Placebo

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J. Hoseok

La luz del sol se cuela por mi ventana, haciéndome despertar lentamente mientras me estiro.

El día esta reluciente, como nunca, aunque más tarde tengo una cita con el neurólogo, y luego con el podólogo.

Últimamente mi cuerpo se sentía cansado, un día me dolía la cabeza, el otro me costaba caminar, y un sin fin de síntomas, que hasta ahora no entiendo porque no me internan o me dicen que tengo. Tal vez y sea verdad lo que me dijo Jimin el otro día. Que todo estaba en mi mente.

El solo recordarlo me hace enojar. Se supone que decidimos no hablar de las cosas que nos agobian cuando estamos juntos, más bien, es una regla. Pero el la rompió aquel día, gritándome un sin fin de cosas que no entendía, llamándome enfermo mental. Diciéndome, casi suplicando que busquemos ayuda, que los dos la necesitamos. 

No entiendo, yo solo necesito la luz del sol cada mañana, mis medicamentos para la jaqueca, las píldoras para dormir, y los chicos que vienen corriendo hacía mi como si estuviese en peligro sus vidas.

O tal vez si estaban en peligro. Porque cuando Taehyung y Namjoon corren como lo hacen, nada bueno hay detrás. O mierda, ¿acaso es la policía? ¿Por qué le siguen? A por supuesto. El aerosol en sus manos los delatan.

Empiezo a reírme de sus rostros, cuando de repente soy arrastrado por ellos, incitando a que empiece a correr. ¿Que mierda?

Namjoon me toma de una mano, y Tae de la otra mientras corremos. Me miran con una sonrisa burlona en el rostro antes de que Namjoon me diga - Hoseok! ¿Recuerdas lo que dijo Jin el otro día?. - Le muestro una mueca confundida para que prosiga. - Somos una puta familia, y estamos juntos siempre, en las buenas y en las jodidas! - Lo dice gritando y riendo al mismo tiempo, Taehyung se le suma. 

De repente con el sonido de sus risas contagiosas, el viento que golpea sin esfuerzo sobre mi rostro, y la adrenalina que sin darme cuenta se apodero de mi cuerpo, comienzo a sentir que el dolor de cabeza desparece, así como el calambre en mis pies, y la falta de sueño, y la tristeza que viene siempre con las pesadillas, el sentimiento de no ser querido ni apreciado. 

La gota que derrama el vaso, es Jimin uniéndose a nuestra improvisada carrera riendo y saltando como el niño tonto que es a veces. Es entonces cuando comienzo a reír y a llorar, tan  desesperadamente que los chicos a mi lado se sorprenden para luego reírse aún más fuerte, mientras corremos, mientras huimos de todo lo malo de este mundo. 

Y es que todos mis síntomas desparecen tan rápidamente que comienzo a pensar que tal vez el chico que se nos ha sumado tiene razón. 

Tal vez es verdad y estoy enfermo, y tal vez son ellos en definitiva...  mi medicina favorita.

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