Capítulo 2 (Parte 3)

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Mientras tanto, en el laboratorio de Rodolfo...

—Que ha pasado? —dijo Rodolfo entrando en el laboratorio y mirando con asombro al hombre que trabaja para él.

—El roedor murió —dijo este.

—Mierda —se acercó a la jaula donde estaba el roedor y confirmo sus sospechas.

~~♡~~

Más tarde, en uno de los edificios más famosos de la ciudad...

    Los invitados iban llegando y se saludaban entre sí y, a su vez, felicitaban a Rodolfo. A su lado estaba Renata, con un vestido rojo que descubría su espalda y que le llegaba por encima de la rodilla, haciendo lucir unas largas piernas que volvían loco a cualquier hombre.

    Uno de los meseros se acerca con una bandeja a ella y le ofrece una copa de vino. Ella la toma y se queda mirando unos segundos al mesero. Le resultaba conocido pero no sabía quién era.

El mesero no le prestó demasiada atención y siguió ofreciendo copas a las personas que iban llegando.

    Ella estaba preocupada. Si no llegaba Christopher pronto, la fase tres del plan se iría por la borda. Sin mencionar que era una de las más importantes.

    Ya había bebido dos copas de vino. La cabeza comenzaba a dolerle pero podía aguantar la molestia.

De pronto, puede ver cómo Christopher entra en el edificio con un traje formal color negro y una corbata de color rojo.

    Los efectos del vino estaban actuando contra ella. En su interior sentía como miles de mariposas le hacían cosquillas en el estómago. Sentía un ligero cosquilleo que comenzaba desde las puntas de los pies y subía por su espalda haciendo que su piel se erice.

Qué le pasaba? Por qué su cuerpo la estaba traicionando?!
Se acercó a él mientras repetía en su cabeza las mismas palabras.

No te enamores. No te enamores. No te enamores.

—Hola —le saludó.

—Renata, hola —dijo él, sonriendo al verla. Depositó un cálido beso en su mejilla logrando que las mejillas de Renata se volvieran de un tono escarlata.

Él tiene que enamorarse de ti. Él tiene que enamorarse de ti.

—Ven, tienes que probar esto —dijo tomando su mano y entregándole su copa de vino mientras le mostraba una sonrisa juguetona —. Quiero oír tu opinión...

—Eh... Es que yo no sé nada de vinos como tu jefe... —se excusó.

—Ay! Eso no importa! Anda, quiero tu opinión.

—De acuerdo —dijo acercando la copa a su nariz —. Delicioso aroma...

Él se acerca la copa a los labios y Renata no puede evitar soltar un suspiro. Esos labios... Se estaba volviendo loca por ese hombre...

No! Renata mantén la compostura! Él debe enamorarse de tí...

Christopher saboreo el vino...

—Y delicioso sabor... —sonrió mientras la miraba.

No puede ser!

    Una gota. Una insignificante gota de vino, apenas visible para el ojo humano, reposaba en el labio inferior de Christopher. Renata tragó saliva pesadamente. Se estaba muriendo del deseo. Necesitaba un milagro para escapar de esa situación.

—Papá! Qué haces aquí? —dijo una voz detrás de ella.

    En ese momento, el mesero que le había entregado la primera copa de vino se lanzó a abrazar a Christopher. Renata sólo se quedó observando la escena.

—León. Qué haces tú aquí? —preguntó Chris separándose de él.

—Es que aquí trabaja Elena y les faltaba un miembro del personal, así que yo me ofrecí para ayudar.

    León... Ese nombre... De pronto, Renata sintió un fuerte dolor en el pecho. Tenía el corazón acelerado... La cabeza le daba vueltas... Dejó caer su mano en el hombro del mesero y un nuevo recuerdo la invadió.

*Flashback*

    Ella estaba recostada en la cama. Estaba cansada, pero eso no le importaba. Amaba verlo. Era la cosita más linda que había visto en todo el mundo. Oía su respiración mientras acariciaba una de sus pequeñas manitas.

    De pronto, una mano se posó sobre su hombro aclamando su atención.

—Cómo lo llamaremos?

    Esa voz, se le hacía conocida pero no sabía de quién podría llegar a ser. Pero, por alguna razón, esa voz logró hacer que su sonrisa se ampliara.

—León... —dijo ella.

Volteó y vio un rostro borroso. Luego todo se volvió obscuro...

*Fin del Flashback*

    Abrió los ojos y su vista era borrosa a causa de las lágrimas.

—León... —susurró.

El mesero se dió la vuelta y la sostuvo por los hombros.

—Señorita, se encuentra bien? —dijo sorprendido. Al igual que su padre, había notado el gran parecido entre Dulce y Renata.

    Renata estaba mareada. Su cabeza era un remolino de emociones, sus piernas se habían vuelto gelatina y, si no fuera porque León la sostenía, ahora mismo ella estaría de rodillas en el suelo.

    Rodolfo que estaba observando la escena desde lejos, decidió acercarse a ellos a paso lento.

—Renata, qué te sucede? —preguntó Christopher preocupado.

—Hijo... —dijo ella en un susurro que era apenas audible por las voces de todas las personas y la música.

    Renata se desmayó y Rodolfo la sostuvo por la espalda cuando la vio desvanecerse.

—Renata! —gritó Christopher al verla desmayada.

—Descuida, Christopher. Ya sabemos qué hacer —Rodolfo hizo una señal con la mano y dos de sus hombres la cargaron en brazos y la sacaron de la fiesta.

—A dónde se la llevan?! —preguntó desesperado. Estaba alterado. Tenía miedo.

Rodolfo lo tranquilizo comentándole de que a Renata le solían pasar esas cosas cuando estaba demasiado estresada. Christopher dejó de insistir aunque seguía sintiendo miedo. No quería volver a vivir lo mismo. No quería que le pase lo mismo que le había pasado con Dulce...

Más tarde, en el laboratorio de Rodolfo...

    Renata estaba recostada en la camilla. Rodolfo no podía dejar de dar vueltas alrededor de ella pensando en qué iba a hacer ahora. El hombre que trabajaba para él entró con unos papeles en las manos...

—Y? —preguntó Rodolfo alterado.

El hombre asintió mientras seguía leyendo los papeles.

—Su memoria está regresando... Dulce está comenzando a recordar su pasado...

—Mierda... Recuerdas la sustancia que le aplicaste la última vez?

—Sí, señor. Fue la más efectiva hasta el momento.

—Duplica su dosis... O triplicala, no lo sé... Pero has que Dulce no recuerde ni el más mínimo segundo de su pasado... Entendido? — le ordenó desesperado.

—Pero eso podría contraer efectos secundarios en...

—No me importa! —interrumpió dando un golpe a la camilla — Dulce María Espinoza ya no existe... Renata Shelley es la que tiene que actuar ahora... Y no puede verse interrumpida por un estúpido recuerdo... Entendido?

—Sí, señor... —suspiró el hombre. Sabía lo que le provocaría a Dulce si duplicaba la dosis del medicamento, pero órdenes eran órdenes...

Amor Perdido © (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora