastante bien.

   Aunque no lo entiendo, ¿por qué es tan celoso cuando nombro a Elliot? Supongo que es una característica que le da su trabajo, quiere a todas las chicas para él y no toleran que se acuesten con otro hombre.

   Salimos del bar, riendo. Los nervios que sentí antes de entrar se habían disipado. Por suerte tenía a Samanta, que me mandaba miradas indirectas que me tranquilizaban bastante.

   — ¿Qué haremos ahora? —Pregunto mirando la hora en mi celular, las once y cuarto, no era tarde para otro paseo.

   — Hay un parque de diversiones cerca de aquí al que siempre quise ir —exclama Samanta extasiada.

   — Por mí está bien —dice Andrew comenzando a caminar hacia su auto, mientras Samanta iba tras de él.

   Elliot se acerca a mí y ve mi cara de preocupación, mi sonrisa se había disipado.

   — ¿Pasa algo? —Pregunta parándose frente a mí.

   — No, nada de qué preocuparnos —respondo tratando de ponerle ánimo a la situación.

   Él acaricia mi mejilla, pasa su mano por detrás de mi cuello y comienza a caminar a mi lado.

   Como había hecho antes de salir de casa, abre la puerta del auto para que yo suba. Me acomodo en el asiento y recuesto mi cabeza contra el vidrio, cerrando levemente mis ojos y dejando que mi respiración se tranquilice. Necesitaba procesar todo lo que había pasado hoy.

   Siento un contacto cálido apoyarse en mi rodilla y subir hasta el comienzo de mi vestido, encontrándose con mi mano izquierda. Abro los ojos y veo las delicadas manos de Elliot sobre mi pierna. La piel se me erizó al sentir su mano, lo miraba y veía su sonrisa cálida en su rostro.

   — ¿Tienes frío? —Pregunta, a lo que niego con la cabeza—. Porque tu piel se erizó, eso pasa cuando tienes frío —sonríe.

   — Quizá tengo algo de frío —miento con una sonrisa en mi cara, tratando de que me crea.

   Sonríe mordiendo su labio inferior y negando con la cabeza. Lo eché todo a perder, no puedo ser tan tonta, ¿o sí puedo? No, claro que no puedo.

   Prende la radio y comienza a conducir con lentitud por la carretera únicamente iluminada por las luces de las calles.

   Durante el camino vinimos hablando sobre la pareja formaba Samanta y Andrew, ambos concordamos en que se veían lindos juntos, aunque yo sabía la verdad sobre el asunto y es que mi mejor amiga tiene un novio que la engaña con. . . Migo.

   — ¿Sabes? Cuando era niño, tenía un peluche de elefante, no era muy bello, le faltaba un ojo, pero me ayudaba a dormir por las noches de invierno. Recuerdo que también tenía un amigo que contaba unos chistes muy buenos —habla con cierta nostalgia en su voz.

   — Me gustaría conocerlo —propongo entusiasmada.

   — Ginny, el murió el año pasado en un accidente de autos —dice con su voz apagada, como si fuera otra persona la que hablaba.

   — Oh, yo. . . Lo siento tanto, no sabía —tapo mi boca, ya metí la tapa hasta el fondo.

   — No, tú no sabías, no es tu culpa —estaciona el auto frente al parque de diversiones del que hablaba Samanta—. No te preocupes.

   Lo miro fijamente, ninguno de los dos quería moverse, era un momento extremadamente incómodo.

   — ¿Sabes? —Comienzo a susurrar— Yo perdí a una prima así, sé lo que se siente. Lo buscas y no lo encontras, lo llamas y no te contesta, así que descuida, lo sé. Puedes contar conmigo para todo lo que quieras —en ese instante, sus brazos rodean mi cuerpo juntándose en mi espalda.

   Era un abrazo, pero no como los que acostumbraba a recibir, este era sincero y cálido.

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