Capítulo Décimo Cuarto ~1940~

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1940

El amor se presenta en miles de formas, maneras, situaciones y contextos, las personas cambian, viven, sobreviven y finalmente mueren, millones y millones de personas con diferentes actitudes y personalidades, algunos tan explosivos como la dinamita y otros tan pacíficos como el mar, tan volátiles y frágiles al juntarse que los hacen débiles ante cualquiera, pues en cuanto una persona fría conoce a alguien que se vuelve lo más importante su debilidad crece a un nivel superior, ahora que tiene algo que proteger no le importa perder lo demás.

¿Por qué usted nunca envejece? — Preguntó un pequeño de unos doce años, sus rasgos finos como la nieve más suave, su piel pálida y sus labios delineados, sus hermosos ojos rasgados y su cabello recortado a la perfección. Sus pequeñas manos se elevaban hasta tocar el rostro del hombre que siempre cuidó de él, y a pesar del tiempo sus facciones seguían jóvenes, como si estuviese congelado a la edad de 23 — ¿es un ángel?

El mayor rió enternecido mientras sostenía la delgada cintura del pequeño y lo elevaba hasta tenerlo a su altura, para así poder ver aquellos ojos profundos que le hacían ver diferentes dimensiones, su traje perfectamente puesto y su cabello perfectamente ordenado hacia atrás, era simpático, sin duda lo era, no importaba estar en otro país, siempre sería hermosos por sus ojos suaves y su expresión cálida, en esos momento no había ni una pizca de maldad y dolor en su alma.

El pequeño le sonrió, dos dientes todavía faltaban crecer por lo que su apariencia era adorable, tan lindo como cualquier otra persona, juntó sus frentes mientras respiraba con suavidad, apreciando cada segundo, sus manos no se cansaban, así pasen dos horas en aquella situación no le molestaba, nunca lo haría, aquella persona en sus brazos era el ser que más había amado en su vida, en toda su larga y miserable vida.

Mamá dice que usted no envejece porque usa muchas cremas y que un día quiere que se las preste — la ingenuidad del pequeño hace que todo cobre un nuevo sentido en su vida, hace que sonría como pocas veces lo hace. Pero las burbujas más hermosas son las primeras en explotar.

¡Aléjate de él! — la voz de un hombre los distrajo e hizo que se separaran, el mayor dejó al pequeño en el suelo y éste de inmediato corrió a los brazos de su padre quien miraba al alto con desconfianza, un arma en su mano, algo que, por el reciente fin de la guerra, empezó a desaparecer — hijo — volvió a hablar el hombre de avanzada edad, su mirada en el hombre frente a él mientras su pequeño hijo se aferraba a sus piernas — no vuelvas a hablar con él, no es humano — lo último lo susurró.

En el mundo hay más cosas que humanos y no humanos — susurró con suavidad mientras se preparaba para irse, volvería luego, jamás dejaría que el pequeño al que le tenía tanto cariño se alejara de él — volveré a verte pronto — se despidió del pequeño.

No lo harás — volvió a hablar el hombre — no te volverás a acercar a mi hijo, si vuelvo a verte cerca de él yo mismo acabaré con ambos.

El silencio se formó de una manera espectacular, el enorme abrigo del padre de familia empezó a tambalearse por la brisa de la tarde y las hojas de aquel otoño empezaron a caer con intensidad, los suaves murmullos de las diferentes personas que veían aquella escena se hacían más fuertes cuando el pequeño rompió en llanto al escuchar como su padre se desplomaba en el suelo, signos de garras en su garganta y sangre desparramándose en el suelo.

Un grito más fuerte y agudo rompió el ambiente y fragmentó el espacio, la esposa de aquel hombre ahora acompañaba a su hijo en lágrimas, su esposo al que había amado por tanto tiempo ahora yacía muerto en el suelo sin latidos en su corazón y con la mirada fija en el lugar donde hace un momento el joven que quería a su hijo estaba. Desde ese momento un nuevo trayecto fue trazado.

Café y Vino tinto (BL) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora