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Había pasado una semana desde que mis progenitores me habían dicho que estaba castigada

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Había pasado una semana desde que mis progenitores me habían dicho que estaba castigada. Claro, yo no lo sentí como un castigo, simplemente hacia lo de siempre, no salir, nada de televisión y nada de hablar con nadie, solo estar en mi habitación. Si ellos pensaban que eso era un castigo, no los sacaría de su error.

Hoy era viernes, leía un libro mientras estaba sentada en mi pequeño sofá algo gastado de color verde, mirando hacia afuera, donde las personas caminaban de un lado hacia otro, sin preocupaciones. O tal vez sí, sí que las tenían, pero no decían nada, así como yo.

Recordé ese día en que lloré frente a un desconocido, sacando todo lo que sentía, él me había hecho sentir de manera diferente, me había sentido escuchada y no tan sola, nada comparado a lo que ahora mismo estaba sintiendo.

Cerré el libro en mis manos y lo puse entre mis piernas, tome mi celular desbloqueándolo en el acto, me dirigí hacia la agenda y busque ese número que había registrado como "Amarillo". ¿Por qué? Porque él desprendía ese color por todo su ser, era difícil de explicar.

Dude por unos minutos si hablarle, él me había dicho que sería la primera y última vez que nos veríamos. Si le marcaba, estaba segura de que no contestaria mi llamada. Pero no perdía nada intentándolo, ¿Verdad?

Seleccione su número y empezó a sonar.

1... 2... 3...

Esto me dejaba una sensación extraña en mi estómago. Estaba tardando un poco mas de lo que fue la primera vez, si, él no me contestaria.

--¿Sí? – su voz seguía igual, pero esta vez un poco más agitado.

--Ah, yo... creo que me equivoque de número, disculpe – intente colgar rápidamente.

--¡Espera! –

Se escucho un poco de ruido de fondo y después una puerta cerrarse. Hice el libro que tenia en mis piernas a un lado, me acomodé mejor en el viejo sillón.

--¿No te equivocaste, cierto? – hablo al fin, después de a saber que estaba haciendo.

Guarde silencio por unos segundos, dudosa si decir la verdad. Lo mejor sería hablar directamente.

--Tienes razón, yo... yo solo pensaba en si podríamos... hablar un poco – mordí mi labio inferior nerviosa.

Guardo silencio, pensé que la línea se había cortado, incluso retiré un par de veces mi celular para mirar la pantalla y ver si aun estaba la llamada en curso. Seguía ahí. Un suspiro del otro lado se escuchó.

--Esta bien, en la misma habitación y a la misma hora, ¿Esta bien? –

--Claro, está bien – comente mientras hacia una sonrisa, la cual él no podría ver.

--Bien, me tengo que ir, nos vemos – entonces colgó la llamada.

Cerré mis ojos y sonreí como tonta. Había aceptado. Mire la hora, eran las tres de la tarde, tenia un poco de tiempo para arreglarme.

También tenia que pensar en que les diría a mis padres para que me dejaran salir. Mientras lo hacia me movía por toda mi habitación, buscando ropa una tras otra, sin poder decidirme, ¿Un vestido? ¿Una falda? ¿Un pantalón? Desesperada me deje caer en el suelo de mi habitación. No sabia que ponerme, tampoco podía usar algo demasiado llamativo, o mis padres no me dejarían salir. Chasquee mi lengua.

Pase la vista por la ropa de nuevo, sacando unos jeans color gris ajustado, una blusa de tiras color blanca y un suéter color azul marino. Ya lo tenía. Rápidamente me di un baño con agua tibia, talle muy bien mi cuerpo y me enjuague, enrolle una toalla en mi cuerpo saliendo y empezando a cambiarme. Ya eran las cuatro y treinta, y aun no tenia nada pensado que decir a mis padres. Mire todo a mi alrededor, pero nada se me ocurría.

Una idea se me paso por la cabeza. Corrí hacia el baño, tomando mi shampoo favorito y vaciándolo en el retrete, con todo el dolor de mi corazón lo vacié todo. Al terminar baje la palanca. Ahora tenia un pretexto.

Con botella vacía en mano y mis cosas, salí de mi habitación.

--¡Mamá! – llame a mi madre mientras bajaba las escaleras.

--¿Qué pasa? – ella hablo alertada de mi voz alta.

--Se acabo mi shampoo, sabes que este no me da sarpullido – hice un puchero.

Si, sonaba algo extraño, pero era alérgica a algunos jabones. El que usaba era uno especial que solo encontrábamos en una farmacia en el centro, donde se encontraba ese hotel.

--Esta bien, iré a comprarlo en un momento, estoy haciendo la comida –

--Ah, mamá, no te preocupes, puedo ir yo, sirve que compro unas cosas más –

--Hija, puedo ir yo, no te preocupes, solo dime que necesitas –

Ella me miraba esperando. Rayos, esto sería más difícil de lo que pensaba. Bien, llego el momento de usar esa técnica que tanto odiaba.

--Yo iré mamá, buscare sostenes por mi misma y comprare toallas sanitarias, además de que entrare a una librería y comprare muchos libros mientras escucho música clásica –

--Ah, pensándolo bien, tengo que terminar la comida, tu padre llegara pronto, ten cuidado –

Ella se adentro de nuevo a la cocina, sonreí triunfante. Mis padres no eran muy amantes de los libros y música clásica, así que solía usar esa técnica cuando quería hacer algo y ellos querían estar conmigo. La odiaba esa técnica porque yo amaba los libros y música clásica, y usarla en contra de eso... bueno, era la traición.

Me apresure a salir de la casa, antes de que mi padre se arrepintiera en dejarme salir.

(Salto espacio – temporal)

Cuando llegue al hotel hice lo mismo que esa vez, llegue y pedí la llave de la habitación 302, la misma chica me miraba, esta vez con un semblante mas serio. Me encogí de hombros y me encaminé hacia la habitación.

Mis pies tenían prisa en llegar, pues casi corría por el pasillo para llegar a la puerta e introducir la llave, la cual cedió de inmediato. Abrí la puerta y él estaba ahí, sentado en la silla de madera en la cual había estado antes, con el mismo antifaz en su rostro, pero con ropa diferente, traía una sudadera color blanca con negro y unos jeans color negro, tenis a juego de los jeans. Su cabello estaba mojado.

--Si viniste – hable mientras cerraba la puerta.

--¿Por qué no lo haría? –

--No lo sé, ¿Sera porque me dijiste que solo nos veríamos esa vez? – me senté en la orilla de la cama.

--Si, tienes razón, rompí esa regla – suspiro. Se levanto de la silla y se dirigió hacia el pequeño escritorio frente a la cama, mostrándome un par de bebidas. –Toma, no se si te gusté de sabor uva, pero era lo único que encontré – se encogió de hombros.

--Gracias – asentí y la tomé entre mis manos.

--Supongo que esta vez también quieres hablar, ¿No? – sonrió un poco.

--Si, pero, antes que nada, ¿Por qué no tomaste el dinero esa vez? Tú complaciste mi petición, no lo entiendo –

--No estaba bien, solo eso –

--¿Hoy lo tomaras? – pregunte mientras lo miraba directo a sus ojos.

Sonrió de lado, casi infantil, sus ojos se cerraron, parecían que sonreían también.

--No lo creo –

Sonreí también, su sonrisa era risueña, divertida y cálida. Nunca había visto un ángel de verdad, pero supongo que se tenían que parecer a él, ¿Verdad? 

Butterfly [Park Jimin] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora