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Aquí estaba, frente al hotel que me había dicho, miré el reloj de mi muñeca y faltaban cinco minutos para la siete

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Aquí estaba, frente al hotel que me había dicho, miré el reloj de mi muñeca y faltaban cinco minutos para la siete.

Por primera vez les había mentido a mis padres para poder salir y llegar tarde, aunque no fue difícil, ellos estaban alegres porque al fin había salido de casa, claro, mintiendo que quería ir al cine, sola.

Respiro profundamente para después seguir adelante, entré al hotel dirigiéndome a la recepción; donde hable con la señorita que estaba ahí. Hice lo que la persona me había dicho que hiciera cuando llegara.

--Disculpe, alguien me está esperando en la habitación 302 – hablé mientras movía mi pie, algo nerviosa.

--Ah, sí, aquí tiene, está en el tercer piso, que tenga linda tarde – la joven chica me dio una sonrisa algo mecánica. Yo no pude devolverle el gesto. Solo asentí.

Me aleje de ahí a paso titubeante, mis manos sudaban en frio, estaba nerviosa, me estaba arrepintiendo de esto. Pero a pesar de querer regresar, mis piernas parecían querer seguir avanzando. Me dirigí al elevador, donde aplane el número tres, las puertas del elevador se cerraron y esa sensación de vacío en el estomago me llego cuando el elevador empezó a ascender.

1... 2... 3...

Había llegado, las puertas se abrieron, dude por unos segundos el seguir. Pero apreté mis manos formándolas en unos puños y salí del elevador, estaba decidida ahora. Busque el numero 302 en las puertas de color café, el pasillo no era tan angosto, pero tampoco muy grande, estaba tapizado con una alfombra de color vino, era mullida, muy bonita. Sentí cosquillas en mis pies, tenia esas ganas de caminar descalza en la alfombra, solo para sentir ese lindo cosquilleo en la planta de mis pies.

Me detuve frente a una de las puertas, ahí estaba, 302, estaba escrito de manera muy pulcra en color dorado, resaltando por la oscuridad de la puerta. Solté el aire e introduje la llave en el pomo, el seguro salto del otro lado de la puerta. Abrí lentamente, la luz del pasillo solo entraba un poco, cerré con cuidado detrás de mí, la luz de una lampara aluzaba solo la cama y un poco a los lados. En el fondo el gran ventanal estaba abierto, las cortinas de color blanco se mecían con el aire frio de Seul. Fuera de ese ventanal había un balcón, donde había una persona recargada en el barandal mirando hacia la ciudad, me quede de pie sin hacer ruido.

No podía mirar a aquella persona, solo su espalda marcada y sus piernas largas podía verlas, su cabello azabache se mecía con el viento, haciendo que varias hebras de sus cabellos parecieran danzar con el viento. Era mas alto que yo, tenia buen cuerpo, al menos lo que la parte trasera de su cuerpo me dejaba ver.

Tal vez pasaron minutos en los que yo me dedique a mirarlo, mirar su forma de pararse, en la forma que sus músculos se notaban cuando apretaba un poco el metal del barandal, la manera en el que el viento jugaba con sus cabellos. O el olor esquicito que entraba gracias al viento, tal vez proviniendo de esa persona. Ese chico se dio media vuelta lentamente, como si quisiera durar un poco más de tiempo ahí mismo. Camino hacia estar dentro de la habitación, donde se detuvo al otro lado de la cama, la cual era lo único que nos separaba.

La luz de la lampara me dejo ver parte de su rostro, lo cual no fue mucho, un antifaz estaba cubriendo su rostro, era de un color rojo con algunos detalles en negro, solo sus ojos oscuros se veían al igual que sus labios, ah, unos hermosos labios carnosos y rosados.

--Hola – hablo él.

Su voz se escuchaba incluso mucho mejor que detrás de aquel aparato telefónico.

--Hola – salude, mi voz había salido algo quebrada e incluso mas baja de lo que yo quería.

--Tranquila, todo estará bien, toma asiento –

Su voz sonaba como un suave susurro tranquilizador, tal vez eso quería, que me tranquilizara y la verdad lo estaba consiguiendo. Le hice caso, me senté en una de las esquinas de la cama, quedando completamente derecha. Pude escuchar como él caminaba hasta ponerse frente a mí, donde había una silla de madera, se sentó ahí.

--Antes de empezar, quiero decirte mis reglas, después de eso complaceré todas tus fantasías –

Yo solo asentí, me sentía tan nerviosa que incluso hablar se me dificultaba.

--La primera regla, nada de nombres, segunda, nada personal, tercera, solo nos veremos esta vez – su voz fue algo mas dura en la ultima frase. Trate de mirarlo mejor, pero la luz era muy poca. – ¿Esta bien? —

--Si, todo bien –

--Bien, ahora dime tu fantasía, pídeme lo que quieras y lo hare, deja el efectivo en la mesita que está detrás de ti, lo tomare al terminar –

Mire detrás de mí, en efecto, había una pequeña mesita de noche, donde había una botella de agua y una pequeña toalla blanca enrollada perfectamente. Me levante y saque el dinero que mi hermana me había dado y lo puse ahí, me gire y camine de nuevo hasta estar en mi posición anterior.

Él chico me miraba esperando a que pidiera lo que quisiera, rasguñe un poco mi pantalón. Mordí un poco mi labio.

--Yo no vengo a buscar sexo, solo... solo necesito a alguien que me escuche, como un amigo, mi hermana me dijo que... ustedes cumplen todo lo que nosotras pedimos – hable mientras tenia mi cabeza agachada, la levante para seguir. – Es por eso por lo que yo te pido que seas mi amigo por esta vez y me escuches –

Termine de hablar, espere su respuesta. Su mirada era confusa, sabia que él venia pensando que yo quería sexo, pero no, solo quería hablar, tal vez sea bueno, además de que ellos tenían que cumplir, para eso le pagaría, era una fantasía, tener a alguien con quien hablar.

Sólo desee en ese momento que el chico que estaba frente a mi no me tachara de loca.

Butterfly [Park Jimin] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora