Cuando Alex tenía 6 años, escuchaba extraños sonidos que procedían del sótano. Podía oírlos con bastante claridad porque su habitación se encontraba a un lado de las escaleras que conducían al oscuro y olvidado sótano. Esos ruidos lo asustaron tanto que se volvieron el centro de una fobia poderosa. Temía decirle a su padre, dado que tenía mano dura y Alex sufría la idea de recibir un castigo por cobardía.
Fueron años terribles, soportando con el corazón en el puño. Prendía la luz al acostarse, cerraba con doble cerrojo la puerta y se cubría hasta el rostro con las sábanas. Todo en vano: cuando se declaraba la 1 de la mañana esos ruidos lo despertaban y atormentaban sin descanso.
Nueve años después, aparentemente más maduro, desarrolló una curiosidad proporcional al temor que padecía. Llegó al punto de impulsarle a esperar que se hiciera de noche un día cualquiera.
Había tomado un taladro y horadado la pared para ver, a través de ésta, las escaleras. Le parecía que alguien gateaba peldaño por peldaño, y quería comprobarlo de una vez por todas.
Lo vio esa noche y a la hora habitual. Su terror fue indescriptible, pero también su fascinación: entre las tenues sombras distinguió una criatura tétrica que salió de su escondite, como respondiendo a su mirada.
Luego se desvaneció en el aire, y cuando Alex empezaba a impacientarse, esforzándose por percibir más detalles, favorecido por la escasa luz proyectada desde el exterior y que se comunicaba a través de las rendijas de la puerta, impuesta ante las escaleras del lúgubre sótano... Cuando se frotaba los ojos con los nudillos de las manos y reavivó la mirada, otro ojo lo veía fijamente desde el otro lado, inyectado en sangre, gelatinoso.
A la mañana siguiente, el padre de Alex no encontró a su hijo. El lecho pegado a la pared se había teñido de rojo, y aunque la policía intervino, el cuerpo del joven prácticamente se consideró desaparecido en circunstancias inexplicables. Lo único que documentaron: unos ruidos extraños en el sótano.
El padre de Alex falleció unas semanas más tarde en el hospital tras descubrirlo inconsciente un vecino, preocupado por su prolongado aislamiento. Juró y perjuró los desgraciados minutos antes de recibir los sagrados óleos que, mientras tomaba una taza de café y leía el periódico, oyó abrirse la puerta del sótano.
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Leyendas y Creepypastas con BatAndGameplayYT
HorrorMuchas historias sobre creepypastas