XXXIII

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-Ya esta, lista mi señora.

               Me miré al espejo y veía una persona muy distinta. El pelo rizado y suelto cubrían mis hombros. El vestido azul con hilos de oro relucía haciendo así resaltar mi escote. La corona de la cabeza con diamantes iba a juego con el colgante que se quedaba justo en el principio de mi canalillo. Los guantes y la capa blanca estaban preparados para esconder todo hasta sentarme a cenar.

-Su marido la espera - me informó la doncella.

     Ahí estaba el, alto y fuerte. Seguro de si mismo.

Me ofreció su brazo y poco a poco fuimos bajando las escaleras en silencio. Llevaba mucho tiempo sin ver tanta gente en mi casa. Las mesas estaban llenas de comida y bebida.

Fuimos hacia la mesa del fondo donde mi cuñada, padre, suegra y el conde estaban levantándose de sus asientos.

-Nos reunimos esta noche aqui para celebrar el compromiso de mi hermana Maria. La boda tendrá lugar la semana que viene y esperamos verlos a todos. Querida hermana - se giró hacia ella- serás muy feliz en tu matrimonio. Tenéis mi bendición. 


         Antes de sentarnos a la mesa le hice una señal a mi doncella y me quitó la capa. Eric atento a mis gestos se dio la vuelta para mirarme y se quedó embobado, igual que todos los hombres de aquella sala.

-Es un vestido muy atrevido Judith - me dijo el rey al oido.

-Pero me hace y me siento guapisima - le contesté

                Nos sentamos y empezamos a cenar. Mis gestos eran tranquilos mientras era consciente de que Eric me miraba de reojo y resoplaba.

-Le he puesto una escolta a mi hermana.

-Mmmmm

-Tu crees que se va a fugar?

-Majestad, si quiere hacerlo, lo hará con escolta o sin ella.

-Judith, respecto a lo de hoy - no lo dejé terminar.

-No es momento.

-Judith - el ya habia agotado mi paciencia asi que me puse de pie y le tiré la servilleta.

-Judith nada. Me pides a mi consejo respecto a tu hermana cuando no sabemos ni que demonios ocurre en nuestro matrimonio. Me preguntas si ella será feliz cuando no te preocupas siquiera de si tu mujer lo es.

-Judith - se puso de pie y me cogió del brazo aunque yo me solté y seguí.

-Si Judith, esa soy yo, la que ha tomado decisiones difíciles de perdonar pero siempre ha vuelto a tu lado por que te quiere maldito imbécil.

-Judith, deja de gritar, te está escuchando todo el mundo.

-Que más da, que escuchen, que oigan bien que su Rey es bueno y noble pero a su mujer hoy

 la ha tratado igual que una furcia sin pensar en como ella se sentía.

-Judith, por favor cállate - siseó amenazante

-No voy a callarme, ya lo hice bastante tiempo pensando que era mejor pero no señor, hoy me vas a escuchar. He intentado que todo esto funcione y al igual que yo tuve mi espacio también te lo he dado a ti, pero no puedo más. No puedo aguantar que soluciones los problemas de todos pero no sepas solucionar los tuyos propios. Que no seas capaz de poner de tu parte y arreglar un matrimonio.  Y si te pido esto ya no es por tu mujer que te ama con locura sino por tus hijos que a ellos supongo que si los quieres.

-Basta ya - gritó y golpeo la mesa.


              Cogí mi falda y levanté para poder caminar mejor y salí de la sala perseguida por sus gritos en los cuales me ordenaba volver a su lado. Yo no era una doncella a la que le puedan ordenar cosas, era su mujer y aunque fui una moneda de cambio, una triste pieza de ajedrez, me había enamorado de este maldito idiota.


    Para mi ya no era un castigo, era el padre de mis hijos, al que quería y me di cuenta de eso, de amarlo profundamente , hoy en el bosque, segundos antes de herirme en lo más profundo de mi alma.

Reina de las HighlandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora