Se había acostumbrado mucho a despertar temprano por la mañana y ver a Castiel durmiendo a su lado. Le resultaba lo más hermoso. Más aún cuando se despertaba y lo tenía con sus brazos rodeando su cintura, aferrándolo a su cuerpo mientras él se sentía pequeño pero protegido. No como en aquél momento que Castiel simplemente se encontraba boca arriba, con la boca abierta y los irritantes ronquidos saliendo de su boca, pero debía admitir que también se había acostumbrado a aquello.
Su vida había cambiado drásticamente desde que Castiel lo había ayudado aquella noche y, básicamente, se había mudado con él. Nathaniel comenzaba a sentirse más libre, más feliz, más él mismo. Y le gustaba muchísimo esa sensación, no quería que desapareciera nunca.
El pelirrojo se removió un poco en la cama y Nathaniel simplemente esbozó una sonrisa mientras continuaba observándolo desde el marco de la puerta con una taza de café en sus manos. Bajó la mirada unos breves segundos y su sonrisa se hizo aún más grande el ver el anillo de compromiso en su dedo. Realmente lo hacía tan feliz todo aquello y aún le costaba tanto creerlo.
Jamás imaginó que la persona a la que más llegaría a odiar en su vida sería la misma persona a la que llegaría a amar con todo su corazón. Tanto odio reprimido finalmente se convirtió en amor, en todo lo contrario. Y es increíble como del amor al odio hay tan solo un paso, pero del odio al amor hay un abismo gigante que ellos dos fueron capaces de saltar y de llegar al otro lado.
Llevaban meses planificando todo lo de la boda. Se llevaría a cabo dentro de un mes y tenían que tener todo preparado, aunque Castiel dijera constantemente que no había problema, que todo iría bien. Sabía que si dejaba todo en manos de Castiel sería un completo desastre. No tenía paciencia para aquellas cosas, por eso mismo simplemente le pidió su ayuda en aquellas cosas de tomar decisiones como de qué color las cosas, qué comida, y más preguntas básicas de opciones.
— Gracias por prepararme café, tengo un prometido tan amable que a veces me sorprende lo afortunado que soy —murmuró Castiel a regañadientes mientras salía de la habitación hacia la sala donde Nathaniel ahora se encontraba con el ordenador. No pudo evitar soltar una leve risa, todas las mañanas eran iguales.
— Si, deberías de sentirte afortunado de que tu prometido no te ha despertado un sábado por la mañana solo para que tomes café. Anda, sé que me matarías si hiciera eso —Nathaniel alzó sus cejas, esperando que Castiel admitiera que tenía razón, cosa que jamás hacía. Sin embargo rodó los ojos con una sonrisa divertida en el rostro y se dirigió a la cocina.
Castiel había decidido no ir a la universidad al conseguir un trabajo en una tienda de música. Nathaniel no se quejaba. Claro que le hubiese gustado que Castiel continuara con sus estudios, pero él no podía elegir sobre la vida de los demás, por lo cual simplemente se alegró de que al menos trabajara en un ambiente que le gustaba y lo hacía sentir cómodo. Por su parte él había entrado en la universidad, desde pequeño había tenido en su cabeza convertirse en abogado, así que no dudó ni un momento en meterse en aquella carrera y se sentía aún más satisfecho al saber que contaba con todo el apoyo de Castiel.
El rubio continuó con sus tareas. Debía entregar algunos trabajos el lunes por la mañana, pero jamás se atrasaba en eso. Sabía que la recompensa de dedicarle tiempo a su tarea era que tendría el fin de semana libre para pasarlo con su prometido.
Habían tenido unas cuantas peleas, pero ninguna había sido grave. Pequeñas discusiones por tonterías que se resolvían con un par de besos y un largo rato bajo las sábanas.
Nathaniel no podía pedir más que eso. Sentía que estaba en el mejor momento de su vida, teniendo todo lo que siempre había soñado con la persona que menos esperaba. Así sucedían las cosas. Aún se sonrojaba cuando Castiel comenzaba a repartir pequeños besos en su cuello, como estaba haciendo en aquél preciso momento luego de regresar de la cocina con un vaso de jugo de naranja en una de sus manos. Nathaniel sonrió ante el cosquilleo que provocaba eso, y cerró su portátil a la par de sus ojos, disfrutando de los labios de Castiel sobre su piel.
Dejó salir un suspiro de sus labios y se levantó una vez que el pelirrojo comenzaba a dirigirse hacia la habitación, claramente para volver a meterse en la cama, y se dijo a si mismo que unos cuantos minutos más bajo las sábanas con su prometido no le harían más que llenarlo de una inmensa felicidad.
Así que lo hizo.
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RECUÉRDAME
Fanfiction(Castiel x Nathaniel) Lo mejor que había hecho en su vida, hasta el momento, había sido ayudar a Nathaniel aquella noche. De lo contrario estaba completamente seguro de que la historia sería completamente diferente y de que incluso continuarían odiá...