Sobre la azotea, como siempre.

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Siempre fui muy torpe y algo lento. No importaba cuanto lo intentará, siempre tropezaba sobre mis propios cimientos. Aún así, mire las cicatrices causadas por mis propios errores y estas brillaban como si fueran mi propia constelación.
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Kim Taehyung:

Sobre la azotea el mundo se disparse en ondas aromáticas y sonoras, llenándome de un anhelo olvidado sobre las viejas calles de la ciudad.

Me he acostumbrado a disfrutar las pequeñas cosas de la vida. Perdiéndome en los detalles, pues le encuentro más sentido al sonido del viento que al claxón de los autos. E incluso me inclinaba especialmente al poder que tenían las palabras sobre las acciones. Algunas veces disfrute inmensamente de un te extraño, y otras tantas perdí el hilo de mi vida con un perdón.

Justo como hace solo un momento.
El pequeño comunicador de malos presagios me contó despacio la prematura muerte de un compañero, un amigo que era en definitiva más que eso.
Antes de irse me canto sinceros lo sientos y yo quise decirle que el no debía lamentar nada. Mas, justo ahora, se iba dejándome un vacío en el lado izquierdo de mi pecho.
También se amorrilaron algunas fuentes de agua en el suelo donde me encontraba sentado. Todo indicándome una tormenta. Desde las hojas cantando sobre mi cabeza, hasta el extraño zumbido dentro de ella.

Trate de recordar el último gesto, las últimas palabras. Había dicho graciosamente que el deseaba vivir una vida con nosotros. Entendí nuevamente que el mundo siempre estaba dándome la espalda. Era eso o pensar que mi destino era denigrarme hasta convertirme en polvo, deslizandome siempre en un dolor agudo que empezaba por los recuerdos y terminaban por quitarme cada vez un pedazo de alma.

Con rareza me advertí sobre mis reacciones. Lamentandome melancólico y cansado, pero sin ninguna sorpresa colándose en mi espalda.

Porque yo lo sabia. Era la maldición con la que llevaba cargando desde los primeros sollozos en diciembre. Ver como las personas que quiero se alejan hasta saciarme.
Porque en algún punto los sucesos se volvieron un círculo vicioso. Si por un momento fui feliz, luego el dolor sería igual de inmenso. Siempre recordándome que no tenía permitido tener aquello sin sufrirlo a cambio.

Entonces recordé el por qué me evite las voces y los abrazos.
Era un hecho que no podíamos vivir solos. Una vez que conocemos a alguien, forzosamente se vuelve parte de nosotros. Quería creer que si yo me alejaba de lo inseparable, entonces dejaría de desvanecerme sobre una azotea olvidada, previendo tormentas con nombres de personas. Nombres que llevaban siempre mis iniciales.

Esas veces que me hirieron, me decían estas tan sólo, y yo quería responderles que habían quienes ignoraron mi terquedad, mis maldiciones y el carácter dudoso, para lentamente y casi susurrando lograr entrar en la sonrisa cuadrada, las manos que parecían bruscas por las cicatrices pero que en realidad eran suaves.
Incluso la persona que ahora descansa bajo la tierra había hallado la inocencia que nunca salio a flote en los tiernos años. La pureza que había hecho a un lado solo para que él no pudiera darse cuenta que me había dañado descuidadamente, carcomiendo tan solo la piel canela y nunca mi alma.
El ser que me regalo el precioso milagro de la vida, era irónicamente el preludio de mis pequeñas maldiciones. Estas tatuadas innegablemente con sus huellas.

Nunca odie muchas cosas mientras crecía a punto de golpes. Ni siquiera al hombre dueño de mis mas temibles cicatrices. Pero era un trabajo arduo no despreciar la impulsividad que se me fue heredada.

La tormenta de la que tanto pienso, es la que se aproxima y el único rasgo que comparto con mi padre.

Me encuentro a mi mismo llorando y gritando desesperado sobre la vieja azotea, intentando llegar a oídos que olvidaron escuchar. Tan solo para que alguien me ayude del repentino ahogo y del demonio que recorre por mi sangre. Una sangre que repudio y que no puede ser limpiada.
Las voces que juro no son mías, me transportan a los recuerdos que mi propia mente decidió no eliminar solo para hacerme mas desdichado.
"Yo quiero vivir una vida sin arrepentimientos"
Me reí histérico por la cólera que mis propias palabras me producían.
¿Sin arrepentimientos?
Justo ahora mientras corría bajando las escaleras a una velocidad desesperada, tuve la certeza. Estaba arrepentido de incluso mi propia existencia.

Cegado por la ira o la tristeza, me deslizó por los callejones que huelen a mundicia y a peligro, buscando algo o alguien que desee convertir en polvo todo lo hay a su paso con vehemencia.
Nunca tardo mucho en encontrarlo.

Claro que luego le robare sus ilusiones, como a mi me robaron la felicidad y el amor, palabras que dolían y salían topes de mis labios, porque eran emociones que no fueron explotadas dentro de este corazón hecho trizas. Un corazón que retumba con los pasos, los puños desordenados, los gritos que desgarran mas allá de mi garganta y la ceguera. La maldita nube que cubre mis ojos impidiendome ver mas allá de las manos llenas de sangre. Tal vez si viera los ojos ajenos yo podría detenerme.

Por el amanecer el ruido de los autos y las voces inundan nuevamente la ciudad. La tormenta había acabado dejándome una paz que ya no deseaba.
Un silencio que sabía de memoria.
Me había matado de nuevo en una noche patéticamente helada.

Sentado al borde de la azotea con las manos llenas de una sangre que no me pertenece, me digo a mi mismo que aquí arriba el mundo se dispersa en ondas aromáticas y sonoras.
Y yo con los ojos vagos solo podía aportar un olor a metal y el sonido de una canción que se me fue dedicada sin merecerlo en lo absoluto. Pero la seguí cantando hasta que me gano el sueño, porque me había acostumbrado u obligado a mi mismo a disfrutar de la pequeñas cosas de la vida, como una canción mal hecha y un pequeño paseo por el parque.

Le hallaba más sentido a las melodías que salían tenues de mi labios, que al horroso silencio que me advertía lo que ya tenia por hecho. Estaba completamente solo. Sobre la azotea como siempre.

Más tarde, despertaría en un sofá viejo con una mano cálida cubriendo la mía. A lo lejos unos ojos enormes y negros inspeccionando mi rostro. Y me diría que solo estaba siendo recompensado como un soleado día de verano después de las incontables noches de tormentas.
Pues estos sucesos de lastimarme para luego sanar, parecían nunca acabarse. Un interminable destino devuelta a sus brazos.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2019 ⏰

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